Madrid, 29 sep (dpa) – Corría el año 1966 cuando un joven John Lennon abrumado por el éxito decidió abrir un paréntesis en su carrera y aventurarse en el mundo del cine. Lo hizo de la mano de Richard Lester en «Cómo gané la guerra», que se rodaba en Almería, en el sur de la empobrecida España del régimen franquista.
Por aquel entonces, un entregado profesor de inglés utilizaba las canciones de los Beatles para inculcar a sus alumnos la lengua de Shakespeare. Y cuando se enteró de que Lennon estaba a unas horas en coche, no se lo pensó dos veces: tenía que conocerlo. El jueves, esta anécdota real llega a la gran pantalla de la mano de David Trueba.
Avalada por la crítica del Festival de San Sebastián, «Vivir es fácil con los ojos cerrados» supone un soplo de optimismo y luminosidad en el gris panorama que atraviesa el sector cultural español, mancillado por la crisis. Aunque para el cineasta y escritor madrileño no se trata sólo de impuestos y recortes -que también- sino de una cuestión de respeto.
«No es natural que un país haya sido tan rácano con las expresiones artísticas como el nuestro», dijo en entrevista con dpa el director de «La silla de Fernando» y «Soldados de Salamina», recordando el exilio «obligado» de Pablo Picasso o Luis Buñuel o el paso por prisión de Francisco de Quevedo o Miguel de Cervantes.
«Creo que es un defecto social que va más allá del enfrentamiento entre el poder político y la cultura», añadió. Y en ese sentido, considera que el problema está estrechamente ligado a la educación, pues es ahí desde donde se debe «fabricar el interés por la cultura». Por eso, confiesa que le resulta «muy placentero» que coincidiendo con el estreno del filme le haya tocado reivindicar a los maestros.
En «Vivir es fácil con los ojos cerrados», el actor Javier Cámara («Hable con ella») encarna a Juan Carrión, aquel idealista profesor de inglés que decidió ir en busca de Lennon para pedirle que incluyera en sus discos las letras de las canciones, pues así podría en enseñárselas mejor a sus alumnos. Hoy en día aún imparte clases.
El menor de los Trueba, hermano del ganador de un Oscar Fernando («Belle Époche»), combina este episodio con pequeñas pinceladas autobiográficas con las que va construyendo una «road movie» que sobre todo es un canto a la amistad, a los sueños y a esos «héroes anónimos que son en realidad los que construyen la Historia».
«Quería retratar a esa generación de mis padres, que no tuvieron el acceso que tenemos ahora a la cultura pero que la trataban con respeto y admiración, y eso fue lo que nos transmitieron». En la España de los 60, la gente «ansiaba más apertura, saber más», y en este sentido, su nueva película dialoga con la anterior, «Madrid, 1987», sobre el choque generacional entre un cínico y respetado articulista y una estudiante universitaria.
También hay en el filme algo de esa rebeldía que Lennon simbolizó en los 60 para gran parte de la juventud, «no sólo en la España de Franco, sino también en la Inglaterra victoriana o en Estados Unidos». Trueba la retrata en los dos fortuitos acompañantes de viaje del profesor (Francesc Colomer y Natalia Molina), que huyen del autoritarismo plantando cara a la vida.
A los jóvenes de ahora que no cierran los ojos, pero se encuentran con muchas puertas cerradas, Trueba les recuerda lo importante que es ser fiel a uno mismo. Y celebra que en los últimos movimientos sociales, como el de los «indignados», la juventud reivindicara a sus maestros. «Eso me ha gustado mucho, porque es el alumno el que hace grande al profesor.»
A sus 44 años, el cineasta, periodista y escritor sigue considerándose tan tímido como en su adolescencia, confiesa que sólo le gustan las nuevas tecnologías que acercan a las personas, «no las que robotizan las relaciones», y se declara un hombre optimista. «Suena un poco ridículo, pero soy una de esas personas que disfruta de la gente, que cree en lo que la gente puede hacer», señala.
Quizá por eso sus películas, igual que sus novelas, suelen tener un punto de ternura. Eso sí, el ganador del Premio Nacional de la Crítica por «Saber perder» tiene claro que sus historias «nacen unidas al formato», tienen «textura» de libro o de película. Hasta la fecha, ha «resistido a todas las tentaciones» de trasladar sus novelas al cine. Pero quién sabe. Puede que algún día deje que lo hagan otros.
Por Elena Box