(dpa) – Todos los padres se ven en algún momento al borde de la desesperación cuando se sientan a la mesa, quieren cenar en paz, y los niños no se están quietos, están molestos y dicen que no tienen apetito. ¿Cuál es el mejor modo de reducir este tipo de problemas lo máximo posible?
Una buena manera es generar rituales que a los niños les den cierta estructura y orientación. «Los padres deberían sentarse a comer con los niños siempre que puedan y generar un ambiente lo más relajado posible a la hora de comer», recomienda un centro especializado de Alemania.
Es bueno tener un horario fijo para las comidas, y que el momento de sentarse a la mesa esté claramente separado de otras actividades. Tiene que tener un principio y un final, sobre todo para evitar que los niños luego coman todo el tiempo. También se recomienda que los niños no coman nada durante dos horas, al menos, entre una comida y otra. Eso les ayuda a generar un ritmo.
Por otro lado, los pequeños también necesitan tiempo para comer. No es bueno que los alaben por comer rápido. También es un gran tabú usar la comida como un «medidor de amor». Es decir, no está bien decirle a un niño «para ti hay una porción extra» como modo de mostrarle cariño, y tampoco es bueno que la comida sea un elemento de castigo. «Si no te comportas, no hay postre», puede generar trastornos alimenticios.
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