Gijón se ha quedado pequeño en la jornada de hoy, para celebrar son su Sporting del alma el ansiado ascenso a Primera División, logrado el domingo en el Benito Villamarín sevillano. Desde primera hora amaneció engalanada para homenajear a sus héroes, y todas las previsiones se quedaron cortas.
El recorrido oficial dio comienzo en torno a las 18.30 horas, desde el punto neurálgico y emblemática de El Molinón, y por espacio de algo más de tres horas, afición y equipo se agradecieron mutuamente lo conseguido esta temporada. Que en resumen podría ser un ascenso, pero que ha sido mucho más en el global. El sentimiento sportinguista ha brotado este año por los cuatro costados, y lo de ayer en Gijón fue un clímax difícilmente recordable a orillas del Cantábrico. Porque puede en cifras igualara al último gran éxito de los gijoneses, con el desaparecido Manolo Preciado en el banquillo – presente hoy en todos y cada una de las celebraciones- porque este Sporting ha sido capaz de conseguir algo más, quizá con una paralelismo brutal a aquel 2008, pero con un matiz clave: los grandes ídolos son esta vez, en su gran mayoría de casa. Ha sido el triunfo de Mareo, de una apuesta personal de Abelardo que ha derivado en la Liga de las Estrellas, con un proyecto inicial que invitaba a pensar en cosas mucho más mundanas. Pero este grupo de guajes de Mareo ha sido capaz de tocar el cielo, peleando contra todo y todos en una temporada especialmente complicada.
Y el Sportinguismo tiene muy claro a quien le debe agradecer este sueño cumplido, al margen lógicamente de los futbolistas: El Pitu. El técnico gijonés se ha convertido en el faro, referente, guía y emblema de un sueño para muchos imposible, como era el de regresar a la élite del futbol profesional con gente de la casa, de Mareo, con sentimiento de un club por el que lo han dado todo siempre, y esa es la recompensa.
Tal parecía que la Plaza Mayor de Gijón al final del trayecto, como las propias calles de la ciudad se habían reducido para dar tanto cabida a tanto aficionado, mucho más que agradecido. Porque si el paseo en el autocar descapotable fue un baño de masas para el equipo gijonés, lo de la Plaza Mayor – y alrededores – se define únicamente como indescriptible.
Los protagonistas compartieron todos los honores desde el balcón consistorial, con el gran Enrique Castro Quini – además de mejor delegado de la recién abandonada categoría, posiblemente una de las mejores personas del mundo – Y Abelardo Fernández como centro de todos los agradecimientos. Mutuos. Por doquier. Incluso desmesurados. Pero es que este Sporting se merece lo vivido hoy, y mucho más.
Una ciudad feliz como lo fue la Capital del Principado días atrás con el Real Oviedo – el fútbol asturiano vuelve a ser referente en ascensos esta campaña – y con una histórica celebración de Mareona rojiblanca, que superado el shock inicial por la forma que se consiguió, espera ya de nuevo al mejor fútbol del mundo para la campaña próxima: aquí, en El Molinón.
Por Jaime Ceñal