San Sebastián, 23 sep (dpa) – Uno simboliza la rebeldía y la lucha por los ideales; el otro es el «cuate», el compadre con quien tomarse un buen tequila. Pero juntos, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina forman una pareja tan extraña como cómplice, que entre otras muchas cosas comparte una pasión especial: Latinoamérica.
En el documental «El símbolo y el cuate», que hoy se presentó en la sección Zabaltegi de San Sebastián y el viernes llega a los cines, el periodista catalán Francesc Relea acompaña a estos dos rostros emblemáticos de la canción en un recorrido por Argentina, México, Chile, Uruguay y Perú.
En él, combina imágenes de la gira «Dos pájaros contraatacan» con el relato de ese vínculo especial que desde hace décadas une a ambos españoles con el otro lado del Atlántico. «Menos lo que buscaba, todo lo encontré en la ciudad más grande del mundo», le dice Sabina a Serrat de camino a México, en una de las primeras escenas del film.
Y es que México ocupa un lugar clave en las biografías de ambos artistas. Allí, en 1975, se exilió Serrat cuando tras condenar la represión franquista le fue prohibido regresar a España. «Aproveché para dar vueltas cinco meses por todo México, durmiendo en moteles de carretera y tocando en pueblos, fue un viaje realmente extraordinario», recordaba hoy «el Nano» durante presentación del documental.
Para Sabina, México es «el mejor país para emborracharse y cantar». Además del tequila y los mariachis que tanto marcaron su música, fue allí donde el subcomandante Marcos, líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, le pidió un favor para conquistar a una mujer del que salió la canción «Como un dolor de muelas»,
«La primera vez que fui a México entraron por el lado del rock and roll más de barrio, pero en el mismo viaje fuimos a Buenos Aires y vinieron a verme exquisitos intelectuales, así que me volví a España sin entender nada», dijo Sabina entre risas. «Luego lo fui entendiendo.»
La cámara de Relea se cuela también en la casa del escritor uruguayo Eduardo Galeano, durante una cena que compartió con los cantautores, o da la palabra al actor argentino Ricardo Darín -«yo me crié escuchando a Serrat, que nos abría el corazón y la cabeza», cuenta- y la presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
«Hay muchas latinoaméricas, los dos compartimos Argentina y México lindo y querido, Serrat tiene más relación con Chile y yo duermo con una peruana, así que imagínate», explicó Sabina. Y ante el cariño que una y otra vez reciben de gente de distintas edades, comentó que es «un lujo poder sumar generaciones en lugar de que haya un corte en un momento en la memoria sentimental.»
A lo largo de sus años de amistad, pero sobre todo de los meses que pasaron juntos en la carretera, Sabina confiesa que aprendió de Serrat «sobre todo virtudes domésticas», mientras que el autor de «Mediterráneo» alaba la enorme generosidad del «Flaco», y «la importancia que tienen los calcetines a rayas».
«Joaquín es una persona que despierta ese sentimiento de cuate, eso que conforma una leyenda que yo no voy a destruir porque le ha costado muchos años fabricar», dice Serrat entre risas sobre el título del documental. En cuanto a él, opina que es «muy peligroso» creerse símbolo de algo. «No quisiera yo pecar de algo que me repugna tanto.»
Siempre de buen humor, entre risas y bromas, Sabina declaró que los unen muchas cosas. «Solo nos separan dos: mi envidia y su talento». Y aunque más de guasa que en serio dejaron caer la posibilidad de una nueva gira «en 2017 ó 2018», Serrat confesó que no sabe si podrán: «Yo soy más mayor (69 frente a los 64 de su compañero), pero Sabina está más viejo.»
Eso sí, ambos ven difícil que llegue el día en que se les agoten las ganas y las ideas. «Queda todo por escribir y por cantar», afirmó Sabina. «Cada día se conoce gente que merece una canción.»
Por Elena Box