«Asturias recibió el año pasado más de dos millones de visitantes. Con una estimación prudente, es probable que la cantidad definitiva ronde los 2.200.000, la mayor de toda la historia. En noviembre, el número de noches contratadas ya superaba los cinco millones, un listón inimaginable hace bien poco. El cálculo de la aportación del turismo al valor añadido bruto rebasó el 10%, porcentaje que demuestra la pujanza de un sector con más de 42.800 empleos. En 2013, hace tres años, esa tasa se limitaba al 7,65%.
Sé que las descripciones a brochazos siempre tienen un punto de simplificación, pero hay realidades que son incontestables. He elegido cuatro datos, sólo cuatro, que bastan para probar que 2016 fue un excelente ejercicio turístico para Asturias. Incluso para un tipo tan rácano con los adjetivos como yo resulta obligado hablar de un año sobresaliente, de esos que permiten sacar pecho de lata con los balances y estadísticas.
Y, sí, en efecto, 2016 estuvo muy bien. Además, con méritos propios. A partir de los compromisos asumidos en la concertación, el Gobierno ha negociado y acordado el Programa de Turismo Sostenible 2020. El trabajo de la Consejería de Empleo, Industria y Turismo también ha permitido aprobar la regulación de las viviendas de uso turístico mediante un decreto consensuado que garantiza la calidad y evita la competencia desleal. El esfuerzo del mismo equipo ha conseguido además aumentar la oferta de vuelos del aeropuerto, que a partir de mayo incluirá un enlace con Munich. La terminal del Principado cerró el ejercicio con un notable aumento de pasajeros del 14,5% respecto al año anterior. Es de justicia reconocer el acierto y los avances ganados en esta legislatura en el despliegue de las conexiones aéreas.
Ya está, ya nos hemos esponjado bastante: estamos aquí para lucir lo conseguido, pero sobre todo para hablar de lo que pensamos hacer. Sé que, contra lo que sostiene el refrán, el buen paño no se vende solo en el arca, que hay que insistir en el autoelogio, pero qué quieren que les diga, lo de prenderse medallas en la pechera delante del espejo me resulta un ceremonial cansino y bastante ridículo. A mí lo que me interesa es que el turismo mantenga su empuje y que el Gobierno continúe haciendo las cosas bien para promoverlo. Los trofeos, para las vitrinas.
Además, hoy es un buen día para reflexionar también sobre otras cuestiones. Por ejemplo, para tener en cuenta que el éxito turístico de 2016, y me refiero a toda España, responde en buena medida a factores como el aumento de la demanda interna y al declive imprevisto de destinos competidores. Nos hemos beneficiado de unas circunstancias excepcionales que han repercutido en el crecimiento del empleo y la actividad. Un euro muy bajo frente al dólar, tipos de interés ínfimos y demanda sobrevenida por problemas en otros países, como Turquía, conforman un cuadro extraordinario.
La cautela obliga a recordar que estos buenos datos se enraízan en un terreno movedizo, muy sujeto a vaivenes de coyuntura, y que España no puede postergar el refuerzo de sus anclajes económicos. De momento, los efectos del brexit no se han hecho notar, pero habrá que estar atento a la evolución de la economía británica, origen de uno de nuestros principales flujos turísticos. Igual cautela debemos mostrar ante la evolución de los precios del petróleo, la desaceleración del crecimiento y, en general, con la progresiva pérdida de intensidad de los vientos de cola que nos han favorecido los últimos ejercicios. Eso, sin adentrarnos en el amplio territorio de las incertidumbres que se ha ido expandiendo en los últimos meses y que, me temo, continuará creciendo en los próximos tiempos. Quiero decir que la necesidad de aumentar la solidez de nuestra estructura económica es perentoria. Aludo a la capacidad industrial y a la mejora de la productividad, objetivos en los que deberíamos empeñarnos todas las administraciones en esta legislatura. Por desgracia, están muy recientes las dolorosas lecciones de los peligros que conlleva un desarrollo asentado sobre la llamativa pero gaseosa combinación de sol y auge inmobiliario.
Esa imprescindible mejora de la planta industrial y productiva debe hacerse, además, de la mano de otra política económica en la Unión Europea, precisa para salvar de la muerte por inercia e incapacidad de rectificación a uno de los grandes proyectos políticos que sobreviven en el siglo XXI. La propia UE ha de ser más pertinaz en sus planteamientos industriales para soportar la competencia creciente de sus competidores tradicionales y de las economías emergentes.
Son asuntos que, es obvio, merecen un análisis más amplio y complejo. Con estas palabras sólo pretendo llamar la atención sobre la importancia de que nuestra economía tenga las bases más firmes posible. Es fantástico ser una potencia turística mundial, pero no nos conformemos. El suelo que pisamos tiembla con demasiada facilidad.
En Asturias tampoco debemos darnos por satisfechos. Al menos, el Gobierno no se lo va a permitir. Nuestros planes para 2017 son ambiciosos. Más que en el número exacto de pernoctaciones y de visitantes –cuántos más, mejor, qué duda cabe-, cuando el sector ha recuperado la actividad y el dinamismo previos a la crisis, toca trabajar en su consolidación, en definir mejor sus rasgos.
Este objetivo es importante. Ayer se entregaron las placas a los 21 primeros establecimientos acogidos a la marca Sidrerías de Asturias, calidad natural. Es un distintivo que prosigue el camino desbrozado con Casonas de Asturias, Mesas de Asturias y Aldeas de Asturias. En todas ellas, el fin común es el fomento de la calidad. Soy consciente, todos lo somos, de que cada iniciativa de este tipo provoca siempre titubeos y recelos, junto con quejas más o menos razonables, algunas propias de las resistencias al cambio. Precisamente, lo peor que podríamos hacer es quedarnos quietos y complacernos con lo alcanzado. Para el turismo, la mejora de la calidad no es opcional; para mi gobierno, empeñado en que ese sector se afiance como uno de los más dinámicos de nuestra economía, tampoco. Superada la aportación del 10% al valor añadido bruto, es razonable pensar en, cuando menos, igualar la media nacional, que rebasa el 11%.
Por nuestro paisaje, por nuestra riqueza natural y cultural, por la potencia de nuestra gastronomía y otras cualidades reunimos condiciones a favor para que la calidad sea la seña distintiva de la oferta turística asturiana. Vamos a romper las amarras de la inercia, siempre narcóticas, para trabajar por esa meta; vamos a superar los resquemores y recelos a las innovaciones que estimulen la calidad porque los demás, todas las comunidades que compiten con Asturias, están también en esa carrera y no podemos quedarnos atrás.
Quedarse parado, repito, sería un pésimo error. Este año tenemos que desplegar también las iniciativas incluidas en el Plan Estratégico de Turismo y, en particular, dar prioridad a las nueve líneas de trabajo, acordes con las tendencias del mercado: turismo gastronómico, de naturaleza, rural, deportivo, cultural, industrial, ciudades, villas marineras y los caminos de Santiago. A propósito de las rutas jacobeas, les adelanto que en pocas semanas les informaremos sobre la concreción financiera correspondiente a las diez líneas de trabajo incluidas en el Libro Blanco presentado en noviembre. En ese detalle colaboran las consejerías de Presidencia, Cultura y Turismo, con la idea de hacer de este patrimonio de la humanidad un gran eje de desarrollo turístico y cultural para Asturias.
Antes mencioné la apertura del enlace aéreo con Munich. Quienes siguen la información turística saben que la captación de visitantes extranjeros es una vieja aspiración, casi una letanía en todos los planes de expansión turística de Asturias. Me atrevo a decir que hoy estamos en mejores condiciones que nunca para alcanzarla, gracias a las campañas de promoción y, sobremanera, a la ampliación y mejora de la oferta de vuelos del aeropuerto. En 2016, el crecimiento del pasaje internacional se situó en un 42,7%. La mejora de las conexiones con Londres, el abaratamiento de los precios para viajar a Madrid, el vuelo a Venecia… todo ello confluye para favorecer ese constante y contrastable despegue del turismo extranjero, que aumenta a un ritmo muy superior al nacional. El Reino Unido, Francia, Alemania e Italia serán los mercados prioritarios en este ejercicio. En segundo lugar, les seguirán Portugal, México, Estados Unidos y Bélgica. Como ven, trabajamos con fronteras amplias, lo más amplias posibles para que Asturias sea un destino conocido y valorado internacionalmente, y no sólo en el continente europeo.
El año pasado, reitero, ha sido un espléndido año turístico. Ese resultado no es patrimonio del Gobierno de Asturias. El mérito principal corresponde, sin que quepa duda, a los empresarios, con quienes queremos seguir trabajando de la mano, con plena colaboración y disposición al diálogo. El Principado, quede claro, no está para disputar protagonismos, sino para contribuir al éxito colectivo. Eso es lo que vamos a continuar haciendo todo este mandato, y en esa intención el aumento de la calidad es una pieza básica. Seamos autoexigentes y colaboremos en ese objetivo para ofrecer a quienes nos visitan lo mejor de nosotros mismos»