(dpa) – Muchos viajan a Europa, pero ¿cuánta gente conoce Dinamarca? De entre todas las bellezas naturales e históricas que hay para conocer en el continente, pocos hablan de este país casi escondido. Pero tiene muchos lugares para descubrir. Uno de ellos es la isla de Fanø, habitada por apenas 3400 personas, pero que en algún momento llegó a tener la segunda mayor flota del país.
No es un sitio para cualquiera. Es para viajeros que buscan algo muy especial, personas que quieren saber cómo es saborear el invierno, olerlo, sentirlo en la piel, y luego regresar a una habitación cálida a la luz del fuego. En la mañana de Fanø todo es gris y escarcha. No hay ni un alma. La playa se despliega vacía sobre un horizonte que parece infinito. Dentro de ese panorama, Fanø tiene fama de ser un lugar muy acogedor.
Helen Dörte Mähler, de 37 años, está acostumbrada a caminar con viento en contra. Lleva un traje de nieve y da algunos pasos cautelosos en la marisma del Mar del Norte. La marea está baja, el mar se ha retirado y ha dejado una fina capa de hielo.
Invierno en el Mar del Norte
Helen sabe que los primeros minutos son los más difíciles. Después de un ratito, el paso se acostumbra a avanzar como si estuviera caminando sobre el limo. Esta joven suele hacer visitas guiadas en la isla, en la que, entre otras cosas, se pueden ver lobos marinos y focas grises en su hábitat natural.
Helen es de Hamburgo, pero vive desde hace más de cuatro años con toda su familia en una de las casas típicas del lugar, con techo de paja. Son tan tradicionales que 75 de ellas están bajo protección histórica, sobre todo en el pueblo de Sønderho, que en 2011 fue elegido como el más hermoso de toda Dinamarca. En este pueblo las casas tienen como mucho dos plantas. Algunas parecen estar un poco torcidas, otras tienen una ventana o una puerta ladeada. «Es que no tienen fundamento», explica Helen durante el recorrido por el pueblo.
Isla de marineros
La iglesia de Sønderho es de fines del siglo XVIII y cuenta con 15 maquetas de barcos que fueron armadas, en su gran mayoría, por marineros del lugar con mucho esfuerzo y mucho cariño. En algún momento de la historia, Fanø contaba con la mayor flota después de Copenhague y tenía casi tres veces más habitantes que hoy. Pero ya no queda nada del antiguo puerto en el este del pueblo. Está cubierto por arena.
En la zona occidental de la isla hay 15 kilómetros de playa, que atraen a los turistas para largos paseos. Allí se instaló ya en 1891 el primer balneario terapéutico danés.
Cosiendo en la cocina
Lone Müller Sigaard está sentada en la cocina de su casa, a cinco minutos del punto de atraque del transbordador. Estuvo cosiendo una chaqueta para acompañar el traje típico de la isla, aunque tiene una que pertenecía a su bisabuela y otra que pertenecía a su madre. La tradición del pueblo puede sentirse en cada rincón. Además, a Lone le encanta sentarse a coser en las tardes de invierno. «Los trajes son parte de la tradición local, que nunca ha dejado de estar muy presente. También le haré uno a mi hija», cuenta.
Bodas en Fanø
Lo que en muchos sitios suele ser un «remake» de tradición para las fotos de los turistas, en Fanø es vida diaria, folklore vivo, aunque las mujeres no estén todo el día vistiendo trajes típicos. De hecho el pueblo parece ser atractivo para parejas que quieren consagrar su amor. Unas 500 parejas llegan todos los años para contraer matrimonio en Fanø. «La temporada alta es entre mayo y septiembre, y luego también vuelven en diciembre», comenta Lone.
¿Por qué se da este fenómeno? En los meses de invierno Fanø da algo que otros lugares no tienen: la sensación de contención, de estar cuidado cuando afuera hace frío y está oscuro. Un sitio ideal para «escaparle» al invierno haciéndole frente con calidez a la luz tibia de las velas.
Por Andreas Heimann (dpa)