París, 31 mar (dpa) – La Torre Eiffel es a París lo que la Acrópolis a Atenas o el Coliseo a Roma. Más de seis millones de turistas de todo el mundo visitan cada año a la «dama de hierro», como la llaman los franceses, que hoy cumple 125 años.
¿Qué sería de París sin la Torre Eiffel? En su libro de viajes «La vida errante», el escritor francés Guy de Maupassant escribía en 1890: «Me he ido de París, e incluso de Francia, porque al final la Torre Eiffel me sacaba de quicio. No bastaba con que se vea desde todas partes, no, sino que además se venden reproducciones suyas en cualquier material, está en todos los escaparates, es una pesadilla ineludible y torturadora.»
¿Qué dirían ahora Maupassant y otros artistas e intelectuales galos con motivo del 125 cumpleaños? Para ellos, aquella sensacional construcción erigida con motivo de la Exposición Universal de 1889 era una deshonra. En una carta abierta, unos 300 intelectuales protestaron en aquel entonces contra la «inútil y monstruosa» torre de Gustave Eiffel (1832-1923) en el corazón de la capital francesa.
Sin la aparición de las telecomunicaciones, es posible que la Torre Eiffel hubiera sido derruida, tal y como estaba previsto tras el término de la concesión de 20 años a la ciudad de París. Pero con la telegrafía sin cables se descubrieron sus usos militares.
Entre 1898 y 1903 se crearon varias comunicaciones por radio entre la Torre Eiffel y bases militares en París y en 1906 se fundó una emisora de radio. Con el incremento de su importancia estratégica, su permanencia estaba asegurada.
Desde entonces, esta obra maestra de la ingeniería ha sido visitada por millones de personas de todo el mundo. «Tras el aparente caos de su armadura de acero se esconde una genialidad», dice un turista alemán. Entusiasmado, este ingeniero de 66 años fotografía mientras sube su poderosa estructura de hierro fundido.
Más de 300 metros de altura, unos 1.700 escalones, 18.000 elementos de construcción, 2,5 millones de remaches y 10.000 toneladas de peso total son las cifras de esta obra maestra creada en tan sólo dos años.
A intervalos regulares, recibe un lavado de cara con unas 60 toneladas de pintura. Y desde el año 2000, cuando por las noches el reloj da la hora en punto, 20.000 lucecitas la iluminan.
La Torre Eiffel podría contar muchas historias, y no todas hablan de famosos visitantes como el zar ruso Nicolás II o la actriz francesa Sarah Bernhardt.
Durante la II Guerra Mundial corrió serio peligro, pues figuraba en la lista de obras que Adolf Hitler quería eliminar del París ocupado por los nazis. En los últimos años, varias alarmas de bomba causaron revuelo y provocaron su evacuación.
El funambulista Philippe Petit protagonizó una inyección de adrenalina cuando, con motivo del 200 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos de 1989, se deslizó desde el palacio de Chaillot por la orilla del Sena hasta la Torre Eiffel.
Sin la Torre Eiffel a París no sólo le faltaría una de las atracciones turísticas más visitadas del mundo. Sus 125 años de historia son tensos e impresionantes, tanto como el panorama desde su tercer piso, a 275 metros de altura.
Por Sabine Glaubitz