Cuando en las calles de nuevo vuelve a estar presenta la palabra dictadura como nunca antes, es cuando a muchos se nos revuelven las tripas.
Vivimos en una dictadura, ciertamente, pero en la del cinismo. Y no se libra nadie aunque quiera.
Porque ha llegado como una plaga ya que nos la han inculcado a una generación entera desde pequeños con el británico politeness, ser políticamente correcto, no salirse de la veda, de la raya, no pensar sino decir lo que se espera de uno. Y hoy se sigue inculcando a los imberbes y, o cambia mucho, o llegará a un nivel superior en el que preferimos no vernos reflejados. El de los cínicos arruinados.
Las políticas por las que nos quieren hacer pasar tienen consecuencias, como se está viendo, que vienen por volver a enfrentar a los de siempre para que sigan cobrando los de arriba. Pero que los revolucionarios de tres pelos, bien se sentaron en el mismo sitio a cobrar exactamente igual que los de siempre. Cinismo en estado puro. ¿Dónde está la rentita que todos la esperamos? En su cuenta. No en la del resto.
Gran parte de la culpa la tiene la falta de educación y de normas reales. Fascista dirán muchos. Que lo digan, aunque para eso tendrían que haber vivido quizá otros tiempos, tal como dice el bueno de Serrat, que nunca antes fue tan español como ahora, pese a que cantara como pocos su catalán por el planeta. Cinismo también catalán en estado puro. Como el querer independizarse pero que las pensiones las pague aún Papá Estado, otra muestra más de la modernidad política lejana al fascismo. Y cercana a la cara dura. Y todos calladitos. No sea que digamos lo que pensamos.
Tenemos lo que nos merecemos. Una generación a la que se le ha permitido todo, absolutamente todo, sin control, por culpa de los complejos de sus padres.
Autoridad. Eso ha faltado y todo por evitar traumas infantiles que han desencadenado en traumas adultos al salir de verdad a la calle y ver que no pueden, saben ni aspiran a hacer la o con un canuto. Porque no valen. Porque no saben. Ni se espera ya nada de ellos.
No normas, no educación y, por ende, no pensamiento propio. Borregos que siguen un discurso, de un bando u otro, como si les fuera la vida en ello sin siquiera sentarse un segundo a pensar en el contenido del mismo.
¿Hay fiesta? ¿No hace falta pensar? ¡Me apunto! Y así esta la jungla de hoy. Hijos de la que se llamó la generación más preparada de la historia – ¿en qué, si se quedó obsoleta antes de salir al mercado laboral? – que no ha sabido encarrilar de verdad en algo de provecho a los alevines no fueran a igualarles a las formas del antiguo régimen.
Y así es como se llega al máximo exponente de cinismo: las redes sociales.
Que bien usadas, sin demonizarlas, no están mal. Pero que sirven como escaparate de carne para las chicas y de músculo para chico. Eso sí, faltos de neurona. Porque lo que enseñan a los 14 ya estará pasado a los 17.
Y que luego llega un señor como el Juez Calatayud a poner en duda el amor propio con una frase que todos pensamos y pocos dicen en alto, y se le echan encima. Ojo, al Juez Calatayud, que pocos como este hombre han intentado poner solución a jóvenes sin ella.
¿Qué dijo? “Las niñas actualmente se hacen fotos como putas”. Y suscribo. De la primera a la última palabra.
Las niñas hoy en día en un alto porcentaje no saben a lo que se arriesgan exponiéndose en los mercados «sociales». Se creen modernas y lo que hacen es menospreciar su sexo. Sexualizarse a los 12 es degenerado.
Y culpa la tienen los medios, que son las que han permitido el acceso a las campañas de publicidad y a los programas que las engañan a ellas y les ponen metas absurdas a ellos.
Porque vivimos en una sociedad cínica y parece que decir la verdad es una ofensa, cuando debería ser una lección.
No somos capaces de llamar a las cosas por su nombre por miedo a las feminazis, a los modernos de la vida y a los cuatro pringaos que, como no saben hacer nada más que copiar discursos, dicen que viven bajo el yugo de una sociedad retrógrada (que lo busquen en el diccionario si lo necesitan).
Yugo necesitan muchos, sin duda. Y menos cinismo. Y llamar las cosas por su nombre. Que a vagos y maleantes en este país de hoy en día, con Cataluña a la cabeza, no nos gana el resto de Europa.
Que llamar fascista y ultraderechista se vale, pero que los de izquierdas o ultra izquierdas hacen lo mismo y ellos están ejercitando sus libres derechos, pero si no piensas como ellos, eres el opresor.
Y el opresor es un estado de bienestar donde pueden seguir cobrando pese a no hacer nada. Porque saben valerse de eso para sentar cátedra, porque sí, se hicieron con muchas de las universidades. Y ¿luego preguntan por qué los críos salen como salen?
Se suicida una blogger, que daba gritos pidiendo ayuda desde su torre de cristal y soledad, pero nada, que siga publicando fotos para poder criticarla. Y todos opinan, y todos quieren imitarla. Pobre alma, nadie supo decirle a tiempo lo que gritó Calatayud.
Sociedad enferma donde las haya. Y cínica, porque para encontrar a alguien que diga las cosas tal como las piensa, se necesitan muchos jueces de menores como este. Pero no hay bemoles. Y porque aparte de a los niños, habría que procesar a sus padres por permitirles vivir como vagos, maleantes y catetos.
En resumen, los verdaderos dictadores no son los señalados, sino los callados. Porque son cómplices cínicos de la muerte de la cordura social.
V.J.G