PARÍS (dpa) – Un François Hollande sorprendentemente resistente utilizó su anunciada rueda de prensa del martes para acabar de un plumazo con el escándalo de faldas que amenazaba con empañar la presentación de un giro clave de su política económica.
«Catastrófico» había sido el adjetivo utilizado por el diario «Le monde» para describir el lío en que se hallaba sumido Hollande tras las revelaciones de sus supuesto affaire con la actriz Julie Gayet, aireadas por la revista «Closer». «Llega en el peor momento para el presidente Hollande», añadía el rotativo.
Justo cuando Hollande intentaba salir a flote de un «apocalíptico» 2013 marcado por la revuelta fiscal, el creciente desempleo y una serie de tropiezos de su gobierno que hundieron su popularidad, «el jefe de Estado se vio obligado a justificar su vida privada», señalaba «Le Monde».
Pero lo cierto es que al final, el mandatario socialista salió bastante airoso de su primera confrontación con la prensa desde que estalló el escándalo.
Hollande entró con paso firme a la lujosa sala del trono del Palacio del Elíseo para su tercera conferencia de prensa formal desde que asumió la presidencia, hace 20 meses. E inmediatamente comenzó a detallar su plan para intentar reavivar la economía a través de un mix de exenciones fiscales, recortes en el gasto y reformas estructurales.
Según el líder socialista, que en una ocasión dijo «no me gustan los ricos», su objetivo no es «agradar» a los empresarios, sino crear empleo. Amarrado a sus colores políticos, defendió que es un socialdemócrata, ante los meses de debate que lo tildaban de izquierdista retrógrado o de pragmático, como él mismo dijo una vez.
Como prueba de ello citó su propuesta de «pacto de responsabilidad», en el que ofrece a las empresas 30.000 millones de euros (41.000 millones de dólares) en rebajas fiscales hasta 2017 a cambio de aumentar las contrataciones. «Necesitamos que las empresas creen empleo», dijo reconociendo que los puestos de empleo patrocinados por el gobierno apenas han reducido el desempleo juvenil.
Además, Hollande anunció un duro golpe al gasto público y la racionalización de la burocracia local. Pero aunque se mostró cómodo a la hora de hablar de política, el mandatario de 59 años no lo estaba tanto cuando era preguntado por su agitada vida personal o sobre si su pareja oficial, la periodista Valerie Trierweiler -hospitalizada el viernes al parecer por depresión- sigue siendo la primera dama.
«Estos son momentos dolorosos, pero tengo un principio: las cuestiones privadas se tratan en privado», zanjó, aunque prometió aclarar la situación antes de su visita oficial a Estados Unidos, prevista para el 11 de febrero. También intentó acabar con los rumores sobre que puso a riesgo su seguridad acudiendo a sus citas secretas a bordo de una moto.
En su reportaje, «Closer» aportaba fotografías de un hombre con casco que aparentemente es Hollande llegando al apartamento de Gayet en una scooter Piaggio. «Mi seguridad está garantizada en todas partes y en todo momento», se defendió el presidente. «Que nadie se preocupe al respecto».
«Para quienes lo dudaban, el presidente salió al paso como realmente es: un hombre con determinación, combativo y tenaz, que va directo al grano: el destino de Francia», dijo el líder parlamentario del grupo socialista Bruno Le Roux. François Bayrou, del centrista MoDem, fue más cauto y celebró el «giro» en la presidencia de Hollande, aunque afirmó que tendría que haber llegado antes.
Según un sondeo publicado el pasado domingo en «Le Journal du Dimanche», un 77 por ciento de los franceses considera que el affaire es un asunto privado. Con todo, a Hollande le esperan peliagudas cuestiones en las próximas semanas, entre ellas si Francia debería tener una primera dama o no.
Por Clare Byrne