Schwangau (dpa) – Majestuoso se erige el icónico castillo de piedra blanca en la cima de una montaña al pie de los Alpes bávaros. Desde lo alto, una vista magnífica: lagos, colinas, frondosas copas de abetos y un profundo desfiladero.
En el idílico paisaje prealpino de Algovia, el castillo de Neuschwanstein parece casi irreal, como salido de un cuento de hadas. También los 150 años de su historia podrían ser un cuento —uno de sueños, fantasías y fracasos-.
El origen y la cronología del monumento más visitado de Alemania están directamente relacionados con la vida y muerte de su constructor, el rey Luis II de Baviera.
A la muerte de su padre, Luis II se convirtió en rey de Baviera a la edad de 18 años. El joven heredero al trono no tenía experiencia, ni en la vida ni en la política: los asuntos de gobierno estaban en manos de su Gabinete y, según los historiadores, sus propios ministros eran sus principales opositores.
En 1866, el ejército bávaro, en alianza con Austria, perdió la batalla de Sadowa, una contienda decisiva en la Guerra de las Siete Semanas entre el imperio austríaco y la expansionista Prusia del canciller Otto von Bismarck. Su desenlace consolidó la hegemonía prusiana.
Se dice que Luis II calificó la derrota de fracaso personal. Para huir de su desdichada realidad, el rey comenzó a buscar refugio en un mundo de fantasía y ensueño. Los testigos contemporáneos lo calificaron de «excéntrico», otros pensaron que estaba loco.
Su visión de un magnífico castillo sobre la garganta del río Pöllat también sonaba a locura. Luis II había pasado los veranos de su infancia en el castillo de Hohenschwangau, y la montaña con las ruinas de una antigua torre fortificada que se divisaban desde la residencia familiar ya habían atraído su atención de niño.
En una carta al compositor Richard Wagner, al que le unía una gran amistad, escribió que quería construir sobre el desfiladero de la montaña un edificio «al estilo genuino de los castillos medievales de los caballeros alemanes» y que esperaba poder habitar allí en tres años.
Los decorados de las sagas musicales de Richard Wagner y el castillo de Wartburg, cerca de la ciudad de Eisenach, en Turingia, sirvieron de inspiración para el romántico castillo. Una vez rebajada con dinamita la cima de la montaña, se colocó el 5 de septiembre de 1869 la primera piedra.
Desde la base hasta la punta de la torre, el castillo estaba equipado con la técnica más moderna de la época. La calefacción era proporcionada por un sistema de tuberías que en invierno soplaba aire caliente en las habitaciones.
La cocina y el comedor estaban unidos por un montacargas. El castillo disponía además de agua corriente caliente y descarga automática de los inodoros.
Las suntuosas salas ostentan piedras preciosas, oro refulgente y coloridas vidrieras. Las pinturas murales se inspiraron en las óperas de Richard Wagner y contienen escenas de Lohengrin y Parsifal pobladas de caballeros y santos.
A medida que avanzaba la construcción, la fachada exterior de piedra caliza blanca del castillo se asemejaba cada vez más a un cisne extendiendo su esbelto cuello lentamente hacia arriba.
El mágico palacio de estilo neorrománico se convirtió en antítesis de la revolución industrial y al mismo tiempo en símbolo de la perdición de Luis II.
Desde la puerta fortificada, cuyo piso superior le serviría de vivienda durante años, el rey pudo observar los trabajos de construcción al mismo tiempo que, según fuentes de la época, crecían sus caprichos y demandas.
Los costos finales de construcción de Neuschwanstein ascendieron al doble del presupuesto original: hasta la muerte del rey una suma equivalente a más de 100 millones de euros (111 millones de dólares).
Un año después del inicio de la construcción, el conde von Holnstein, asesor de Luis II, envió a Bismarck un telegrama con una petición que le ofrecería al primer ministro y canciller prusiano una excelente oportunidad para negociar la unidad alemana y la adhesión de Baviera al Imperio Alemán.
Así rezaba la misiva: «Altamente confidencial. El rey de Baviera ha incurrido en aprietos financieros con la construcción de edificios y teatros. Seis millones de florines serían una suma satisfactoria, a condición de que no llegue a conocimiento de los ministros. Por este monto también decidiría acerca de la Proclamación del Imperio Alemán[…]».
Luis II nunca llegó a ver terminado su Neuschwanstein. En junio de 1886, el rey murió en extrañas circunstancias, probablemente ahogado en el lago de Starnberg.
Poco antes, el gobierno bávaro había declarado su incapacidad para gobernar y obligado al monarca a abandonar el castillo de Neuschwanstein aludiendo una supuesta enfermedad mental.
Seis semanas después de la muerte del «rey loco», su familia abrió las puertas del castillo al público, convirtiéndose éste rápidamente en un gran reclamo turístico. Neuschwanstein se terminó de construir en 1892 de forma simplificada.
Lo que una vez fuese el retiro de un tímido rey es ahora el destino de millones de turistas de todo el mundo. El edificio más fotografiado de Alemania recibe una media de 7.000 personas al día, cada cinco minutos entra un nuevo grupo en las salas diseñadas por Luis II.
Hasta la fecha, el castillo ha recibido a lo largo de su historia alrededor de 69 millones de visitantes.
Con motivo del 150 aniversario, el ministro de Finanzas y Desarrollo Regional de Baviera, Albert Füracker, anunció un hallazgo especial: se encontró la primera piedra del castillo de Neuschwanstein.
Con ayuda de los planos del edificio se localizó la piedra en la llamada Casa de los Caballeros, cubriendo una cápsula de metal que contiene los documentos de la ceremonia, retratos de Luis II, planos del edificio y una figura de la Virgen María.
Una unidad de fuerzas especiales de la brigada regional de investigación criminal escaneó las paredes durante varias horas con un detector de minas hasta que se pudo encontrar el ladrillo.
Por razones de protección del monumento, la Administración de Palacios de Baviera ha decidido no quitar la piedra de la mampostería, de manera que aún no se ha podido examinar exactamente el contenido de la cápsula.
Actualmente, en el castillo de Neuschwanstein se están llevando a cabo importantes obras de restauración que costarán al estado federado de Baviera unos 20 millones de euros (22 millones de dólares).
Las obras de restauración y la presencia de los andamios no han afectado las visitas. El tratamiento completo de belleza —grietas en las paredes exteriores, vitrales inestables, paredes descoloridas, suelos de madera dañados— se extenderá hasta 2020. Por lo demás, todo parece estar igual —como si el rey Luis II sólo hubiese acabado de marcharse-.
Por Carolin Gissibl (dpa)