(dpa) – Rauf Khan solo dejó pasar una dosis de la vacuna, pero las consecuencias para su hija de apenas un año fueron devastadoras. La pequeña Nida tiene poliomielitis.
«Quedé conmocionado cuando me di cuenta de que mi hija Nida no iba a poder caminar nunca en su vida», cuenta Khan lo que sintió al recibir el diagnóstico en diciembre pasado.
Khan tiene 40 años y es dueño de una panadería en la ciudad de Peshawar, en el noroeste de Pakistán. Junto con su mujer y sus cinco hijos viaja a menudo a su pueblo natal en el centro del país. Y en uno de esos traslados se les pasó vacunar a Nida contra la polio.
«Hago pan todo el día, se me quema la piel. Pero cuando regreso a casa por la noche y miro a mi hija, me arde el corazón», dice.
La poliomielitis se considera una gran amenaza, especialmente para los niños menores de cinco años. El virus de la polio se transmite de persona a persona y ataca el sistema nervioso. Puede llevar a la parálisis en cuestión de horas.
El continente africano ha sido declarado recientemente por la Organización Mundial de la Salud (OMS) territorio libre de polio salvaje.
En tanto, Afganistán y Pakistán son los dos últimos países que luchan contra la propagación de la enfermedad. En lo que va del año se han confirmado 64 casos del tipo salvaje en Pakistán y 37 en el país vecino.
La actual pandemia de coronavirus hace más difícil la lucha, señaló días atrás Rana Safdar con motivo del Día Mundial de la Poliomielitis, el 24 de octubre.
«Tuvimos que interrumpir nuestra campaña de vacunación puerta a puerta», explicó el epidemiólogo, quien dirige los esfuerzos paquistaníes para erradicar la poliomielitis.
La falta de vacunación provoca que millones de niños carezcan de la inoculación del virus que debe administrarse varias veces antes de que el cuerpo desarrolle la inmunidad específica.
Tras varios meses de interrupción por el coronavirus, Pakistán ha vuelto a reactivar el programa de lucha contra la polio, que se lleva a cabo desde 1994.
Pakistán y Afganistán colaboran en la lucha contra la poliomielitis, en parte, porque muchas personas viven en la región fronteriza entre ambos países.
La gran movilidad de la población y la migración estacional son un gran desafío. La hija de Khan, Nida, se perdió así una dosis crucial.
Pero también hay éxitos para consignar. «Hemos logrado vacunar al 97 por ciento de los niños que hemos contactado», destaca el epidemiólogo de 56 años.
A Safdar le preocupa la inseguridad en la región fronteriza y la amenaza de los grupos terroristas islámicos, pero asegura que reciben apoyo en todo sentido de las autoridades civiles, militares y policiales».
Pakistán ya había experimentado un fuerte revés en 2019, después de que extremistas religiosos iniciaran una campaña nacional contra la vacunación.
La razón de esta campaña fue la propagación de un vídeo falso que mencionaba los supuestos daños causados por las vacunas. En algunas regiones de Afganistán también existe una desconfianza similar.
La iniciativa de Safdar también cuenta con la ayuda de personas influyentes dentro de las mismas regiones o poblaciones: médicos, ancianos de las tribus y periodistas que hablan a favor de la vacunación.
Sin embargo, Safdar subraya que a pesar de las intensas tareas de divulgación, la situación sigue siendo peligrosa para los aproximadamente 275.000 auxiliares, de los cuales alrededor del 80 por ciento son mujeres.
Las campañas de vacunación se ven ensombrecidas a menudo por incidentes violentos, que en los últimos ocho años costaron la vida de más de 80 colaboradores.
Una de las tantas auxiliares es Shabeena Begum, de 38 años. Al igual que Rauf Khan vive en Peshawar, la capital de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa.
En las zonas rurales de la provincia, Begum va de puerta en puerta para vacunar a los niños contra esta enfermedad infecciosa.
«Mi equipo y yo tratamos de convencer a los padres de que colaborar con la vacunación los puede salvar a ellos y a sus hijos de una vida de dolor y arrepentimiento», resalta.
Pese a haber sido amenazada en varias oportunidades, Begum hace hincapié en que quiere continuar con su trabajo. «Me llena de orgullo que un día, cuando la poliomielitis sea derrotada en Pakistán, yo pueda decir que fui parte de este viaje».