LOS ANGELES (dpa) – En ese mundo fantástico de hobbits, enanos y mitología que creó J.R.R. Tolkien hace muchos años, nadie se mueve mejor que Peter Jackson, el hombre que ha vuelto por sus fueros con la segunda parte de «The Hobbit» y el segundo paso hacia otra trilogía de altos vuelos.
Con la primera le fue tan bien, que acabó elevado a los altares de los Oscar, especialmente con «Lord of the Rings: The Return of the King», la última entrega de la trilogía que se hizo con el dorado hombrecillo a mejor película en 2004, además las otras diez estatuillas a las que estaba nominada la cinta.
«The Hobbit» también funcionó muy bien en términos de público, presentándose ante el espectador con un formato revolucionario de 48 fotogramas por segundo que de momento no ha agarrado el vuelo que el propio Jackson esperaba ver en otras cintas de estudio.
Jackson, sin embargo, ha optado por insistir con esta técnica que se traduce en una mayor calidad de imagen. También es continuista con la línea argumental, ya que «The Desolation of Smaug» es una continuación de los hechos de la primera cinta.
La acción comienza cuando Bilbo Bolsón, interpretado por Martin Freeman, logra escapar del temible Azog y cruza las Montañas Nubladas en dirección hacia Erebor, con el objetivo de derrotar al dragón Smaug y recuperar así su hogar y el gran tesoro que allí les aguarda. En ese viaje es cuando Bilbo se da cuenta de la enorme utilidad del anillo.
Es un sabor conocido para los seguidores de la franquicia y los amantes de las novelas de Tolkien, vendidas por millones en todo el mundo desde hace décadas.
Como con la primera parte, la cinta se rodó enteramente en Nueva Zelanda. El mexicano Guillermo del Toro estuvo un tiempo rondando el proyecto, pero finalmente no pudo llegar a buen puerto por problemas de presupuesto de los estudios MGM. Aun así, Jackson reconoce que hay mucho de Del Toro en la cinta.
«Hizo un completo rediseño de las películas», admitió Jackson en una entrevista reciente. «Trabajó en ello durante 14, 15 ó 18 años, lo que es bastante tiempo». Una vez que él se puso manos a la obra, se quedó con parte de los diseños del mexicano, y otros los reemplazó por lo que consideró más apropiado.
Reconoce que sí hubiera sido una película muy diferente a las órdenes del realizador de «El laberinto del fauno», con esa clase de estética muy suya. «Pero no puedo hacer la película de otra persona, así que le eché un vistazo y en muchos aspectos tuve que empezar de nuevo».
Jackson reconoce que tuvo una úlcera por las muchas dificultades para comenzar el rodaje, marcado por una disputa sindical con actores australianos y por el hecho de que estuvieron a punto de tener que trasladar toda la producción a Inglaterra.
«Pero una vez que empezamos a rodar todo ha sido fantástico, con unas altas dosis de diversión», dice, algo que ni él mismo esperaba. Ahora es cuestión de ver si es capaz de emular los más de mil millones de dólares que recaudó en todo el mundo con la primera parte.
Para los analistas, es algo más que probable teniendo en cuenta que se trata de la continuación de un éxito y de un mito como Tolkien en manos de su más fiel retratista, un hombre capaz de alcanzar una excelencia inusual con un texto de fantasía.
Por Liliana Martínez-Scarpellini