Washington, 28 jun (dpa) – La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca dio paso al periodo de mayor turbulencia de las últimas décadas en las relaciones entre Estados Unidos y México. No solo los inmigrantes mexicanos han sido demonizados por él. El propio presidente, Enrique Peña Nieto, ha sido objetivo de sus golpes.
Ahora, según las encuestas, ganará las elecciones mexicanas un político al que muchos han comparado con Trump por sus propuestas nacionalistas y su temperamento. Y una de las grandes incógnitas es cómo será la relación de Trump y Andrés Manuel López Obrador si el izquierdista realmente se impone el domingo.
Según algunos analistas, con sus ataques a México, Trump le hizo el juego a la campaña al candidato y líder del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que a sus 64 años atrae un voto protesta por la corrupción, la inseguridad y el escaso crecimiento económico en la era de Peña Nieto.
Pero pese a sus arremetidas, en lo relativo a la campaña y sus candidatos, Trump ha mantenido un perfil bajo que no se esperaba.
Ante los prototipos del muro que quiere levantar para separar a Estados Unidos de México, en marzo pronunció en San Diego unas de las pocas palabras que se le conocen sobre la campaña mexicana. «He oído que tienen algunos muy buenos candidatos y que tienen otros que quizá no son tan buenos», dijo sin dar nombres.
El nexo que establezcan él y López Obrador marcará la relación entre sus países. «El mayor foco de incertidumbre seguirá siendo Trump», pronostica Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, un conocido ‘think tank’ de Washington, anticipando mayores tensiones bilaterales.
Pese a que México ha sido utilizado por Trump como ‘punching ball’, la Administración de Peña Nieto ha mantenido la cooperación en temas importantes para Estados Unidos como la política migratoria y la lucha contra el crimen transnacional.
Con López Obrador, eso podría cambiar. «Si Trump endurece todavía más su política contra los migrantes, podría reducir los controles, generando mayores flujos de migrantes en la frontera», avanza Shifter.
Juan Carlos Hidalgo, analista del Instituto Cato, habla de una probable «relación beligerante», pero no descarta del todo que la imprevisibilidad de Trump la pueda llevar por otro lado.
«Es posible que vea en López Obrador un alma gemela que está haciendo lo que él se ve haciendo en Estados Unidos: combatir el ‘establishment’ y a una clase política corrupta y poner los intereses de su país primero. Eso podría dar un muy pequeño espacio para sorpresas», dice a dpa.
En Estados Unidos no gusta López Obrador, al que con frecuencia, por su izquierdismo, lo relacionan con la Venezuela de Nicolás Maduro y con la Cuba castrista.
«Si los mexicanos eligen a López Obrador, estarán, como los votantes que apoyaron a Trump, volando por los aires el statu quo sin saber con qué lo va a reemplazar. El resultado puede ser mayores problemas a ambos lados de la frontera», aseguró «The Washington Post» en un editorial que anticipaba una relación «más tóxica» que la «ya evenenada» por Trump.
El «establishment» político estadounidense no oculta que no le agrada la perspectiva de la victoria de López Obrador. «No sería buena para Estados Unidos ni para México», dijo el jefe de Gabinete de Trump, John Kelly, cuando aún era secretario de Seguridad Nacional.
Robert Lighthizer, representante de Comercio y jefe negociador de Nafta, la consideró un «riesgo político» a tener en cuenta por las empresas estadounidenses a la hora de invertir en México. Algunos sectores económicos, como el petrolero, temen que López Obrador intente revertir las reformas liberalizadoras de Peña Nieto. Y en Capitol Hill también se escuchan voces contarias. El senador John McCain tachó al mexicano despectivamente de «izquierdoso».
Uno de los temas de los que se ha hablado en Estados Unidos en relación con las elecciones mexicanas ha sido el de la injerencia rusa. «Sabemos que Rusia tiene tentáculos sobre elecciones en todo el mundo. Lo hemos escuchado de nuestros colegas europeos y mi consejo para México es: presten atención a lo que está sucediendo», advirtió en febrero el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson.
Para entonces, López Obrador ya se había bautizado a sí mismo como «Andrés Manuelovich», mofándose de quienes aseguraban que la mano del Kremlin iba a tratar de impulsar su victoria.
Los analistas consultados por dpa consideran que los indicios que existen sobre una influencia rusa en otros procesos electorales, incluido el estadounidense, no permiten descartarla en México.
«Pero si existiera, el impacto sería limitado en México, donde la ventaja de López Obrador parece decisiva», dice Shifter. «Una ventaja de más de 20 puntos porcentuales en las encuestas es imposible atribuirla a una influencia rusa. Con o sin Rusia, López Obrador habría ganado de todas maneras», coincide Hidalgo.
Por Sara Barderas (dpa)