Madrid, 16 mar (dpa) – Un pequeño altar improvisado con velas, flores y mensajes marca el lugar en el que Mame, un inmigrante senegalés, cayó el jueves fulminado de un infarto en plena calle del barrio de Lavapiés. Pero el ambiente que se respira en el corazón multicultural de Madrid tiene más de indignación y reivindicación que de luto.
«¡Policía asesina!», «¡Sí, sí lo mataron!», «¡Justicia, justicia!»: los gritos de cientos de personas volvieron a resonar hoy en el barrio por segundo día consecutivo en una nueva protesta convocada por la muerte del vendedor ambulante de 35 años, que según testigos y compañeros falleció tras ser perseguido por la policía.
El Ayuntamiento de Madrid, gobernado por la izquierdista Manuela Carmena, negó hoy esa versión y confirmó el relato policial: no hubo persecución. Pero bastó esa idea para que el jueves se produjeran graves disturbios en Lavapiés que dejaron con 20 heridos, seis detenidos, contenedores incendiados y escaparates rotos.
También una pregunta que flotaba hoy en las nuevas protestas convocadas por colectivos inmigrantes y de vecinos en un ambiente todavía tenso: ¿por qué Mame seguía viviendo en España de la venta ilegal y sin documentos regulares pese a llevar 14 años en el país?
«Vinimos aquí con la esperanza de ganarnos la vida y de dejar atrás una vida y un país peor. Pero aquí tampoco podemos progresar», explica a dpa un senegalés de 40 años que lleva 16 en España y que acudió a la protesta de hoy para pedir justicia. «Estamos muy decepcionados».
A su lado, otro senegalés de 32 años llegado hace dos a España coincide: «Queremos que haya justicia. Aquí vinimos a buscarnos la vida, no a hacer daño ni a pegar a la gente ni a destrozar las calles. Pero no queremos que nos maten. Con una muerte ya basta. Esto tiene que parar».
Ambos aseguran que conocían al fallecido, «una persona muy amable», y que la policía lo persiguió con una motocicleta tras una redada en la emblemática Plaza Mayor.
Cierta o no, la escena es cotidiana para miles de africanos que se juegan la vida en el mar para llegar a España en embarcaciones precarias para ganarse luego la vida como «manteros», como se conoce a los vendedores callejeros que colocan sobre mantas su mercancía: calzado, perfumes, bolsos o gafas falsificadas.
La imagen de los «manteros» recogiendo a toda prisa su mercadería en la manta cuando llega la Policía para salir corriendo es una estampa conocida en muchas ciudades de la España moderna. La muerte de Mame pone ahora un rostro humano y un desenlace trágico a esa realidad que parece haber sido ya aceptada.
La protesta en Lavapiés, un barrio histórico de Madrid convertido en los últimos años en núcleo de nacionalidades diversas que conviven con muchos españoles en una de las zonas con más vida nocturna de la ciudad, respiraba hoy ese espíritu de impotencia y hartazgo.
«Racismo es violencia» o «Europa racista mata», se leía en los carteles que llevaban los manifestantes, muchos de ellos españoles. La concentración comenzó de forma pacífica, pero nadie descarta que la tensión derive en nuevos incidentes como los del jueves, por lo que el barrio sigue blindado por la policía.
«Siento mucha rabia e impotencia», explica a dpa otra mujer senegalesa de 40 años, los últimos diez en España. «Mame era muy activo en la comunidad senegalesa. Los senegaleses somos muy pacíficos. Nunca pensé que pudiera pasar algo así».
Mientras sigue llegando gente a las concentraciones en Lavapiés y la tarde cae sobre el barrio, la mujer confía en que el caso de Mame pueda marcar un antes y un después. Y avisa: «Vamos a manifestarnos hasta que se haga justicia».
Por Ana Lázaro Verde y Pablo Sanguinetti (dpa)