Budapest/Bruselas, 4 abr (dpa) – Hungría celebra el próximo domingo elecciones parlamentarias en las que el primer ministro, el nacionalista derechista Viktor Orban, busca la reelección, y cuya campaña ha estado marcada por un único gran tema: el debate migratorio.
Orban, fuerte detractor de la entrada de migrantes y el más duro crítico de la política migratoria de la Unión Europea (UE), habla continuamente del tema, acusando con frecuencia al multimillonario estadounidense George Soros.
A Soros, un superviviente del Holocausto de origen húngaro, Orban lo acusa de mover los hilos de la Unión Europea (UE) y dirigir una masa migratoria de musulmanes a Europa. El objetivo de Soros sería robar al pueblo del Viejo Continente su «identidad nacional y cristiana», asegura Orban.
El primer ministro ha convertido su teoría conspiratoria en un mantra en todo el país, que sirve también como medio para difamar a las organizaciones civiles críticas con el Gobierno, algunas de las cuales son apoyadas por Soros, un millonario de 87 años que aboga por la democracia y los derechos humanos en el mundo.
En el mundo de Orban, los activistas de las organizaciones civiles son sólo «soldados de Soros», de los que el Gobierno conoce «por sus nombres» a 2.000, amenazó el primer ministro el pasado viernes en declaraciones en la radio pública. «Sabemos exactamente quién trabaja para hacer de Hungría un país de inmigrantes y cómo lo hace».
¿Amenazas vacías de Orban o realmente en Hungría los servicios secretos están vigilando a las personas comprometidas con los refugiados, los sin techo o los gitanos?
No sólo la propaganda parece jugar a favor de Orban, sino también la división de la oposición aumentan las opciones del primer ministro a la reelección: una encuesta del instituto Republikon del martes situaba a su partido Fidesz una intención de voto del 41 por ciento, seguido de lejos del radical de derechas Jobbik, con el 21 por ciento, y los socialdemócratas del MSZP con el 19 por ciento.
El derecho electoral húngaro favorece al partido más fuerte, que en este caso sería el Fidesz: 106 de los 199 escaños en juego se entregan en distritos electorales únicos, donde basta ser el partido más votado para llevarse el mandato directo. Ello hace prever que las elecciones del domingo concluirán con mayoría absoluta para Orban.
Una muy probable reelección que augura aún más problemas para una Unión Europea, que ya enfrenta muchos desafíos: Italia se encuentra en una situación de bloqueo político tras unas elecciones que no arrojaron mayorías claras y a ello se suman los debates sobre reformas, un nuevo marco presupuestario y una reforma sobre el sistema de asilo en el bloque.
Y un Orban reforzado con un respaldo fuerte en las urnas no hace prever tiempos fáciles en el Consejo Europeo, la última instancia de decisión en el bloque.
«Será seguramente uno de los interlocutores más difíciles para negociar», pronostica Stefan Lehne, del «think tank» Carnegie Europe. «Pero tampoco se descarta poder llegar a acuerdos con él».
La canciller alemana, Angela Merkel, y el resto de jefes de Estado y Gobierno de la UE quieren cerrar antes de junio una reforma del derecho de asilo en el bloque. Y Orban podría ser un problema.
Ya se ha mostrado contrario a aceptar una cuota de migrantes vinculante, como recomendó recientemente el político alemán Manfred Weber, del partido bávaro CSU, hermano de la CDU de Merkel. Y Orban sabe que en ese rechazo cuenta con el respaldo de otros países de Europa central y oriental.
Sin embargo, la terquedad de Orban puede tener también un punto débil: el bienestar económico de su país depende en gran medida de subvenciones europeas, que constituyen en torno al cuatro por ciento de su producto interno bruto (PIB).
Esas subvenciones son sin embargo una manifestación de solidaridad en una UE con un desarrollo desigual. ¿Puede entonces esperarse del receptor a cambio algo de solidaridad al enfrentar la cuestión de los refugiados? Recientemente Merkel dio a entender que sí, al insinuar la idea de hacer depender las ayudas en el prdsupuesto a partir de 2021 de una actitud constructiva del receptor en cuestiones de asilo.
Bruselas cree por ello que no habrá una ruptura abrupta entre Hungría y la UE. «Orban es un político extremadamente inteligente y está muy bien conectado», señala Lehne, del Carnegie. «Su política no es proeuropea, pero sabe exactamente hasta dónde puede llegar».
Por Gregor Mayer (dpa)