Por Andrei Sokolov y Daniel Schnettler (dpa) – Actualmente, la fantasía no tiene límites cuando se trata de las perspectivas que ofrece la impresión tridimensional (3D). Los analistas del mercado auguran que pronto podremos imprimir en casa repuestos de aparatos domésticos o muebles en vez de tener que buscar esas piezas en tiendas o en Internet. Entonces, tampoco sería necesario seguir recibiendo por correo juguetes y artículos de decoración, por ejemplo. Y para el futuro lejano ya se está pensando en sacar de la impresora 3D comida u órganos artificiales. Hace poco causó revuelo en Estados Unidos la impresión de una pistola con la que se pueden efectuar disparos.
Hasta ahora, estas visiones de futuro aún están lejos de la vida cotidiana. Es cierto que la impresión en 3D ya existe desde hace algún tiempo, pero esta revolución en un principio ha quedado limitada a la industria principalmente. Trátese de componentes para automóviles, piezas de aviones, aparatos médicos o artículos de consumo como zapatos de deporte o taladros, los prototipos de diseño, que antes se hacían a mano, salen hoy generalmente de la impresora 3D.
La empresa pionera MakerBot se había fijado un objetivo ambicioso: democratizar la impresión 3D. Desde que se fundó en 2009, esta empresa neoyorquina ha comercializado aparatos más sencillos, que a diferencia de las carísimas máquinas industriales sólo cuestan unos miles de dólares y que se pueden poner en el escritorio de casa. Con poco más de 22.000 aparatos, la cantidad de impresoras que MakerBot ha vendido hasta la fecha puede parecer modesta. Sin embargo, últimamente las ventas han crecido rápidamente y también un gigante industrial como Ford ha mostrado en un vIdeo cómo sale de una impresora MakerBot una pieza de la palanca de mando del coche.
Quizás a partir de ese momento el líder del mercado, Stratasys, comenzó a tener en la mira a MakerBot, con la que se hizo hace unos días pagando 403 millones de dólares (307 millones de euros). Stratasys es el líder de mercado indiscutido en el sector de la impresión 3D para fines industriales. Las grandes máquinas están siendo usadas por fabricantes de coches y constructores de aviones. Un punto fuerte de Stratasys son los materiales que usa. Sus impresoras pueden trabajar con diferentes tipos de termoplástico que no sólo son robustos, sino que también tienen la misma calidad que los productos posteriormente fabricados en serie. Además, detalles peculiares como la unión entre materiales compactos y flexibles deja de ser un problema. Y la precisión cumple con los rigurosos estándares industriales.
MakerBot, sin embargo, juega en otra división. Actualmente, los fabricantes de las impresoras también están comercializando la materia prima correspondiente y, en este aspecto, la diferencia de precios entre los dos actores es extrema: MakerBot vende el plástico para sus aparatos por 48 dólares (37 euros) el kilo, mientras que Stratasys pide cinco veces más.
Sin embargo, para los entusiasmados de la impresión 3D el acuerdo de fusión abre una perspectiva interesante: Stratasys ahora está en condiciones de utilizar la marca MakerBot para llevar paulatinamente sus innovaciones tecnológicas a precios atractivos al mercado de masas.
El acuerdo va a «acelerar el crecimiento y la expansión mundial de la impresión 3D», aseguró en una entrevista el director ejecutivo de MakerBot, Bre Pettis. Un tesoro potencial es también Thingiverse, la comunidad online en la que se encuentran unos 90.000 ficheros digitales de usuarios.
Y en el mercado de masas para la impresión 3D podrían surgir nuevos competidores, por ejemplo la empresa Shapeways, que tiene un concepto diferente del de MakerBot: los consumidores pueden mandar imprimir sus diseños sin tener que comprar un aparato. En abril, en una nueva ronda de financiación, Shapeways reunió de conocidos inversores en tecnología 30 millones de dólares (23 millones de euros) para desarrollar este negocio de forma independiente.