Madrid, 31 mar (EFE).- La educación que se da en las aulas no debe estar en una burbuja y no se la puede exigir permanentemente unos compromisos de bondad y ética que, en la práctica, cuando el alumno sale a la calle, no los encuentra y puede crearle dudas, ha dicho a Efe el experto educativo Ángel Santamaría.
Maestro y profesor de Lengua y Literatura española de Secundaria, Santamaría ha trabajado en los gabinetes de los ministros de Educación Mercedes Cabrera y Ángel Gabilondo y acaba de publicar el libro «Heducación se escribe sin hache» (editorial Debate), título con el que quiere reflejar que cuando se habla de este tema hay que hacerlo con rigor.
Santamaría recuerda en su obra unas palabras de Robert F. Kennedy -«La educación es la clave del futuro, la clave del destino del hombre y de su posibilidad de actuar en un mundo mejor»-, y sostiene que en la escuela se hace un «gran esfuerzo» pero luego la sociedad, con unos medios «poderosísimos» como la televisión, refleja una sociedad cada vez «más deshumanizada, insolidaria y egoísta».
«Tenemos que ser conscientes de que la educación no es sólo cuestión de lo que ocurre dentro del aula, sino de lo que pasa en la sociedad», dice Santamaría, que aboga por una educación desde el conjunto de la sociedad.
Este experto resalta que el sistema educativo en España está mejor que hace años, especialmente por la escolarización hasta los 16 años y el elevado porcentaje a los 3 años, pero rechaza que las leyes y reformas educativas se desarrollen «sin consenso».
Aunque considera que todo legislador tiene «una intención positiva» para mejorar las cosas, asegura que, en términos generales, al desarrollo de cada ley hay que darle entre diez y doce años para ver si ha cumplido sus objetivos.
Critica que en la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce) se haya suprimido la asignatura de Educación para la Ciudadanía y que al profesorado sólo se le mencione en el preámbulo pensando en un desarrollo posterior del estatuto docente, pues tiene «dudas» de que este se pueda conseguir a corto plazo pues requiere de «mucha negociación».
Respecto a las exigencias académicas que algunas comunidades van a fijar para los que quieran estudiar Magisterio -la Comunidad de Madrid, por ejemplo, exigirá en la selectividad una nota mínima de 5 en Lengua para acceder al grado de Magisterio-, a Hormaechea le parece «bien» porque, por la experiencia en otros países, redunda positivamente en el alumnado cuanto más seleccionadas sean las personas que se dedican a la enseñanza.
Asimismo, propone que haya un único cuerpo de profesores, tanto para impartir Primaria como Secundaria, y que no se dé el caso de que en el segundo ciclo citado acabe, por ejemplo, un licenciado en Químicas que no ha encontrado trabajo en su sector y «se encaja» en la enseñanza.
«Una verdadera docencia tiene que estar empapada desde el principio de cómo enseñar, porque no es tan importante lo que uno sabe sino cómo lo transmite», argumenta.
Preguntado por el valor de los deberes, Santamaría defiende unas tareas que no sean «una mera prolongación» de clase, sino algo divertido con lo que el estudiante «desarrolle su creatividad y le suponga un reto».
Similar opinión tiene sobre los libros de texto, pues cree que el docente no se debe limitar a ellos y debe ser consciente de que no son suficientes «para dar una verdadera formación crítica a sus alumnos».
Este experto, que ha transitado por todos los niveles de la enseñanza no universitaria del sistema educativo, añade que cuanto más implicada está una familia en la educación de sus hijos «mejores resultados obtiene el alumno en todos los sentidos», no sólo en sus notas.
Pilar R. Veiga