Miami, 26 oct (dpa) – Campeón de los dos últimos anillos de la NBA, considerado por casi todos como el mejor jugador de baloncesto del mundo, encantado con el clima cálido de Miami todo el año y recién casado con Savannah, su novia de siempre. La vida de LeBron James no podría ser mejor. ¿O sí? La gran estrella aún piensa que su juego no tocó techo.
Ni Kobe Bryant, ni Kevin Durant ni Carmelo Anthony. James está jugando contra sí mismo, porque sabe que sin ser el número uno en ningún apartado concreto, es el mejor en conjunto, la medida de todas las cosas. «King», el rey, James.
«Soy mejor jugador que el año pasado en todos los aspectos. Estoy muy confiado y cómodo con mi juego ahora mismo», dijo en el primer día de trabajo tras la dura campaña anterior, que concluyó con un dramático triunfo en la final a siete partidos ante San Antonio.
Después de la fiesta, navegó con su familia por la costa del sur de Francia. No fue todo juguetear con Bryce y LeBron Jr -sus hijos-, tomar el sol, bañarse en el Mediterráneo y preparar la secretísima boda con Savannah, sino que también pensó y estudió.
«Tengo margen de mejora», dijo en una reciente entrevista con «ESPN The Magazine» el astro de 28 años. Lo dice pese a haberse convertido en uno de los mejores defensores, un lanzador muy eficiente y un maestro en el juego en el poste de espaldas a canasta.
«No voy a revelar en qué he estado trabajando», dijo a la espera de que el martes ante Chicago, en el primer partido de la campaña, se empiece a destapar el misterio de su trabajo en pretemporada.
Le obsesiona mejorar su porcentaje de tiros libres, para lo que se fija en su compañero Ray Allen, uno de los mejores de la historia, y ser elegido mejor jugador defensivo.
Ese inconformismo le llevó a Miami, le hizo reinventarse, ganar dos anillos y optar al tercero y situarse entre ese pequeño grupo de figuras con legitimidad para reclamar el título subjetivo de «mejor jugador de la historia».
«Quiero ser el más grande de todos los tiempos. Ésa es mi motivación, así de simple. No lo es, pero para mí es así. Creo que tengo el potencial de seguir mejorando y de maximizar mi tiempo en el baloncesto. Estoy aún lejos de serlo, pero ya veo la luz», afirmó con esa gran confianza que suena más a lógica que a prepotencia.
Por esa seguridad y por la televisada «Decisión» de dejar en 2010 Cleveland fue odiado por muchos. Su juego, cada vez más generoso y grupal, y sus victorias han terminado por conquistar incluso a los más críticos.
Entre ellos no están sus compañeros. Sábado 19 de octubre. Vestuario del Heat. James, vestido apenas con una toalla blanca tras la ducha, hace equilibrios para ponerse la ropa interior sin mostrar nada y ríe y bromea con Norris Cole, un jugador secundario, y con los muchachos que preparan las zapatillas de las estrellas.
«Soy una estrella generosa», dijo a «ESPN The Magazine» el jugador del que más camisetas se venden en el mundo. «Siempre quise hermanos a mi alrededor, porque yo fui hijo único», explicó la relación familiar con sus compañeros.
Pues James es el hermano mayor, líder dentro y fuera de la cancha. Ha conquistado a todos por su humor, por su comprensión de que no es nada sin los demás, con los que aspira a llegar a la cuarta final seguida y lograr el tercer anillo consecutivo, lo que situaría al Miami Heat del «Big Three» como uno de los mejores de la historia.
En lo personal, es candidato a su quinto premio MVP, lo que le igualaría con Michael Jordan y Bill Russell y le dejaría a uno del récord de Kareem Abdul Jabbar.
Pase lo que pase, a final de temporada llegará la segunda parte de la «Decisión», ya que en julio puede decidir ser agente libre, dejar Miami y buscar otro equipo y sacudir de nuevo la NBA.
Pese a ser el mejor jugador del mundo, tiene el mismo salario que Chris Bosh y gana apenas 300.000 dólares más que Dwyane Wade, según el ranking de ganancias de la revista «Sports Illustrated».
En 2010 sacrificó dinero para tener buenos compañeros a su lado. El tiempo demostró que acertó. ¿Lo volverá a hacer? ¿En Miami o en otra ciudad? De momento no hay pistas. «King» James sólo quiere seguir reinando y para ello aún busca su límite.
Por Daniel García Marco