Tel Aviv, 24 nov (dpa) – Para Israel, el acuerdo alcanzado en Ginebra en el marco de las negociaciones nucleares con Irán es una pesadilla hecha realidad. Y no se muerde la lengua a la hora de criticarlo.
El primer ministro israelí habló hoy de un «error histórico», mientras que varios miembros de su gabinete lo calificaron de «malo». También el experto nuclear israelí Ephraim Asculai se mostró escéptico.
«Lo bueno es que el enriquecimiento de uranio se mantendrá en los niveles actuales», dijo este ex empleado de la agencia nuclear israelí. Pero a su vez, señaló, eso supone una mala noticia, porque la cuota de enriquecimiento de uranio de hasta un cinco por ciento sigue planteando riesgos.
Según Asculai, Irán aún estaría en condiciones de desarrollar una cabeza nuclear en el plazo de entre cuatro y seis meses si la cúpula de Teherán lo ordenara. Sin embargo, necesitaría más tiempo para lograr la bomba atómica.
«La principal preocupación de Israel es impedir que nos eliminen», dijo sobre el acuerdo de Ginebra este empleado del Instituto para Estudios de Seguridad Nacional en Tel Aviv.
Israel ve peligrar su existencia por el programa nuclear iraní, especialmente tras los años de amenazas por parte de Teherán. Netanyahu cree que el presidente iraní, Hasan Rohani, está embaucando a Occidente con su postura moderada, pero sólo hace que ponerles la miel en los labios: en realidad, Teherán sigue ansiando la bomba atómica.
Además, a la cúpula de Jerusalén también le preocupa que, si Irán logra tener armamento nuclear, eso pudiera desembocar en una carrera armamentística atómica en los países árabes vecinos, como Arabia Saudí.
Esta posición intransigente respecto a Teherán hace que Israel esté cada vez más aislado en la esfera internacional. Estados Unidos hace grandes esfuerzos por despejar las dudas de sus aliados, pero con escaso éxito: en Jerusalén sigue reinando la sensación de que las potencias mundiales podrían haber negociado un acuerdo mucho mejor en Ginebra.
El pacto sellado rebaja notablemente las sanciones impuestas a Irán y al mismo tiempo, le permite mantener una importante parte de su programa nuclear. Para Teherán, esto supone «la mayor victoria diplomática» de los últimos años, en palabras del ministro israelí del Exterior, Avigdor Lieberman.
El titular de Economía, Naftali Bennett, sostiene que Israel «no se ve sujeto a este mal acuerdo (con Teherán)». Y es que el país siempre ha amenazado indirectamente con que, en caso de necesidad, atacaría en solitario las instalaciones nucleares iraníes. Pero mientras se prolonguen las negociaciones para el acuerdo definitivo con Irán, esto se considera muy improbable.
Tampoco las recientes declaraciones de la cúpula iraní contribuyen a calmar tensiones. El ayatolá Ali Jamenei calificó Israel de «perro rabioso» y señaló que el «régimen» israelí «está condenado al fracaso y al exterminio». Para muchos israelíes, este tipo de amenazas espolean el miedo a un nuevo Holocausto.
Moshe Feiglin, del ala más derechista dentro del gobernante Likud, llegó al extremo de comparar el comportamiento de las potencias mundiales frente a Teherán con la política de apaciguamiento hacia la Alemania de Hitler.
Así, trazó paralelismos entre el pacto de Ginebra y el acuerdo de Múnich de 1938, en el que Reino Unido y Francia aprobaron la división de la entonces Checoslovaquia para evitar una guerra con Alemania. Sin embargo, aquella concesión no evitó el estallido de la Segunda Guerra Mundial apenas un año después.
«Al igual que entonces con Checoslovaquia, que no participó en las negociaciones que acabaron condenándola a muerte, Israel ve hoy cómo sus intereses existenciales son sacrificados por las potencias occidentales», declaró Feiglin.
Por Sara Lemel