Simferópol, 16 mar (dpa) – Liubov Mijailova agita orgulloso su papeleta de votación, para que todo el mundo vea que ha votado por la adhesión de Crimea a Rusia. «Es nuestro hogar, nuestra patria», asegura esta mujer de 53 años en la capital de Crimea, Simferópol.
«Domoi w Rossiju» -hacia casa hacia Rusia- reza el eslogan del gobierno prorruso de la península. Más de la mitad de este territorio autónomo de Ucrania son rusos. Por eso el autoproclamado jefe de gobierno de Crimea, Serguei Aksionov, cuenta con que una abrumadora mayoría votará a favor de independizarse de Ucrania y anexionarse a Rusia.
A casi nadie le preocupa que ni la Unión Europea (UE) ni Estados Unidos estén dispuestos a reconocer los resultados del referéndum que hoy se celebra en Crimea.
«Es nuestro derecho como pueblo decidir sobre nuestro propio destino», afirma el Jevgeni, obrero de la construcción. También él votó a favor de unirse a Rusia. «Allí viven mis familiares. Y no reina el caos, como en Kiev».
La toma de poder del nuevo gobierno pro-occidental de Arseni Yatseniuk en Kiev, a 800 kilómetros de Crimea, ha despertado los temores de muchos en la península. Temen sufrir una represión por ser rusoparlantes y socios comerciales del país vecino.
Pero también les importa el hecho de que en Rusia haya más dinero. Los pensionistas rusos reciben unos 9.917 rublos mensuales de media (195 euros/271 dólares), casi el doble que en Ucrania. Y con complementos, para muchos la cantidad aumenta significativamente. Así se ve reflejado en los gráficos que los activistas prorrusos muestran en la plaza de Lenin, en el corazón de Simferópol. Allí, ante el monumento al líder revolucionario ruso ondean banderas crimeas, que con sus colores azul, blanco y rojo recuerdan mucho a las rusas.
También el nieto de Nikolai, un jubilado, agita una bandera. Nikolai se ha inscrito en una milicia y porta orgulloso en el brazo un brazalete rojo en el que puede leerse: «Amigo de Crimea».
«Tenía cinco años cuando me regalaron», afirma este hombre que ha cumplido los 65, recordando como en 1954 el entonces presidente de la Unión Soviética, Nikita Jrushchov, regaló Crimea a Ucrania. «Ahora volvemos a casa», afirma Nikolai con una sonrisa en los labios, con la vista perdida entre un mar de banderas.
Pero no todos están felices. La minoría musulmana tártara, tradicionalmente proucraniana, está boicoteando en gran parte la consulta popular. Y también los ucranianos consideran ilegal el referéndum. «Cómo podemos tomar una decisión de forma independiente cuando por todas partes hay hombres armados», se pregunta el empresario Dmitri, de 33 años.
En los locales electorales no se ven paramilitares. Pero hombres uniformados sin distintivos, probablemente rusos, han rodeado los cuarteles ucranianos de Crimea. Además, milicias prorrusas y cosacos con látigos vigilan los edificios importantes, mientras hombrse enmascarados con metralletas controlan el tráfico.
Lo hacen sólo como protección ante los fascistas y ultranacionalistas de Kiev y del oeste de Ucrania, aseguran las autoridades. «Crimea es el lugar más estable de Ucrania», afirma el presidente del parlamento crimeo, Vladimir Konstantinov.
En tanto, en las calles de la ciudad portuaria de Sebastopol, sede de la Flota rusa del Mar Negro, los uniformados han establecido un puesto de control. Frente a él se acumula el tráfico mientras controlan la documentación y registran los vehículos.
En Sebastopol se respira un ambiente de alegría anticipada. «Ya somos una ciudad rusa», asegura Vadim, conductor de minibús. Casi ninguno de los 350.000 habitantes de esta localidad habla ucraniano.
En el paseo marítimo, un hombre posa orgulloso con una bandera blanca, azul y roja, mientras de fondo un barco de guerra ruso bloquea la entrada para que no puedan zarpar las embarcaciones ucranianas, que quiere confiscar el gobierno de Crimea.
En Sebastopol apenas se ven traseúntes que no lleven la cinta negra y naranja de San Jorge en la solapa, como distintivo de su fidelidad a Rusia. Un grupo de jóvenes espera que comience un concierto en la céntrica plaza de Nachimov. Ahí es donde se celebrará esta noche la victoria. «Entonces volveremos a pertenecer oficialmente a Rusia», afirma Vadim.
Por Benedikt von Imhoff