Buenos Aires, 20 nov (dpa) – Cristina Fernández de Kirchner retomó oficialmente el mando del gobierno argentino y en menos de dos días realizó un impactante cambio de nombres: excluyó al funcionario más polémico y cuestionado, a la vez que incorporó a un dirigente con buena aceptación general. Ahora, la incógnita es si los nuevos actores modificarán el rumbo político y económico.
La opositora diputada Elisa Carrió sostuvo que la renuncia del cuestionado secretario de Comercio, Guillermo Moreno, es «una gran alegría, porque hay un fascista menos en el gobierno, pero todo seguirá igual o peor porque el (nuevo) ministro de Economía es (Axel) Kicillof», quien ganó importancia cuando el gobierno expropió el 51 por ciento de las acciones de la petrolera estatal YPF, que estaban e manos de la española Repsol.
Moreno es criticado por sus modos vulgares, su «prepotencia» y por implementar políticas como el cepo cambiario para frenar la fuga de capitales, el control de precios y las peleas con empresarios con el objetivo de frenar la inflación, en torno al 11 o 25 por ciento, según cifras oficiales o de consultoras privadas. Intervino el Indec, el instituto de estadísticas estatal, que perdió credibilidad y provocó el reto del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El senador oficialista Aníbal Fernández, ex jefe de Gabinete, dijo que Moreno «en toda su gestión sólo cumplía las órdenes de Néstor Kirchner (presidente entre 2003-2007) y desde 2007 de la presidenta».
Los diarios «La Nación» y «Clarín», enfrentados con el gobierno y críticos con Moreno, coincidieron en la lectura: ahora la presidenta «reconoció la derrota» en las legislativas del 27 octubre, cuando el oficialismo sufrió un duro revés al perder en 15 de los 24 distritos del país, entre ellos los cinco más importantes.
Acaso desde uno de los sectores más perjudicados por las políticas que implementó Moreno, el gerente de la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA), Miguel Ponce, señaló que «no se trata de funcionarios sino de políticas» y aseguró que «nadie está pidiendo ni volver a los años 90 ni aperturas ingenuas».
La oposición festejó la renuncia de Moreno a la vez que se quedó sin su blanco favorito para las críticas.
El diario «Cronista» señaló que los dirigentes reconocieron «en voz baja que la jugada de la presidenta, de cara al 2015, los dejaba mal parados y sin argumentos a la hora de las críticas, en especial a aquellos que como Sergio Massa había hecho de la inflación y de la salida de Moreno su bandera».
El diputado opositor Massa, que antes fue jefe de Gabinete de Fernández de Kirchner, fue el gran ganador de las legislativas, ya que se impuso en la provincia de Buenos Aires, el distrito más numeroso. De gira por España, el legislador electo habló por radio y dijo que la salida de Moreno es «el primer dato objetivo» de que el gobierno escuchó la derrota del 27 de octubre porque la gente está «contra la inflación» y «la prepotencia».
El arco opositor, mientras se acomoda ante el cambio de nombres, interpretó en parte que hay «una señal de la mandataria hacia adentro del peronismo de cara al 2015», indicó el «Cronista», que añadió que ahora habrá que esperar al nuevo ministro de Economía: «Kicillof es directamente estatista», advirtió «La Nación».
Martín Lousteau, ex ministro de Economía del kirchnerismo y ahora diputado opositor, dijo que le parece «bien lo echen (a Moreno) y sería mucho mejor que no hubiera estado. Pero para resolver las cuestiones más profundas tenemos que esperar el diagnóstico del nuevo ministro de Economía”». «Hay dos grandes problemas por resolver: la inflación y la pérdida de reservas del Banco Central”».
A su vez, Fernández de Kirchner designó a Jorge Capitanich como jefe de Gabinete, quien parece perfilarse como un delfín del gobierno para extender el kirchnerismo que comenzó en 2003. «La Nación» señaló que «nada cambiará» con el nuevo funcionario, que «buscará conducir la transición, construir su candidatura presidencial y mantener unido al peronismo sin que la economía explote».
Por Ignacio Pereyra