Essen (dpa) – Aprietas el botón, entras, pulsas otro botón y ya llegaste al décimo piso. Sin subir escaleras, sin sudar o quedarte sin aliento. Los ascensores nos facilitan la vida en las ciudades, donde abundan los edificios altos. Para que el viaje hacia o desde las alturas sea seguro, se hacen periódicas revisiones técnicas de los ascensores. En algunos países puedes ver en el interior de la cabina del ascensor un adhesivo que especifica cuándo fue inspeccionado por última vez.
Stefan Fust es uno de estos inspectores de ascensores. Antes que nada, sube en el ascensor hasta la última planta y vuelve a bajar, pero parando en todos los pisos. En cada uno de ellos desciende de la cabina y coloca sobre el marco de la puerta un cartel: «Fuera de servicio».
Luego baja hasta el sótano y abre una pesada puerta de metal ubicada detrás del ascensor. Allí hay dos motores y una especie de armario. «Esta es la sala de máquinas de los ascensores», explica el técnico, de 46 años. Y apaga uno de los motores. Ahora ya nadie podrá utilizar los ascensores mientras él los revisa. Necesita tiempo para inspeccionar si todo funciona bien y de modo seguro. «Pruebo por ejemplo si los cables de acero están en perfecto estado», explica. La sala de máquinas puede encontrarse también en el extremo superior del trayecto del ascensor, en la terraza del edificio.
Los cables de acero sostienen la cabina del ascensor, esa en la que viajamos hacia arriba o abajo. Puede ocurrir que esos cables se oxiden de adentro hacia afuera. Se nota porque se forman pequeñas acumulaciones de óxido rojizo. Esto pasa cuando los cables se mojan por ejemplo si entra agua de lluvia por un pequeño orificio de ventilación que existe en el techo del hueco por el que se moviliza el ascensor.
La revisión de los cables de acero se puede hacer en la misma sala de máquinas. Es que allí corren sobre una gran polea conectada al motor. Al activarse el motor gira la polea y se mueven los cables hacia arriba y abajo, llevando la cabina. Si Fust encuentra que los cables de acero están demasiado gastados u oxidados, los cambia, para evitar que se puedan romper durante el uso del ascensor.
Stefan Fust vuelve a subir al ascensor. Pero no va en la cabina, sino sobre el techo de la misma. Gira una pequeña palanquita y el ascensor arranca. Ahora tiene que tener cuidado. Podría fácilmente golpearse la cabeza. «Cuando trabajamos en el hueco del ascensor siempre lo hacemos moviéndonos de arriba hacia abajo», explica Fust. Esto es más seguro para evitar golpes en la cabeza. El técnico vuelve a girar la palanquita y el ascensor se detiene, justo debajo de la puerta del tercer piso.
Fust revisa si todas las puertas son seguras. Ninguna de ellas debería poder abrirse a mano cuando el ascensor no está allí. Un dispositivo especial sólo permite que se abran al estar realmente la cabina frente a ellas.
Toda la inspección le toma a Stefan Fust cerca de una hora. Revisa también la alarma, la iluminación, la instalación eléctrica, el sistema de frenado automático. Todo está en orden. Así que retira los avisos de «Fuera de servicio». Ya se puede volver a apretar los botones para subir y bajar.