MIAMI/BOSTON (dpa) – El 7 de mayo, 22 días después de que muriera su hija en los atentados de Boston, Patricia Campbell sonrió de nuevo. Subida al montículo del estadio Fenway Park, lanzó la primera pelota y recibió el homenaje de miles de ciudadanos unidos por el dolor de una ciudad y por el béisbol.
Fenway Park no sólo es la mítica casa de los Boston Red Sox, quizás el equipo más enraizado en una ciudad que respira deporte por los cuatro puntos cardinales con los Patriots (fútbol americano), los Bruins (hockey sobre hielo) y los Celtics (baloncesto).
También es un santuario de consuelo y alivio para las víctimas de las bombas del 15 de abril y tribuna de reconocimiento para aquellos que sirvieron a la comunidad en los cinco días de furia en los que hasta se cerró la ciudad durante la captura de los hermanos Tsarnaev.
El béisbol como argamasa que une a los ciudadanos en una tragedia que al menos ha servido para que los jugadores asuman su responsabilidad de ídolos y se unan más, quizás una de las causas de que ahora peleen ante St. Louis Cardinals por las Series Mundiales, el gran título del béisbol estadounidense.
«De alguna manera nos hizo despertar. Fue una oportunidad para que entendieran lo importante que son los jugadores de los Red Sox para la ciudad y para la región», dijo John Farrell, el técnico de las Medias Rojas.
En el atentado y en la posterior persecución murió Krystle, la hija de Patricia Campbell, y otras tres personas. Las bombas, colocadas a ras de suelo en la céntrica Boylston Street, en el final del maratón, hirieron a más de 260 personas, muchas de ellas mutiladas, muchas de ellas protagonistas desde entonces de homenajes en los partidos del vetusto y verde Fenway Park, posiblemente el «ballpark» más emblemático de Estados Unidos.
Elizabeth Mitchell, una doctora que ayudó a supervisar la atención de emergencia en la meta del maratón, interpretó hace unos días el himno nacional, que se canta siempre antes de cada partido, en el primer duelo por el título de la Liga Americana ante Detroit Tigers.
Al día siguiente, el homenaje fue para Adrianne Haslet-Davis, instructora de baile que perdió parte de su pierna, pero que se ha propuesto volver a bailar y correr el maratón.
Las historias de superación tras el atentado abundan en Boston y han terminado empapando a un equipo, a unos jugadores que escucharon, que se involucraron y mostraron su solidaridad, casi siempre lejos de las cámaras.
«Con este equipo uno ve la cohesión, especialmente al ver la compasión con las familias de los heridos y de los fallecidos. Ha sido un tramo muy emotivo para mucha gente», afirmó el manager general del equipo, Ben Cherington.
«No puedo estar más orgulloso de cómo reaccionaron los jugadores», aseguró Charles Steinberg, vicepresidente ejecutivo, que alabó que casi todo fue iniciativa propia de los peloteros.
«No creo que se pueda encontrar a alguien en Boston que no ame a los Red Sox, así que en los malos momentos tenemos que tratar de ayudar», resumió el segunda base Dustin Pedroia el sentido de responsabilidad asumido por los jugadores.
Uno de ellos, Will Middlebrooks, tuiteó a las pocas horas del ataque el mensaje «Boston Strong» (Boston Fuerte), que se ha convertido en eslogan de una ciudad que dejó pronto de llorar para levantar a las familias de los muertos y mutilados.
De ahí derivó a un más corto «B Strong», lema que se lee en el muro y en el césped de Fenway Park. Es una exitosa síntesis nacida en twitter que combina la principal letra de la ciudad con la necesidad de ser fuertes para superar el ataque en el corazón de Boston, en el amado maratón.
En 2013, los jugadores han aparecido en 470 actos comunitarios, momentos en los que los peloteros sonrieron, repartieron abrazos y ánimos y escucharon a unas víctimas que con su fuerza cimentaron el sentimiento de cooperación del conjunto.
Y es que el ataque terrorista de los Tsarnaev tenía un objetivo: toda la ciudad de Boston. Por ello eligieron el día del Patriota, el 15 de abril, jornada festiva en la que los Red Sox juegan a primera hora de la mañana al mismo tiempo que se celebra el maratón. Todos los ciudadanos se lo tomaron personalmente, también los deportistas.
«¡Esta es nuestra maldita ciudad!», gritó con orgullo el bateador David Ortiz, conocido como «Big Papi», el 20 de abril, en el primer partido en Fenway tras los atentados.
Bajo una emotiva atmósfera, hubo discursos, homenajes y Neil Diamond cantó en vivo el «Sweet Caroline» (http://dpaq.de/nWbRH) que se entona en cada encuentro tanto en el estadio como en los pubs irlandeses aledaños por donde corren litros de cerveza Samuel Adams.
Ese ambiente conexión equipo-ciudad se ha mantenido.
Carlos Arredondo, nacido en Costa Risca, protagonizó una de las imágenes del caos del atentado: en la fotografía se le veía empujar a la carrera la silla de ruedas donde iba el ensangrentado Jeff Baumann. Hace varias semanas recibió el homenaje de Fenway Park, junto a otras personas, y sintió algo especial.
«Les miraba las caras y todos tenían una sensación de curación», explicó a ESPN. «Luego salimos a la cancha y miles de personas nos ovacionaron por ser quien somos y lo que representamos. ‘Boston Strong’. Eso es lo que representamos».
«Sabemos que hay cuatro ángeles ahí arriba empujándonos», dijo en referencia a los fallecidos Jonny Gomes, el jugador cuyos fornidos brazos fueron elegidos en abril por la revista «Sports Illustrated» para simbolizar en portada la fuerza de Boston.
La afición ha apreciado la dedicación de sus ídolos, que ahora lo son no sólo por cómo batean o lanzan la pelota, sino también por lo que hacen fuera del diamante.
«Les debemos gran parte de nuestro éxito en los playoffs», agradeció Gomes a los hinchas de Fenway Park, catedral del béisbol y lugar donde las víctimas encuentran alivio y respaldo al menos durante tres horas y media.
Por Daniel García Marco