Maputo (dpa) – Hace 30 años, cuando cayó el Muro de Berlín, a Jose Cossa lo metieron en un avión de regreso a Mozambique. Había estado trabajando durante años en la República Democrática Alemana (RDA) y le habían prometido que parte de su salario lo estaría esperando en su país natal a su regreso.
«Pensé que me convertiría en un hombre de negocios», asegura Cossa. El futuro parecía brillante: hablaba alemán perfectamente y había completado un período de prácticas laborales. Pero de vuelta a Mozambique no había ningún dinero esperándolo. «Nos estafaron», dice con amargura.
Tres décadas después, Cossa, que cuenta ahora con 56 años, y el resto de trabajadores africanos que fueron a trabajar a la extinta República Democrática Alemana (RDA) –los denominados Madgermanes– continúan esperando ver cumplidos los contratos y promesas.
Fue en 1979 cuando la República Popular de Mozambique, en plena guerra civil, llegó a un acuerdo para el envío de mano de obra a trabajar a empresas estatales de la RDA. En total, unos 21.000 mozambiqueños y unos 6.000 angoleños fueron enviados a la Alemania del Este como trabajadores temporales.
Niños de Mozambique y de Namibia -antigua colonia alemana que también se encontraba entonces en estado de guerra- fueron igualmente enviados a la RDA después de que un campo de refugiados sufriese un bombardeo. Cientos de jóvenes fueron educados en Stassfurt, cerca de Magdeburgo.
Naita Hishoono fue una de ellas. Llegó siendo muy joven a la República Democrática Alemana, donde pasó décadas. Tener que regresar de nuevo a Namibia supuso para ella un gran choque cultural, explica en un perfecto alemán.
Hoy en día dirige el Instituto namibio para la Democracia, en Windhoek, y se considera afortunada. Algunos de los niños que, como ella, crecieron en la RDA y fueron devueltos a su hogar, terminaron a su regreso en las calles de Namibia o murieron. «Hogar» es un término difícil de definir cuando se ha crecido en dos sitios distintos.
Cossa recuerda con claridad su llegada a la Alemania del Este. Era marzo de 1983, todavía era invierno y él hasta entonces no había visto nunca la nieve. Vivió junto a sus compatriotas en un dormitorio común, recibió formación como carpintero y trabajó en Zeulenroda, Turingia.
Hasta el 60 por ciento del salario de los trabajadores contratados fue retenido para supuestamente ser transferido a una cuenta bancaria mozambiqueña. Cossa esperaba poder utilizar ese dinero para empezar una nueva vida a su regreso.
El dinero era desesperadamente necesario: cuando en 1992 terminó la guerra civil en Mozambique, más de un millón de personas habían perdido la vida y la economía estaba destruida. Los que regresaron a sus casas se encontraron con que el capital prometido nunca llegó a sus cuentas privadas, explica Cossa.
¿Dónde fue a parar ese dinero? El historiador Hans-Joachim Doaring opina que Mozambique probablemente lo utilizó para pagar sus deudas.
Pero no todo: apunta que el gobierno de Maputo «sabía que una parte de los salarios no se enviaría a Mozambique como se había prometido, sino que permanecería en la RDA». Doaring sospecha que se cometió fraude por ambas partes.
Günter Nooke, el delegado para África del Gobierno alemán, declaró al respecto que se trata de «un problema interno» del país africano. Y añadió que el Gobierno federal germano no puede intervenir «en lo que salió mal en Mozambique o tal vez fuese de manera deliberada decidido políticamente».
Anna-Raquel Masoio, de 51 años, también sufrió el supuesto fraude. Esta mozambiqueña no quería irse de la RDA pero asegura que tuvo que hacerlo por estar embarazada.
Como trabajadora temporal tenía prohibido quedarse encinta. «No todo era fácil en la Alemania del Este. Había gente que hacía comentarios racistas», dice, «pero me gustaba mi vida allí».
Ganar dinero, ir a la discoteca o al cine con amigos. «La música era buena, la echo de menos», asegura. También recuerda la comida: «la carne no me gustaba mucho pero los pasteles eran deliciosos».
A su vuelta como madre soltera a un país destrozado por la guerra civil le costó mucho tiempo encontrar trabajo. Comenzó como obrera en la construcción y trabajó luego como asistente médica pero no pudo cumplir su sueño de convertirse en enfermera.
Cossa lamenta que su experiencia profesional en la RDA no le haya servido de nada. Todos los miércoles sale a la calle con tambores para protestar frente al Ministerio de Trabajo en Maputo. Sabe que no obtendrá lo que reclama. Pero al menos encuentra consuelo con otros Madgermanes que también buscan justicia.
Por Gioia Forster y Ralf E. Krüger (dpa)