Berlín, 22 jun (dpa) – La economía social de mercado forma parte del ADN de la historia reciente de Alemania. El «bienestar para todos» surgió como un eslogan de campaña de Ludwig Erhard hace 70 años pero echó raíces, si bien hoy, en medio de las grandes turbulencias mundiales, muchos se preguntan cómo trasladar al futuro este modelo de éxito del pasado.
«Erhard es inigualable», sentenció con motivo del 70 aniversario el actual ministro de Economía germano, el conservador Peter Altmaier, sobre quien fuera canciller entre 1963 y 1966 y que está considerado como el padre del milagro económico alemán.
En tiempos de globalización y digitalización con cambios históricos en la forma de producción, los políticos aseguran que continuarán con la fórmula, pero ¿de qué manera?
Para muchas personas no hay demasiados motivos de celebración. La escena transcurre en Berlín-Reinickendorf, un barrio «problemático» en palabras de Ingrid Winterhager, donde viven muchos desempleados de larga duración e inmigrantes. Delante de una iglesia evangélica la gente hace cola para llevarse verduras, pan, embutidos y queso donado por supermercados porque se ha cumplido su fecha de vencimiento. Los «clientes», como se los llama aquí, son mujeres y hombres de todas las edades, familias con niños. Una vez a la semana pueden llevarse alimentos a cambio de 1,50 euros (1,73 dólares) por hogar.
La demanda ha crecido en los últimos años, relata la pedagoga municipal Winterhager (61). «Para muchas personas que vienen por primera vez esto es un paso enorme, algunos llegan llorando».
Michael Oberländer, un discapacitado grave de 58 años, cuenta que tiene un ingreso mensual inferior a 400 euros (460 dólares). Sin la ayuda alimentaria no podría subsistir. «La política nos deja tirados», asegura. Un voluntario del comedor es aún más claro: «Los 10.000 de la cima tienen todo, la clase media se va desintegrando y nosotros nos quedamos con los restos».
«Los restos» es una forma dura de decirlo, pero es así como se sienten los más pobres, sin perspectivas, y el temor al futuro se extiende a la clase media. En las grandes ciudades muchos no encuentran ya viviendas asequibles y a causa del cambio a la economía digital tienen miedo de perder su trabajo.
Y todo esto en un país como Alemania, que lleva nueve años de crecimiento, donde el desempleo sigue bajando y los ingresos aumentan por encima de la inflación, es decir en teoría en situación ideal.
¿Por qué no todos disfrutan del auge? «Si uno analiza la situación en Alemania en 2018, se ve que la brecha social entre pobres y ricos se ha profundizado y que el conflicto social va en aumento», asegura el politólogo e investigador de la pobreza Christoph Butterwegge.
En su opinión, esto es resultado de los «pecados» de los últimos años: desregular el mercado laboral, las medidas neoliberales de la llamada Agenda 2010 y la flexibilización del despido. Así como los «minijobs» o trabajos a tiempo parcial con sueldos mínimos y un amplio sector de la población que tiene salarios bajos. Por el otro lado, se han eliminado o bajado los impuestos al capital y a las ganancias.
«Las promesas centrales de la economía social de mercado eran ofrecer seguridad social y ocuparse de que hubiese igualdad», dice Ulrich Schneider, de la asociación Paritätischer Gesamtverband, que aglutina a numerosas organizaciones de asistencia social y de salud. «Esto implica que la sociedad no se desintegre, que todos sean incluidos aunque sean débiles. Pero si uno mira la evolución se constata que esta promesa no se mantiene como mínimo desde el cambio de milenio».
Michael Hüther, director del Instituto de la Economía Alemana, un organismo cercano al mundo empresarial, niega que esto sea así. «No es verdad que la brecha entre pobres y ricos aumente constantemente ni que la clase media se esté reduciendo», afirma, y defiende el componente social de la economía de mercado. Hüther argumenta que tanto la creación de empleo como los salarios reales han aumentado en los últimos años.
Pese a ello, reconoce que hay que mejorar muchas cosas, y sobre todo que en una fase de globalización y digitalización, con una competencia cada vez mayor de China y conflictos comerciales con Estados Unidos, se plantea la pregunta de cómo mantener un orden económico comprometido con lo social y que funcione a largo plazo.
Una palabra que se oye con frecuencia es que el cambio es «disruptivo», es decir que la revolución digital puede transformar de manera radical sectores enteros en un mundo globalizado… y muy rápido. Los robots asumen cada vez más trabajos y eso genera mucha incertidumbre.
«La globalización creó más bienestar, pero naturalmente esto es difícil de entender para aquellos que temen por su puesto de trabajo», asegura Dieter Kempf, presidente de la Asociación Federal de la Industria Alemana. «La economía tiene una responsabilidad social», es necesario modernizar la economía social de mercado de Ludwig Erhard, subraya.
Desde la política suenan también las alarmas, sobre todo por el auge de los partidos extremistas, xenófobos y nacionalistas, que conectan con los temores a los que los partidos tradicionales a menudo no han sabido dar respuesta.
«La digitalización transforma las reglas de juego del capitalismo», dijo hace poco la líder del Partido Socialdemócrata alemán, Andrea Nahles. «Con las reglas de la economía social de mercado nos ocupábamos de que todos se beneficiaran del aumento del bienestar, que se redujeran los grandes riesgos vitales y que el ascenso social fuese posible a través de la educación de forma independiente al sexo, clase social o procedencia -subrayó-. Este modelo está en crisis».
Por Andreas Hoenig (dpa)