Santiago de Compostela, 8 feb (EFE).- El lucense Alfredo Labajjo Grandío, el ‘Picasso’ gallego a quien no le importa que el malagueño lo haya «copiado un poco», admite que son «malos tiempos» para la pintura y reconoce, en una entrevista con Efe, que si sobrevive es por la «burbuja» en la que vendió «muchísimo».
Su buen amigo José de Cora, director general de El Progreso, le recuerda alguna vez la anécdota de cuando Grandío coincidió con Picasso en Avignon y, al saber el segundo que el primero era de Lugo, ambos se pusieron a hablar en gallego.
Alfredo lo corrobora y sabe que suelen ver similitudes en su trabajo: «Lo dice mucha gente».
Bohemio, Labbajo considera que explicar las obras es complicado porque «cada uno ve lo que quiere, y si un cuadro tiene que explicarse, es que no expresa nada».
«Uno pinta para que la gente descubra», sostiene.
Se decanta por colores «fuertes, puros, directos, tal y como vienen en los botes al uso» y sus ‘criaturas’ son, normalmente, de grandes dimensiones.
«Me gusta pintar a lo grande, aunque ahora ya no lo hago tanto. Estoy empezando, a estas alturas, a pintar ‘en pequeño’ porque los cuadros de dimensiones muy grandes son complicadísimos de vender», reconoce.
Esto no le ocurría cuando se benefició de la particular ‘burbuja’ en tiempos que no eran de vacas flacas, «en los que vendías con total seguridad».
«Era una locura, parecía que a la gente se le caía el dinero de los bolsillos», rememora entre carcajadas fiel a su humor cáustico.
«Pero -agrega- nadie se imaginaba entonces lo que nos venía después».
A sus 62 años, en este momento expone en la Casa de Galicia hasta el próximo 28 de este mes.
El doctor de la pintura de Ancares, y después de Friol, que pasó por Madrid y volvió a Galicia, trasladó él mismo sus piezas desde su taller.
«Lo hice con un amigo en el furgón», y admite que moverlas fue complicado porque «algunas son de dos por tres metros», pero «¿con quién iban a estar más seguras que con su propio creador?», pregunta.
El recibimiento, para «uno que vivió treinta años en Madrid», fue cariñoso.
«Una muy buena sensación», la percibida por un artista con el corazón dividido: «En parte, me volví a sentir en casa».
Era su primera experiencia en este centro, y la describe como «una maravilla».
Labajjo Grandío, y ello lo expone De Cora, plasma «una Galicia redonda», esa en la que la vida tiene curvas y rectas, pese a que cuando pasan por su tamiz, «solo queda la curvatura».
«Es un doctor de la pintura, lo que pasa es que también es un bohemio, y los bohemios, a veces, olvidan la promoción de su propia obra».
Sandra Sánchez