Bogotá, 7 abr (dpa) – Los colombianos conmemorarán el lunes los 70 años del «Bogotazo», la revuelta popular que dejó semidestruida a Bogotá por el asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán, un hecho que partió en dos la historia del país.
El crimen más impactante del siglo pasado en Colombia se enmarcó en la violencia que protagonizaron los partidos Liberal y Conservador, y es visto por historiadores como algo estrechamente relacionado con el origen del conflicto armado que aún se resiste a desaparecer, si bien en 2016 se firmó la paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Aunque las raíces del conflicto han sido buscadas en la pobreza y la exclusión política, lo ocurrido el 9 de abril de 1948 en el centro de Bogotá explica en buena parte la historia que desde entonces se ha escrito sobre Colombia.
Gaitán, que tenía 45 años, murió por cuatro balazos que le propinó un hombre que apenas sobrevivió unos minutos después de disparar contra el personaje más popular de ese entonces, a quien se consideraba como el más probable ganador de las elecciones presidenciales de 1950 por el Partido Liberal.
Siete décadas después del crimen, no hay una verdad única sobre las motivaciones que tuvo Juan Roa para disparar su Smith & Wesson calibre 32 en contra de alguien que era seguido con fervor por las clases populares y visto con desconfianza por los más pudientes.
Segundos después del estruendo de esos cuatro disparos, los gritos proliferaron en Bogotá. «¡Mataron a Gaitán!, ¡mataron a Gaitán!». El asesino intentó escapar pero no tardó en ser atrapado por simpatizantes del «gaitanismo».
El linchamiento privó al país de escuchar una versión del asesino sobre los móviles que tuvo para cometer el crimen.
Pero para los seguidores de Gaitán poco importaba escuchar un testimonio en un juicio. Ellos concluyeron que fue un crimen de Estado y dirigieron su furia contra el Gobierno de entonces, en cabeza del conservador Mariano Ospina Pérez (1946-1950).
Sin un líder que guiara a las bases «gaitanistas», una horda humana se dedicó durante horas a prender fuego a lo que tuviera al frente. El cielo bogotano se tiñó de negro por centenares de incendios que solo la lluvia apagó. Según la Cruz Roja, 600 personas murieron y más de 1.000 quedaron heridas.
Los policías, muchos de ellos «gaitanistas», se unieron a la revuelta y entregaron armas a la población, pero el movimiento fracasó por la falta de liderazgo. Muchos de los «revolucionarios» terminaron borrachos tras saquear los negocios de venta de licor.
Bogotá estaba muy vigilada por esos días, pues era sede de una conferencia que se convirtió en el acta de nacimiento de la Organización de Estados Americanos (OEA).
También se realizaba un congreso de estudiantes que contaba con la participación de un universitario cubano que el 7 de abril había quedado cautivado con Gaitán durante un encuentro y que empuñó las armas para unirse a la revuelta. Se llamaba Fidel Castro.
El posterior líder de la revolución cubana relató al escritor Carlos Franqui en su libro «Memorias de Franqui» que entró a un cuartel policial y tomó una escopeta de gases lacrimógenos, que cambió después por un fusil con 16 balas.
La presencia de Castro y de estudiantes de izquierda tejió conjeturas sobre la participación del «comunismo internacional» en el magnicidio. Algunos atribuyeron el crimen al Gobierno conservador y no pocos a organismos de inteligencia de Estados Unidos, que podían ver a Gaitán como un «peligro» en la región por sus ideas antiimperialistas.
El entonces candidato presidencial logró formar su movimiento «gaitanista» con las bases populares del Partido Liberal, aunque también consiguió el respaldo de sectores del Partido Conservador que comulgaban con unas ideas que pueden tener múltiples interpretaciones.
Algunos analistas dicen que Gaitán hacía un sincretismo con el fascismo y el socialismo. Otros opinan que simplemente era un populista y hay quienes lo ven como un miembro «resentido» de los estratos sociales bajos que buscó el poder con un encendido discurso.
El crimen de Gaitán es considerado como el golpe más osado de la guerra que protagonizaban sectores de los partidos Liberal y Conservador, que tiempo después hicieron un pacto para frenar esa violencia mediante un mecanismo para alternarse el poder.
El llamado Frente Nacional funcionó en cuatro periodos presidenciales (1958/1962 – 1962/1966 – 1966/1970 – 1970/1974) y consistió en inscribir en cada elección un candidato con el respaldo de los sectores oficiales de ambos partidos.
El cuestionado pacto apaciguó el enfrentamiento entre los partidos tradicionales, pero generó una situación de exclusión política que se convirtió en los años 60 y 70 en el origen del surgimiento de varios grupos guerrilleros.
Por Rodrigo Ruiz Tovar (dpa)