Glasgow/Schwerin (Alemania) (dpa) – La gaita resuena con fuerza por el edificio en Glasgow. Tony McClelland, un escocés de manual con su kilt y su estatura alta, comienza a sudar y la cara se le pone roja.
Este instrumento es un acto de fuerza incluso para este hombre de 29 años oriundo de Glasgow, el bastión de la gaita. Y eso que McClelland ensaya desde que es un niño.
«Me llevó unos siete años poder tocar bien», dice el escocés. Estudia arqueología y trabaja en el National Piping Centre, que se dedica a la formación de gaiteros y cuenta también con un pequeño museo con instrumentos históricos.
Afirma que conviene no ser demasiado joven a la hora de empezar a tocar la gaita, ya que «entonces todavía falta contar con el aliento suficiente».
Eso no significa que la gaita sea un instrumento sólo para personas mayores. «A todas las generaciones les gusta tocarla» asegura. Entre otras cosas, es un instrumento para eventos sociales.
«Y también se toma mucho en estas ocasiones», dice McClelland y ríe. La gaita también forma parte de los Highland Games, las competencias deportivas de los escoceses.
Sin embargo, la gaita no es típicamente escocesa. «La gaita se tocaba en toda Europa», explica el historiador y experto en gaita alemán Ralf Gehler, de la ciudad de Schwerin.
«Se cuentan unos 200 tipos. Incluso hubo este tipo de instrumentos en el Asia Menor y el norte de África», asegura. Una variante más pequeña, la musette de cour, llegó incluso a las cortes francesas. «Originariamente, las gaitas venían al parecer del Mediterráneo oriental», afirma.
En el siglo XIX retrocedió fuertemente la importancia de la gaita en el centro de Europa. Solo la seguían usando especialmente los pastores, que usaban su música para reunir a sus animales y ahuyentar a los lobos. Por si fuera poco, las ovejas parecían aumentar con su sonido.
Lo que más alegra a Gehler es que, en tanto, estos instrumentos ya no se escuchan sólo en festividades medievales. «En Alemania y en otros países europeos se vuelve cada vez más popular tocar la gaita«, dice.
Añade que esta música más bien seca expresa masculinidad y agresividad. «Representa una cierta forma de resistencia», añade. La tesis de Gehler: «Tocar la gaita es una forma intelectual del punk».
Sin embargo, en algunos lugares de Europa la gaita nunca cayó en el olvido. Los gallegos en el norte de España aman a su gaita así como los italianos del sur tienen a la zampogna y los polacos a la koza, que se asemeja en su forma a una cabra.
«La gaita es siempre un reflejo de la cultura. Tiene una marca fuertemente regional en su sonido y su aspecto», explica Thomas Zöller, que fundó en 2005 una Academia de Gaita en la ciudad alemana de Hofheim, en el estado federado de Hesse.
Estudió música escocesa con gaita de materia principal en el Conservatorio Real de Glasgow, «como primer alemán y primer europeo continental», cuenta orgulloso.
Pero tocar la gaita puede tener también efectos secundarios indeseados: el hecho de que tocar su música suela estar acompañado por el alcohol hizo fracasar a más de un matrimonio, como informó una vez la revista especializada «Piper and Drummer».
Algunos instrumentos como la Great Highland Bagpipe pueden alcanzar una potencia de sonido enorme que daña el oído. También servía para infundir miedo al enemigo en los campos de batalla del Ejército escocés.
El estudiante McClelland advierte, de todas formas: si se usa la técnica de respiración equivocada, esto puede tener consecuencias para los músculos y las arterias.
«Se puede terminar con la garganta de un sapo», dice el escocés. Zöller considera esto exagerado: «Todo es cuestión de técnica». Lo que sí está demostrado son los casos de muerte por esporas de moho en el instrumento. Por eso, es obligatorio limpiarlo regularmente.
Por Silvia Kusidlo (dpa)
Foto: Uli Deck/dpa