Bogotá, 15 jun (dpa) – Gustavo Petro ya hizo historia en Colombia, más allá del resultado del domingo. Es el primer izquierdista que llega a la segunda vuelta de las elecciones en un país con una dolorosa historia de violencia política.
Líderes socialistas como Jaime Pardo, Bernardo Jaramillo o Carlos Pizarro no tuvieron la posibilidad. Tampoco caudillos que desde el liberalismo plantearon fórmulas que comprometían al statu quo, como Luis Carlos Galán, Jorge Eliécer Gaitán o Rafael Uribe.
Cuando se habla de que la izquierda no ha sido opción de poder en Colombia, expertos señalan a un talante conservador, a una enorme habilidad de las derechas para concertar y a los errores de un progresismo inmerso en inútiles polémicas internas.
Pero analistas como Juan Álvarez piden no olvidar los «asesinatos quirúrgicos» de líderes «seleccionados» o de partidos enteros, como pasó de 1985 a 1995 con la Unión Patriótica (UP).
Jhon Jairo Velásquez, jefe de pistoleros del narco Pablo Escobar y ahora propagandista del candidato Iván Duque, planteó en redes asesinar a Petro y los petristas. Pero ya no parecen épocas para esas aberraciones y más bien generó gran repudio.
Petro, ex guerrillero del grupo M-19, se ha podido movilizar con cierta tranquilidad pese al discurso de odio en su contra. No han faltado agresiones, pero solo una resultó grave.
Distinto a las elecciones de 1990, cuando desde la derecha, aliada con narcotraficantes y/o fuerzas del Estado, se mató a los comunistas Pardo y Jaramillo, al liberal Galán y al socialista Pizarro.
Pardo lideraba la UP -unión del Partido Comunista y guerrilleros desmovilizados de las FARC-, cuando fue asesinado en 1987, a los 46 años. Lo sucedió el aún más carismático Jaramillo, baleado en 1990 cuando, como candidato presidencial, se iba de gira.
«Mi amor, no siento las piernas. Esos hijueputas me dieron», le dijo a su novia antes de expirar Jaramillo, de 34 años, comunista «chévere» que siempre bromeaba y tenía un chiste listo.
Las balas también acabaron con Pizarro, líder del desmovilizado M-19 y quien, a los 38 años, se perfilaba como un candidato presidencial con un arraigo mucho más allá de la izquierda.
En ese 1990, el ganador tendría que haber sido el candidato del Partido Liberal, Galán. No se le podría etiquetar como de izquierdas, pero sí como un centrista decidido a acabar con las mafias y a reconstruir un país sobre la base de la moralidad.
El triunfo de Galán se daba por hecho cuando fue asesinado, a los 45 años, en un mitin. Era en teoría el hombre más custodiado del país por su enemistad con los capos y su muerte solo se podía ejecutar con complicidad de agentes del Estado. Igual que con Pizarro, muerto dentro de un avión en pleno vuelo.
Bogotá casi no tiene centro histórico, pues la mayor parte acabó incendiada el 9 de abril de 1948, cuando turbas salieron a vengar la muerte del caudillo Gaitán, a quien solo la muerte le podía negar el designio de llegar con cambios a la presidencia.
Al jefe de la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria -facción del Partido Liberal- lo mató de tres balazos un desempleado con problemas psiquiátricos, al que lincharon de inmediato. Diversas pesquisas apuntan a que hubo quienes aprovecharon su condición para incitarlo al asesinato.
Más de 3.000 personas murieron en el «Bogotazo», episodio en el que Colombia perdió al líder del cambio y que dio comienzo al período de «La Violencia», en las que las muertes se contaron por cientos de miles.
Ya en 1914, el dirigente liberal Rafael Uribe, que impulsó a Carlos Marx y Jean Jaures y defendió ideas socialistas en su partido, había sido asesinado a machetazos, a los 55 años.
Desde grandes líderes hasta bases, ser izquierdista en Colombia ha sido motivo para que la vida esté en riesgo. La UP perdió cerca de 5.000 miembros, incluidos 21 congresistas, 70 concejales y 11 alcaldes, asesinados de uno en uno o en masacres.
Todo empeoró cuando a las bases liberales, primero, y a los socialistas después, se les cerraron las puertas de la democracia y se les forzó a organizarse en guerrillas que cayeron en el juego de la destrucción y ayudaron a implantación un discurso dominante de odio a toda izquierda.
El legendario sacerdote Camilo Torres cayó en pleno tiroteo como guerrillero. El líder de la resistencia liberal Guadalupe Salcedo fue asesinado tras firmar un acuerdo de paz con el conservatismo. El promisorio líder liberal Rodrigo Lara pagó con su vida la lucha contra el narcotráfico.
La lista es inacabable. De ahí que lo de Petro, más allá de que se esté de acuerdo o no con sus ideas, podría abrir, según analistas, un capítulo con una competencia más leal, incluso cuando tiene a un rival como Duque, que cuenta entre quienes lo apoyan a varios gestores del paramilitarismo.
Por Gonzalo Ruiz Tovar (dpa)