Nueva Delhi, 24 nov (dpa) – Hace cinco años, los terroristas convirtieron la metrópolis financiera india de Bombay en un escenario de guerra.
Con armas automáticas y granadas de mano atacaron hoteles de lujo, la estación ferroviaria principal, un café frecuentado por turistas y un hospital. Durante más de 60 horas, mantuvieron la ciudad como rehén.
Los atentados, conocidos en el país como «26/11», dejaron cicatrices profundas en la memoria colectiva de India. En aquel momento, las fuerzas de seguridad no tenían suficiente personal, tenían escasa formación y su equipamiento era muy deficiente. Entre otros, no poseían chalecos antibalas y las armas eran muy viejas.
«Actualmente, somos casi igual de vulnerables», opinó Omair Ahmad, analista de la Fundación Friedrich Naumann. Una de las críticas principales en aquel entonces fue la escasa coordinación entre las tropas del estado y las nacionales, lo que impidió una intervención eficaz. «Este problema sigue siendo tan grande» como en el pasado, añadió Ahmad.
El trauma que dejó el ataque -que duró tres días y en el que los terroristas mataron a 166 personas- sigue teniendo consecuencias en la actualidad.
Para tranquilizar a la población, en Bombay hay vehículos blindados en las calles y cámaras de vigilancia en estaciones de trenes. Además, en toda India se instalaron detectores de metal frente a hoteles y centros comerciales.
Sin embargo, las grabaciones tomadas por las cámaras apenas son luego analizadas y los miembros de las fuerzas de seguridad tienen una formación insuficiente, según expertos. La mayoría de las medidas son sólo cosméticas y no hacen más seguro al país, dijo por su parte Ajai Sahni, del Instituto sobre Gestión de Conflictos en Nueva Delhi.
En realidad, los atentados tendrían que haber marcado un punto de inflexión en la política de seguridad del país: aparecieron lemas como «Tolerancia cero para el terrorismo» y «Nunca más», el gobierno implementó algunas medidas, fue creada una autoridad de investigaciones contra el terrorismo y además hay más colaboración entre los servicios secretos y comandos especiales del Ejército.
«Pero es como un edificio con 200 puertas y ventanas, todas rotas y abiertas. Si uno repara diez de ellas, aún no es una seguridad eficaz», opinó Sahni.
Los expertos señalan que las ciudades indias necesitan más protección que las europeas debido a que limitan con regiones en conflicto, ante todo en referencia a Pakistán.
Los diez miembros del grupo de atacantes de Bombay pertenecían a la agrupación terrorista radical islámica Lashkar-e-Taiba y llegaron a India desde Pakistán por mar. Sólo pocas horas antes de los atentados se habían logrado avances en las lentas conversaciones de paz entre las dos potencias nucleares.
Los extremistas musulmanes están en contra de estas negociaciones. Los miembros de Lashkar-e-Taiba consiguieron su objetivo: inmediatamente después de los atentados, India suspendió las negociaciones de paz y exigió a su archienemigo destruir la «infraestructura del terrorismo» en el país.
Pero el fundador de Lashkar-e-Taiba e instigador de los ataques, Hafiz Saeed, fue liberado tras un breve arresto domiciliario y puede moverse con libertad en Pakistán. Asimismo, un proceso judicial en Pakistán contra siete presuntos implicados en los atentados de Bombay se prolonga desde hace años sin resultados.
En cambio, en India fue ejecutado hace un año Ajmal Kasab, el único atacante que sobrevivió.
«Una de las consecuencias más importantes de los ataques de 2008 fue que la opinión pública en India se opuso a los esfuerzos de acercamiento con Pakistán», explicó Sushant Sareen del Instituto de Estudios y Análisis de Defensa en India.
Los gobiernos en Nueva Delhi e Islamabad reanudaron en 2011 las conversaciones sin haber entendido la magnitud del efecto que tuvieron los ataques del 26/11 sobre la sociedad india.
«En algún momento, en un futuro cercano, Pakistán podría volver a convertirse en un amigo, pero en este momento, la realidad es diferente», sostuvo Sahni.
El analista Ahmad, que escribió la novela «Jimmy the Terrorist» sobre la radicalización de jóvenes musulmanes en India, advierte del creciente peligro generado desde el interior.
Cada vez que hay manifestaciones políticamente motivadas contra musulmanes existe el riesgo de radicalización. «Lo encontramos como un tema transversal en la literatura del grupo terrorista indio Muyahidín: ellos aprovechan los incidentes como argumento para arremeter contra el Estado indio», explicó Ahmed.
Por Sunrita Sen y Doreen Fiedler