BERLÍN (dpa) – En los años 60 y 70, el autostopista con el dedo levantado y un cartel hecho a mano era parte del paisaje de una carretera. El creciente número de coches y el deseo de tener uno propio hicieron que la práctica cayera en desuso, pero ahora hay un renacimiento y una mejor organización gracias a Internet.
Desde un punto de vista local, sigue siendo una forma buena y rápida de ir de A a B, sobre todo en áreas donde hay poca oferta de transporte público. El alto precio de billetes de autobús y de tren, unido al de la gasolina, ayudan a la resurección del autostop.
Tener un coche propio ya no es tan importante como hace unos años, según se demuestra con el auge de iniciativas como el «carsharing». Sobre todo los más jóvenes empiezan a tener una conciencia medioambiental y aunque piensan en el autostop, siguen prefiriendo compartir viajes, práctica que ofrece mayor seguridad.
Pero en el autostop entra en juego una gran dosis de aventura. «Es una forma propia de movimiento, sin dependencias. Se conoce a mucha gente y se aprende también mucho de las personas», afirma Jona Redslob, de 24 años y que desde hace tiempo busca viajes con el dedo pulgar en alto. Su viaje más largo, en Rusia: casi 4.000 kilómetros desde Krasnojarsk hasta Moscú.
En Alemania hay incluso competiciones de autostop, en los que se premia al viajero que alcance antes la meta. En 2014, por ejemplo, hubo que cubrir la distancia entre Aquisgrán, en el oeste del país, y Ambleteuse, en Francia. El dúo ganador recorrió los 370 kilómetros en sólo 4:44 horas.
Redslob asegura que en Alemania se puede hacer bien autostop. «Hay muchos autos y una buena red de carreteras». Los autostopistas veteranos no se sitúan, sin embargo, en cualquier parte de la carretera, sino en puntos donde un vehículo pueda parar y recogerlos con seguridad. Un directorio de buenas ubicaciones se puede encontrar en el portal de Internet Hitchbase, en el que los autostopistas describen también sus experiencias y comparten consejos.
Lo que no se puede predecir ni preparar es quién va a parar. «A mí me han llevado incluso en un Bentley y un Porsche», cuenta Redslob. Los autostopistas evitan los camiones porque suelen tener rutas muy fijas y porque comparativamente son más lentos.
En cuanto al seguro, rige la misma norma que se si se viaja en el vehículo de un amigo: el seguro del vehículo cubre también al pasajero casual.
La policía ve de forma crítica el fenómeno y lo desaconseja. «En el caso de mujeres es mejor que usen las centrales para compartir viaje, apenas hay delitos», afirma Harald Schmidt, de la Brigada de Prevención Criminal de la Policía alemana. Una medida de precaución es enviar una foto de la matrícula a familiares o amigos.
También los conductores deben tener cuidado de a quién suben en su coche, determinar con antelación el destino y dejar al autostopista preferentemente en sitios concurridos. Se pide extremar las precauciones al pasar una frontera para no ayudar a alguien a cruzar ilegalmente a un país.
Redslob cree que actualmente, gracias a la conectividad con los celulares y a las posibilidades de hacer fotos, hay al menos una sensación de seguridad mayor que la que había en los años 70.
Por Claudius Lüder