SAN SALVADOR (dpa) – Un día como otro cualquiera, en una construcción de viviendas, los trabajadores se dedican a su faena. Hasta que de pronto, al cavar una zanja para tuberías de agua, topan con fragmentos de cerámica y obsidiana (vidrio volcánico), que simbolizan una buena parte de la historia de los antepasados que poblaron el territorio que hoy es El Salvador.
El fortuito hallazgo se dio en el proyecto residencial Nuevo Lourdes poniente, en el municipio de Colón, a escasos 20 kilómetros de la capital salvadoreña. Hasta allí partió personal de la dirección de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura de El Salvador para asumir la responsabilidad de las excavaciones y el estudio de los hallazgos.
Casos como éste ocurren regularmente en esta nación centroamericana, como explica el director de arqueología de la Dirección Nacional de Patrimonio Cultural, Shione Shibata. “Por casualidad” los trabajadores descubrieron un lugar de la remota historia local y “por casualidad”, un habitante de la comunidad brinda la información a una funcionaria de Patrimonio Cultural.
«La primera observación fue que la parcela estaba sobre tierra que fue producto de la erupción del volcán El Boquerón, conocido también como Quezaltepeque. Había una capa de un metro de grosor, que cubría lo que después fue puesto al descubierto», explicó Shibata. Desde el 27 de mayo hasta la fecha, los arqueólogos continúan trabajando para estudiar y analizar los alcances científicos e históricos del descubrimiento.
«No se puede decir que hay arquitectura comparable con Joya de Cerén (sitio arqueológico único en Latinoamérica), pero hay material in-situ que había quedado abandonado, además de un entierro y un muro de adobe bien fragmentado. La dimensión de la distribución espacial de los materiales no es muy extensa y está debajo de ceniza volcánica», explica a dpa el arqueólogo de origen japonés, que ya tiene residencia permanente en El Salvador.
Joya de Ceren es un sitio precolombino situado en las proximidades de San Juan Opico y Las Flores (La Libertad), en el centro-oeste de El Salvador. Fue habitado por un pueblo agrícola desde el año 400, siendo tributario a San Andrés, y después abandonado en el año 600 por causa de la erupción de un volcán. Este lugar permite conocer la vida cotidiana de un pueblo maya agricultor de hace 1.400 años (siglo VII). Por los vestigios encontrados se le conoce también como «la Pompeya de América».
El descubrimiento evidencia la existencia en el lugar de un campo de cultivo que está mucho más abajo de lo que ya se ha excavado y descubierto. Debajo tiene otra capa de ceniza volcánica producto de la erupción de otro volcán, el de Ilopango, ahora convertido en un lago. Los volcanes de Quezatlepeque e Ilopango bordean el valle donde en la actualidad está asentada la capital salvadoreña, San Salvador.
A entre dos y tres metros de profundidad y bajo lo que los científicos llaman «tierra blanca joven», habría un campo de cultivo que comprende de 500 metros de extensión.
Shibata explica que los descubrimientos corresponden a un período del preclásico terminal, «pero hay mucha discusión sobre cuando ocurrió la erupción del volcán de Ilopango. Sin embargo, se establece que sucedió entre el 400 y el 536 d.C.; aunque las piezas y el entierro encontrado se atribuyen al clásico tardío, entre el 600 y el 900 d.C.»
En El Salvador existen varios sitios contemporáneos con el de las actuales excavaciones, como el llamado «Valle de Zapotitán» -donde está Joya de Cerén, que pertenece al período del clásico tardío-, o San Andrés, también del clásico tardío. Los científicos explican que los intervalos entre uno y otro pueden ser de 300 años.
A lo largo de su pequeña extensión territorial, El Salvador cuenta con más de 671 sitios arqueológicos registrados, pertenecientes a distintas etnias, especialmente de origen maya.
El arqueólogo Shibata apunta que el hallazgo tiene gran importancia histórica porque se trata de una distribución espacial como de aldeas o viviendas. Por lo general, en centros ceremoniales o pirámides se puede dar cuenta de su localización, pero las viviendas como Joya de Cerén se descubren por casualidad, según la teoría científica.
«En el caso de Nuevo Lourdes, antes de la construcción había un cañaveral, en el que no se veía nada. Pero cerca pasa un río que se conecta con el río Sucio, luego con el río Lempa. En base a esto podemos entender científicamente cómo y dónde la gente vivía, no solamente por la cercanía a los ríos”, apuntó Shibata.
Finalmente el arqueólogo enfatiza: «Lo interesante del caso es que en el preclásico terminal había ya gente cultivando en la zona y cuando azotó el desastre natural (la erupción volcánica), enterró a estas poblaciones. Pero cientos de años después volvieron personas, tal vez cerca de río o de fuente de agua a hacer sus vidas y nuevamente ocurrió otra erupción volcánica y ahora otra vez hay personas que buscan vivir allí».