El Cairo, 4 nov (dpa) – Sin carisma alguno, Mohamed Mursi se convirtió en el primer presidente democrático de Egipto en junio de 2012, dejando siempre sentir al pueblo, durante su corto mandato, que primero era miembro de los Hermanos Musulmanes y después jefe de Estado del país.
Poco más de un año después, el 3 de julio, el Ejército lo derrocó y encarceló en un lugar secreto hasta que hoy comenzó el proceso judicial en su contra y varios miembros de la cúpula de los Hermanos Musulmanes por un tribunal cuya autoridad desconoce el ex mandatario.
La acusación contra Mursi -que proclamó durante el proceso: «Soy el presidente legítimo de Egipto»- es su presunta responsabilidad en la muerte de manifestantes en las protestas contra su mandato.
Como ingeniero es considerado un hombre práctico y como miembro del ala más conservadora de los Hermanos Musulmanes, un hombre profundamente religioso.
Mursi nació en 1952 en un pueblo de la provincia de Sharkiya, como hijo de un agricultor. Se licenció en ingeniería industrial en la Universidad de El Cairo y después estudió en Estados Unidos en 1982 con una beca. Dos de sus hijos nacieron en California y tienen pasaporte estadounidense.
Volvió a Egipto en 1985, cuando fue arrestado por el régimen de Hosni Mubarak por protestar contra sus políticas públicas.
Durante ese periodo Mursi se desempeñó como alto funcionario de los Hermanos Musulmanes. También fue diputado entre 2000 y 2005, elegido como candidato independiente en momento en que la organización estaba prohibida y siempre fue una voz conservadora dentro de la agrupación.
Durante el gobierno de Mubarak fue detenido en varias ocasiones, la última vez tres días antes del inicio de la revolución del 25 de enero de 2011. Tras su salida de prisión en circunstancias poco claras durante la revolución egipcia, se convirtió en el líder del partido Libertad y Justicia, el primer brazo político de los Hermanos Musulmanes.
Mursi concurrió a las elecciones presidenciales para suceder a Mubarak después de que su organización lo nombrara en el último minuto como su candidato en sustitución a Jairat al Shater, un peso pesado de los Hermanos Musulmanes excluido por la Comisión Electoral por motivos formales.
Alcanzó la presidencia en junio de 2012 tras una controvertida segunda vuelta, y su mandato estuvo marcado por conflictos con el Ejército, la Justicia y los jóvenes revolucionarios que habían protagonizado la revolución contra Mubarak.
Mursi reaccionó a la ofensiva ganándose la enemistad de los sectores de votantes no islámicos que le apoyaron en la segunda vuelta de las presidenciales contra el candidato del régimen de Mubarak, Ahmed Shafik.
Con su política lastrada por fracasos económicos -no consiguió frenar el desempleo o combatir la pobreza-, un vacío de seguridad y una deriva cada vez más autoritaria, aupando en todas las instancias del Estado a miembros de los Hermanos Musulmanes, se quedó aislado con su organización y se ganó la enemistad de una gran parte de la población.
Sus controvertidas decisiones durante su mandato alienaron a la oposición. Ya en agosto asumió poderes legislativos y destituyó al jefe del Ejéricto, Hussein al Tantawi, reemplazándolo por el general Abdel Fattah al Sissi. En noviembre, emitió un decreto impidiendo la revisión judicial de sus decisiones, aunque se vio obligado a dar marcha atrás tras las protestas protagonizadas por la oposición y los jueces.
Además, Mursi enfadó a la oposición decretando la imposibilidad de disolución de la asamblea constituyente dominada por los islamistas. La Carta Magna fue aprobada en un referéndum por un estrecho margen que hizo que la oposición exigiera su reforma inmediata.
A ello se sumó la violencia sectaria, el deterioro económico y la exclusión de minorías religiosas y políticas.
Ante esta situación, millones de egipcios -se cree que más que durante las revueltas contra Mubarak- salieron entonces a las calles apoyando una iniciativa de la organización «Tamarrud» que recogió más de 20 millones de firmas exigiendo la destitución de Mursi.
El apoyo del Ejército a la misma terminó en el golpe militar del 3 de julio en el que fue destituido y detenido en un lugar secreto, y sustituido de forma provisional por el actual presidente, el ex líder del Tribunal Constitucional Adli Mansur.
Su destitución provocó numerosas protestas de sus seguidores, que fueron disueltas de forma violenta el agosto, con más de 600 muertos. El gobierno actual ha encarcelado a casi toda la cúpula de los Hermanos Musulmanes y además ha ilegalizado la organización y todas sus ramificaciones.