Santiago de Chile, 20 nov (dpa) – La muerte del joven mapuche Camilo Catrillanca la semana pasada en medio de un operativo policial, deceso que la fiscalía investiga como homicidio, elevó la temperatura del conflicto que se vive en el sur de Chile y volvió poner en el foco la situación de esa etnia originaria.
De hecho, en los últimos años zonas de las regiones de La Araucanía y del Bíobío, más de 500 kilómetros al sur de Santiago, han sido escenario de las tensiones derivadas de las demandas del pueblo mapuche, como la devolución de sus tierras ancestrales, la autodeterminación y la autonomía. No por nada, el nombre de esa etnia esta íntimamente vinculado a la tenencia territorial: mapuche significa «gente de la tierra», en mapudungun.
Así ocasionalmente se producen enfrentamientos de grupos radicales con las fuerzas de seguridad y los empresarios de la zona, acciones que han resultado en quemas de camiones de compañías madereras y ataques incendiarios contra escuelas, iglesias y viviendas, entre otras.
Sin embargo, el origen del conflicto se arrastra desde la llamada «pacificación de la Araucanía», a fines del siglo XIX, llevada adelante por parte del Estado chileno. Eso porque ni los colonizadores españoles ni con anterioridad el imperio inca lograron adentrarse en el territorio mapuche y someter a su gente. La llamada «frontera» era el río Bíobío.
Fue entre 1883 y 1891 que tropas chilenas, después de que en 1881 se llevara adelante la última gran revuelta mapuche, sometieron por la fuerza a esa población, remataron tierras, confinaron esas comunidades a reducciones y fundaron nuevas ciudades. El proceso de redistribución territorial se extendió hasta 1910.
Pero esos territorios reservados para las comunidades mapuches fueron desde entonces disminuidas posteriormente por ventas y expoliaciones. Se sostiene que de 10 millones de hectáreas de territorio, los mapuches se quedaron con apenas el 5 por ciento de esa extensión.
«Arauco tiene una pena, que no la puedo callar. Son injusticias de siglos, que todos ven aplicar. Nadie le ha puesto remedio, pudiéndolo remediar. (…) Arauco tiene una pena, más negra que su chamal. Ya no son los españoles los que les hacen llorar. Hoy son los propios chilenos los que les quitan su pan», cantó la artista chilena Violeta Parra en su denuncia sobre los sufrimientos del pueblo mapuche a lo largo de la historia.
Una situación muy parecida vivieron los mapuches al otro lado de la cordillera. El Estado argentino se apropió de unas 900.000 hectáreas de tierras mapuches tras las llamadas Campañas del Desierto, que terminaron en 1885. Mientras a los indígenas se los acusó de ser una avanzada del Estado chileno y ladrones de ganado, sus comunidades fueron concentradas, dispersadas y deportadas. Además, a los mapuches se los utilizó como fuerza de trabajo semiesclavo y fueron distribuidos en otras provincias argentinas.
Esos territorios incautados fueron concesionados a una compañía de capitales británicos, y en la década de 1990 fueron privatizados. Además, los indígenas sufrieron la usurpación de tierras y el corrimiento de alambradas. El conflicto por el reclamo de tierras, al igual que en Chile, también ha resurgido en los últimos años en Argentina y en ese contexto se produjo la muerte del activista Santiago Maldonado, el 1 de agosto de 2017, en la provincia de Chubut.
Al igual que en el vecino país, en Chile durante décadas se ha señalado a los mapuches como flojos, borrachos y conflictivos. Por lo mismo, la actual cruzada de las organizaciones indígenas no solo busca la recuperación de sus tierras sino también obtener el respeto, el reconocimiento y la revalorización de su condición de pueblo originario y con derechos ancestrales.
De hecho, la gran mayoría de los mapuches ya no viven en los territorios donde vivían antiguamente: en la región de La Araucanía el 34,3 por ciento se define como mapuche. Según el censo de 2017, el 9,9 por ciento de la población chilena, unos 1,7 millones de personas, dijo considerarse perteneciente al pueblo mapuche. Y el 79,8 por ciento de quienes dijeron pertenecer a un pueblo originario se reconocieron como mapuches, lo que los convierte en la etnia autóctona más numerosa.
«El pueblo mapuche está en una etapa de reorganización, de renacimiento cultural en el mundo de las artes, las letras, el cine la música. Hay un orgullo mapuche a flor de piel en nuestros niños, en nuestros jóvenes. El pueblo mapuche está más vivo que nunca», dijo a la radio Cooperativa el escritor Pedro Cayuqueo autor de los libros «Historia secreta mapuche», «Porfiada y rebelde es la memoria» y «Solo por ser indios».
Las demandas territoriales se retomaron con el regreso de Chile a la democracia, en 1990, y con la promulgación de la Ley Indígena en 1993, en el Gobierno de Patricio Aylwin (1990-1994) que abrió la puerta a la restitución de tierras indígenas. Un proceso que hasta ahora las organizaciones mapuches consideran como insuficiente, y que algunos grupos más radicales -calificados como terroristas por el Gobierno de Sebastián Piñera- pretenden acelerar con el uso de la violencia.
El Ejecutivo de Piñera ha buscado ponerle freno al conflicto con el despliegue de un comando policial especial. Pero también Piñera ha impulsado con un plan de desarrollo para mejorar las condiciones sociales y económicas de La Araucanía.
Fueron miembros del Grupo Táctico de Carabineros, más conocido como «Comando Jungla», los que ingresaron en la comunidad mapuche donde cayó mortalmente herido Camilo Catrillanca.
El ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno, encargado de impulsar el llamado Plan Araucanía, con marcado énfasis social, dijo que «evidentemente» la muerte de Catrillanca complica la puesta en marcha de ese programa. «Nadie espera que esto sea un camino fácil», dijo el ministro.
Por Pedro Schwarze (dpa)