Viena, 16 dic (EFE).- Los dos grandes partidos austríacos, el SPÖ socialdemócrata y el ÖVP popular, renovaron hoy su gran coalición de Gobierno con una menguante mayoría parlamentaria, el pleno rechazo de la oposición y la creciente fuerza de una ultraderecha que saca provecho de la parálisis política en el país alpino.
Con sólo 99 de los 183 miembros del nuevo Legislativo, el apoyo de que dispone este bipartito es el más débil de la larga historia de la llamada «gran coalición», que ha marcado la política de Austria durante 41 de los 68 años de democracia desde 1945.
En las elecciones del pasado septiembre, los dos principales partidos sumaron solo el 50,8 por ciento de los votos, lejos del casi 90 que sumaban en la década de 1960.
El jefe del Partido Socialdemócrata (SPÖ), Werner Faymann, repite como canciller, y el líder del Partido Popular (ÖVP), Michael Spindelegger, será de nuevo vicecanciller pero esta vez asume la importante cartera de Finanzas.
Los ministerios restantes son repartidos a partes iguales, con Defensa, Asuntos Sociales, Infraestructuras y Educación en manos socialdemócratas, y Exteriores, Economía, Justicia e Interior para los conservadores.
Las dos formaciones necesitaron dos meses de negociaciones para la reedición de su acuerdo de coalición, ante el que las reacciones en la calle y en las redacciones periodísticas no han sido muy positivas.
«La reacción va desde un gran aburrimiento a la decepción. En principio, los austríacos quieren una gran coalición pero desean o un contenido reconocible o, al menos, un poco de visión», comentó Christian Rainer, editor del semanario político «Profil».
Los sondeos realizados tras las elecciones mostraron que un acuerdo entre los dos partidos tradicionales era visto como la fórmula preferida por la mayoría de la población, principalmente porque la alternativa sería un Ejecutivo del que formara parte el ultranacionalista FPÖ, tercera formación más votada.
En las elecciones de septiembre su discurso xenófobo, populista y euroescéptico fue respaldado por el 21 por ciento de los votantes, pero una reciente encuesta eleva su techo electoral hasta el 26, lo que lo colocaría como principal fuerza política del país.
Por eso, Rainer no duda en que, si no surgen visiones de futuro, más carisma o contenidos tangibles, el FPÖ será el ganador de las próximas elecciones, previstas para 2018.
«Con esta variante de coalición, Faymann y Spindelegger solo han comprado cinco años más de su propia supervivencia», dijo a Efe el responsable de la revista política más prestigiosa del país alpino.
No solo la oposición al completo ha criticado que el programa de Gobierno deja sin respuesta grandes cuestiones, como la reforma de la educación o de la Administración pública, en lo que se ve como un mero documento para gestionar el reparto de poder.
También las universidades, tanto estudiantes como rectores, se han mostrado escandalizadas por la decisión del nuevo Ejecutivo de integrar el Ministerio de Ciencias en el de Economía.
Por eso, unos 300 estudiantes se manifestaron hoy contra el nuevo Gobierno delante de la sede de la Presidencia, donde prestó juramento ante el jefe de Estado, Heinz Fischer.
Además, el aumento de algunas tasas, como la del tabaco o el alcohol, y la no aprobación de un impuesto a las grandes fortunas, han sido señalados como claros incumplimientos electorales por parte del ÖVP y del SPÖ, respectivamente.
Los dos partidos argumentan, también para acallar críticas internas, que un acuerdo de este tipo requiere compromisos y concesiones, y que es imposible contentar a todo el mundo.
El principal mensaje del nuevo Gobierno es mantener los buenos indicadores económicos del país, que ha resistido la crisis con entereza, y lograr de aquí al año 2016 un déficit cero.
Entre los nuevos ministros, destaca Sebastian Kurz, el responsable de Exteriores, un joven de 27 años sin titulación universitaria aunque con experiencia como secretario de Estado de Integración durante los últimos dos años.
Kurz, del ÖVP, afirmó que espera aportar algo de frescura a la política exterior de Austria, hasta ahora en manos de su jefe y mentor, Spindelegger.
Antonio Sánchez Solís