San Sebastián, 26 sep (dpa) – Los fans del Álex de la Iglesia más esperpéntico están de enhorabuena: el cineasta vasco regresa a ese humor negro de «Acción mutante» o «El día de la Bestia», y lo hace con una guerra de sexos que culmina en un impactante aquelarre.
«Las brujas de Zugarramurdi» llega mañana a las salas de cine precedida por su mediática presentación en el Festival de San Sebastián, donde Mario Casas y Hugo Silva hicieron furor en la alfombra roja y Carmen Maura recibió emocionada el primer Premio Donostia a una actriz española.
Al ganador del León de Plata en Venecia por «Balada triste de trompeta» le «encanta» que digan eso de «Álex en estado puro», confesó en conversación con dpa y un pequeño grupo de medios. Quizá esta vez se ha dejado llevar más por sus gustos o «manías», pero afirma que sigue siendo el mismo. Eso sí, ha disfrutado de lo lindo.
En «Las Brujas de Zugarramurdi», los guapos más taquilleros del cine español dan vida a dos improvisados atracadores de una tienda de compro oro en Madrid. Jose (Silva), es un padre divorciado que no quiere separarse de su hijo y Tony (Casas), relaciones públicas en paro de la discoteca Esperma.
En su apresurada huida a Francia, conocen a un taxista aficionado al ocultismo. Los tres tienen sus motivos para desconfiar de las mujeres, pero para cruzar la frontera han de pasar por un pueblo con una terrible leyenda negra sobre brujería. Y ellos van cargados con 25.000 alianzas de oro, una mina de mal karma.
Cuenta De la Iglesia que el origen de la película está en todos los libros de filosofía y antropología que no se leyó en la universidad, y acabó devorando más tarde. Ahí estaban las teorías sobre el matriarcalismo vasco de Julio Caro Baroja y las historias sobre los aquelarres que aún se celebraban en la España de los 50.
Además, quiso rescatar la historia de Zugarramurdi, un pueblo navarro en la frontera con Francia donde en 1610 fueron acusadas de brujería 40 vecinas, de las que 12 acabaron en la hoguera. Es el Salem español, «sólo que en Salem realmente no ocurrió gran cosa», afirmó. «El concepto actual de brujería procede de lo que contaron estas sorgiñas ante el Santo Oficio».
De esa exploración en la historia y las tradiciones, De la Iglesia recupera personajes de la mitología vasca como el Gargantúa o el Ziripot. Y no le preocupa que fuera no capten estos elementos. «Los americanos no se plantean si nosotros lo entendemos, evidentemente no entendemos la fiesta de los huevos (de Pascua), pero vistas 500 pelis estás como en tu casa.»
Así, Carmen Maura, Terele Pávez y Carolina Bang representan a tres generaciones de una familia de brujas capaces de caminar por el techo y adictas al «elixir» de sapo. Los tres fugitivos caerán irremediablemente en sus redes, víctimas de una sed de venganza contra los hombres para reinstaurar el reino de la diosa madre.
«Quise reírme de la guerra de sexos, de lo tontos que somos los hombres y lo malas que pueden ser algunas mujeres», explicó De la Iglesia. No obstante, su película es también una particular historia de amor, aunque no hay que engañarse: «En el fondo, el amor es una relación de poder, una confrontación entre dos personas que se necesitan tanto que no pueden vivir el uno sin el otro», declaró.
Con más de 700 extras, la mayoría mujeres y muchas de ellas descendientes de aquellas sorgiñas vascas, «Las brujas de Zugarramurdi» es también una ambiciosa producción con unos efectos especiales que pocas veces se ven en el cine fantástico español. Como la monstruosa Venus de Willendorf que domina el aquelarre.
«Yo hubiera preferido no utilizar ningún tipo de efectos y haber encontrado una mujer de 20 metros de alto con tetas de dos toneladas cada una, pero a pesar de hacer un buen casting no la hemos encontrado», ironizó el ex presidente de la Academia de Cine Español. «Estoy muy contento y muy orgulloso del resultado.»
Según anunciaba recientemente la revista «Variety», tras su estreno mundial en Toronto y luego en San Sebastián, «Las brujas de Zugarramurdi» ya se ha vendido en más de 40 países. Una prueba más de que el humor de De la Iglesia, por muchos elementos locales que tenga, también es universal. Su título en inglés lo dice todo: «Witching & Bitching», brujeando y «puteando».