Bogotá, 13 nov (dpa) – La vida política del ex presidente colombiano Álvaro Uribe (2002-2010), quien a sus 61 años afirma tener «todavía bríos» para «servirle al país», transcurrió hasta ahora entre atentados y múltiples amenazas que obligan a más de 300 hombres a estar atentos a su vigilancia.
El martes el gobierno informó de que la inteligencia policial descubrió un presunto plan de la guerrilla de las FARC para atentar en su contra. Uribe ha sido en los últimos tiempos una de las imágenes más representativas de la derecha colombiana y un duro opositor del presidente Juan Manuel Santos.
Su gobierno, que duró ocho años, es recordado por la bandera de la «seguridad democrática» que planteaba una lucha armada contra los grupos ilegales y el narcotráfico.
Mientras que antecesores como César Gaviria (1990-1994), Ernesto Samper (1994-1998) y Andrés Pastrana (1998-2002) han optado por ver desde lejos el acontecer nacional y en algunos casos se han mantenido por varios años más allá del escrutinio público, Uribe ha preferido seguir con su vida política, que completa más de 30 años.
Tras ser alcalde y concejal de Medellín, además de senador y propulsor de una decena de leyes, Uribe comenzó a ser reconocido a nivel nacional cuando llegó a la gobernación del departamento de Antioquia, que estuvo a su cargo entre 1995 y 1997.
Su lucha contra las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) fue desde ese entonces casi una obsesión.
Para muchos analistas la entrada de Uribe a la política se convirtió en una oportunidad para llevar a cabo la «misión» de vengar la muerte de su padre Alberto Uribe, asesinado por las FARC en un intento de secuestro en 1983.
El ex mandatario ha confesado en diversas ocasiones ser uno de los enemigos más acérrimos del «terrorismo» de las FARC, grupo que lo ha tenido en la mira desde su candidatura a la presidencia en 2002 cuando fue blanco de un ataque con una bomba activada al paso de su caravana.
Inclusive, durante su posesión meses después, la guerrilla volvió a atentar contra Uribe y lanzó varios cohetes hacia la Casa de Nariño (sede de gobierno) que se desviaron y cayeron en un barrio contiguo causándole la muerte a 27 personas y heridas a 13.
Al tiempo que las FARC planeaban un nuevo ataque contra el entonces presidente, su gobierno intensificaba la ofensiva militar en todo el país, que dejó varios de los más duros golpes contra ese grupo como la muerte de alias «Raúl Reyes» y el rescate de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, los dos en 2008.
El ex jefe de Estado, que entregó a Santos, quien fuera su ministro de Defensa, el poder en 2010 con la confianza de que el nuevo mandatario seguiría la misma línea de su gobierno, dejó de apoyar a su «delfín» a los pocos días de que este jurara como presidente por discrepancias en diversos temas.
La mayor crítica contra Santos de parte de Uribe ha sido la decisión del Ejecutivo de iniciar desde el año pasado un proceso de paz con las FARC para finalizar más de medio siglo de conflicto armado interno.
Para Uribe las conversaciones no se pueden dar en medio de «los ataques, los secuestros y los asesinatos» que las FARC siguen realizando en todo el país, por lo que decidió hacer oficial su oposición con la creación del movimiento Uribe Centro Democrático, cuyo objetivo es lograr un amplio espacio en las elecciones parlamentarias y presidenciales del próximo año.
Hace dos semanas el movimiento derechista eligió como candidato al ex ministro Óscar Iván Zuluaga con el 56 por ciento de los votos en una convención de ese colectivo, que transcurrió en medio de reclamos de algunos sectores por una supuesta «falta de garantías».
Las amenazas contra Uribe siguen siendo una constante al igual que su actividad política. Este martes, el gobierno de Santos reveló que de acuerdo con informes de inteligencia policial la columna móvil Teófilo Forero de las FARC planea atentar contra el ex mandatario.
Zuluaga pidió suspender los diálogos al considerar que el supuesto plan es «una muestra fehaciente de la hipocresía y la doble moral de las FARC que mientras firma engañosamente acuerdos en La Habana continúa atentando contra la ciudadanía y contra la oposición democrática».
El presidente del Congreso, el senador Juan Fernando Cristo, cree que no es justificable que la guerrilla haga este tipo de planes mientras que en La Habana se avanza en las conversaciones.
Por Tatiana Rodríguez