SRINAGAR, INDIA (dpa) – Un turista australiano mira con cara de incrédulo la taza del WC. «¿Seguro que esto va directo al mar?», pregunta este señor de 78 años. Desde la ventana del barco-vivienda que ha alquilado para un par de días junto a su mujer contempla las azules aguas del lago Dal, en el norte de India. En ellas se reflejan las nevadas montañas del Himalaya y los árboles de la orilla, mientras los pájaros surcan el paisaje. «Pensaba que el WC tendría un sistema de desagüe.»
Frente a él, el agua está repleta de algas. «Antes, no había nada de esto», dice este abuelo de Melbourne, recordando sus visitas en los años 1952 y 1959. También en aquel entonces había cientos de barcos-vivienda en el pintoresco lago, que sigue atrayendo a turistas de todo el mundo. Allí se lavaban los platos e incluso se sacaba de él el agua potable. Pero en aquel entonces, aún corría el agua, y ahora está estancada.
«Uno de los problemas es que se ha bloqueado la afluencia de los ríos que lo alimentan», afirma Muhammad Azim Tuman, presidente de la asociación de propietarios de barcos-casa. Así, el lago recibe menos agua fresca de las montañas, lo que favorece el crecimiento de algas. «Hoy en día se siguen vertiendo las aguas residuales» y el número de habitantes de la zona se ha disparado: sólo en Srinagar, que bordea una parte del lago, viven hoy más de 1,2 millones de personas. «Las aguas fecales y la basura deben ir a otro lugar.»
Irfan Yaseen, vicepresidente de la autoridad para el mantenimiento de los lagos y ríos, trabaja para preservar el «corazón de Cachemira». En los últimos años han pasado muchas cosas, afirma. Hay tres depuradoras en funcionamiento y a partir de abril de 2014 se depurarán todas las aguas residuales de la ciudad. Además, 1,6 millones de árboles recién plantados sujetan la tierra. «El lago se recupera», afirma.
Sin embargo, para el experto en medio ambiente Ragi Agarwal, de la organización Toxics Link, el lago sigue estando en peligro. Además de las aguas residuales de los habitantes de dentro y fuera del lago, éste también recibe vertidos de fósforo de los fertilizantes agrícolas. «Debido a esto, crecen determinadas plantas acuáticas y disminuye la cantidad de oxígeno del agua.» Y es que la descomposición de algas y otras plantas utiliza oxígeno.
En algunas partes del lago, pequeñas veredas surcan la inabarcable alfombra verde. Un par de embarcaciones recolectan sin descanso las algas. «El lago Dal simboliza la situación en Cachemira», afirma Muzaffar Hussain Baig, ex secretario de Justicia de este estado indio. Al igual que el lago y la naturaleza, también muere la cultura de la región, afirma: la música islámica sufí, la tolerancia, el amor al prójimo, todo es devorado por el fanatismo religioso. Desde hace décadas, los separatistas luchan por un Estado independiente o la anexión a Pakistán.
«El lago Dal muere», lamenta Feroz Ahmad, que recorre diariamente la zona con su «shikara» (pequeña embarcación de madera). Normalmente lleva a los turistas a los barcos-vivienda, pero augura un sombrío futuro debido a las algas y los terroristas. Ahmad recuerda al gobernante mongol Jahangir, que hace cuatro siglos quedó tan impresionado por la belleza del lago que dijo: «Si existe un paraíso en la Tierra, está aquí, está aquí, está aquí.»
Por Doreen Fiedler