(dpa) – El internado Schloss Salem, ubicado junto al Lago de Constanza en Alemania, tenía previsto celebrar de otra manera su centésimo aniversario. La idea era festejar el cumpleaños con un importante evento, con invitados especiales. Pero entonces llegó la crisis por el coronavirus y desbarató todos los planes.
Las clases se suspendieron a mediados de marzo y el evento fue aplazado. Tendrá lugar el año próximo, según informó el director de la escuela, Bernd Westermeyer.
De todas maneras, no es la primera vez que Salem se enfrenta a un desafío. La historia de esta escuela privada está llena de turbulencias, relata Westermeyer.
Fue fundada en 1920 por el príncipe Maximiliano de Baden, su asesor Kurt Hahn y el pedagogo Karl Reinhardt. Alrededor de diez años después, con el nacionalsocialismo, llegó el primer golpe: el judío Kurt Hahn tuvo que huir al Reino Unido.
En 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, Salem pasó a la órbita de la Inspección de Internados Alemanes y las escuadras militares nazis SS asumieron la dirección. En julio de 1945, la escuela fue cerrada, aunque en noviembre pudo volver a abrir sus puertas.
A mediados de los 80 fueron anulados los derechos de usufructo del castillo de Salem por parte de la dinastía Baden, hasta que la casa margrave y la escuela llegaron a un acuerdo de usufructo a largo plazo en 1996.
En 2010 el 90 cumpleaños del internado se vio ensombrecido por acusaciones de abusos. El ex director Bernhard Bueb, que dirigió la escuela privada entre 1974 y 2005, dijo entonces a los medios: «Hubo situaciones en las que alumnos se dirigieron a mí o a otros empleados y aseguraron que fueron víctimas de abusos». Los docentes responsables fueron despedidos de inmediado y la Fiscalía inició una investigación.
Hoy esta entidad educativa junto al Lago de Constanza es una escuela con constitución propia, un parlamento estudiantil y servicios comunitarios, en los que los jóvenes participan, por ejemplo, en actividades con los bomberos.
«Con alumnos y docentes que provienen de más de 40 naciones y una oferta educativa políglota, valores como la multinacionalidad, el cosmopolitismo y la tolerancia forman parte de la cotidianidad de la escuela Schloss Salem», escribió el primer ministro de Baden-Wurtemberg, Winfried Kretschmann, en un texto sobre el centenario.
La escuela cuenta con una historia tumultuosa y evidentemente es percibida de manera diversa por la sociedad. Por un lado, es considerada una entidad conocida internacionalmente, forja de elite, de la cual egresaron numerosos famosos. Entre ellos, por ejemplo, el príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II de Inglaterra, y la reina Sofía de España.
Pero también persisten algunos prejuicios: «Se decía que el internado era una escuela de la elite autoproclamada y que ahí se ocupaban de los hijos venidos a menos», apunta Westermeyer. Y subraya: «Son prejuicios que una vez formulados quedaron y lamentablemente nunca se revisaron».
También suelen circular historias sobre drogas. Westermeyer las niega: «Desde los años 70 realizamos tests al azar o en casos de sospecha. Y cada prueba positiva derivó en la inmediata rescisión del contrato escolar». Por lo demás, en todo el mundo no hay una escuela libre de drogas, acota.
El director se explica de la siguiente manera el hecho de que algunos prejuicios con respecto a la escuela se mantengan tanto tiempo en Internet pero también en medios o en otras publicaciones: «Las personas hacen presunciones: El que es rico no tiene nada que hacer y tiene mucho dinero. ¿Qué hacen los jóvenes entonces? Lógico, compran drogas. Pero a veces también influye la envidia. A la gente le gusta buscar lo negativo».
Y es que la escuela Schloss Salem, con un costo de unos 44.000 euros (unos 48.000 dólares) al año, es seguramente el internado más caro de Alemania, estima Westermeyer. «En comparación internacional, por ejemplo con Suiza, Salem no llama la atención. Nosotros como alemanes siempre miramos al Estado y decimos: papá Estado debe poner a disposición la educación. En otros países más bien dicen: Lo más importante en la vida son mis hijos, así que invierto en su futuro».
Un estudio de la Fundación Friedrich Ebert publicado en 2018 criticó otro aspecto: los niños y jóvenes de familias migrantes suelen asistir a una escuela privada con mucha menos frecuencia que aquellos que provienen de familias pudientes.
«Las escuelas privadas parecen ofrecer una opción para implementar sus intenciones en el ámbito educativo a aquellos que están a favor de la diferenciación y de garantizar su status», señaló la Fundación. «¿Cómo pueden aprender a entenderse jóvenes de diferente origen social y étnico si no pueden compartir experiencias? ¿Cómo se puede desarrollar así la empatía o la solidaridad?».
La presidenta de la Asociación de Ex Alumnos de Salem, la condesa Karin von Strachwitz-Helmstatt, considera que no es apropiado decir eso de Salem.
Por un lado, señala, un tercio de los estudiantes son becarios, muchos de los cuales son hijos de inmigrantes. «Por lo tanto, independientemente del país de origen, también llegan a Salem estudiantes de otro origen económico».
Por el otro, von Strachwitz-Helmstatt indica que en los internados presumiblemente hay una mayor cantidad de extranjeros que en otras escuelas. «Crecen junto con los estudiantes alemanes y no pocas veces a eso le sigue un estudio o quedarse a vivir en Alemania», comenta la ex alumna de Salem.
Por Kathrin Drinkuth (dpa)