(dpa) – El tiempo parece haberse detenido otra vez durante semanas en Kiruna. El sol de medianoche al norte del Círculo Polar Ártico hace que cada noche parezca día. Durante casi 50 días el sol no ha desaparecido tras el horizonte.
Y sin embargo, algo está cambiando en la ciudad más septentrional de Suecia. Kiruna realiza una mudanza colectiva. Más precisamente, el centro histórico de la ciudad con decenas de comercios e instalaciones públicas como colegios, el hospital y la iglesia.
Cerca de 6.000 residentes serán reubicados, lo que representa cerca de un tercio de la población de Kiruna.
¿Qué sentido tiene esto? La razón de este gigantesco proyecto duerme silenciosamente bajo tierra. Kiruna está ubicada sobre la mayor mina subterránea de hierro.
Si no fuera por esta enorme reserva del mineral, la ciudad ubicada unos 950 kilómetros al norte de Estocolmo simplemente no existiría.
«La mina avanza por debajo de la ciudad y crece en dirección del casco antiguo, por eso decidimos mudar la ciudad», explica el director del proyecto, Ingemar Törmä, mientras camina con casco de protección y vestimenta de trabajo amarilla por las nuevas construcciones en el llamado Barrio 8.
Unos 40 comercios serán trasladados allí desde el antiguo centro de la ciudad, a las que se sumarán casi 300 viviendas.
Törmä puede enumerar una por una todas las tiendas y cafeterías y ubicarlas en sus nuevos lugares, desde Espresso House hasta Centrum, la tienda de ropa más antigua de Kiruna.
«Hasta aquí no va a llegar la mina», asegura. En otras palabras, la extracción de mineral puede continuar sin suponer una amenaza para la comunidad.
El Barrio 8 es una de las muchas zonas en construcción en el marco del proyecto que impulsa Kiruna desde hace años.
Al principio, en 2004, se conoció un pronóstico de la compañía minera LKAB que advertía del impacto de la extracción de mineral en las estructuras edilicias de la ciudad.
En 2007, tras un largo debate, los representantes municipales de Kiruna decidieron que «det nya Kiruna» (la nueva Kiruna) debía construirse en otro lugar.
Tres años y medio más tarde se presentó el plan, que consistía en situar el nuevo centro a unos tres kilómetros al este del antiguo centro de la ciudad.
Finalmente, este centro se inaugurará a principios de septiembre con un gran festival folclórico. Un proyecto de miles de millones llega así a un punto culminante, al menos por el momento.
A largo plazo, la mina de hierro de Kiirunavaara hubiera puesto en peligro edificios históricos y otros ubicados en el centro de la ciudad.
Hasta la fecha, ya se han trasladado varios de ellos cargándolos en remolques que los han trasladado a su nueva ubicación a paso de tortuga, a no más de cinco kilómetros por hora.
Otros edificios han sido demolidos. Por ejemplo, donde estaba el iglú, el primer ayuntamiento de Kiruna, con vistas a la enorme mina, ahora solo hay un gran parque.
El nuevo ayuntamiento ya fue inaugurado en el nuevo centro de la ciudad sueca. es redondo y tiene un parecido lejano con el Museo Guggenheim de Nueca York. Fue bautizado con el nombre de Kristallen (Cristal).
Frente al edificio se erige la torre del reloj, uno de los antiguos símbolos de Kiruna y que originalmente estaba sobre el techo del antiguo ayuntamiento.
Otros edificios, como el de los bomberos y la iglesia, que fue votada en 2001 como el edificio más bello de toda Suecia, le seguirán en 2026. En 2035, el reasentamiento de Kiruna debería estar finalmente terminado.
¿Por qué tanto esfuerzo? Bueno, Kiruna probablemente nunca hubiera existido sin la extracción de mineral de hierro. A finales del siglo XIX se establecieron los primeros asentamientos de mineros en la zona, y en 1900 el municipio recibió el nombre de Kiruna.
Todo ello estuvo estrechamente relacionado con la fundación de la empresa LKAB, que comenzó a explotar los yacimientos de hierro de la región.
La minería proporcionó importantes puestos de trabajo, ingresos y medios de vida. Hoy en día, miles de empleos siguen dependiendo directa o indirectamente de ella.
LKAB entregó en 2021 unos 27 millones de toneladas de productos acabados de mineral de hierro, de los que aproximadamente dos tercios procedían de Kiruna. El mineral de hierro se utiliza en última instancia para fabricar acero, que se emplea en edificios y coches, por ejemplo, pero también en electrodomésticos, como lavadoras.
«Sin el mineral de hierro de las minas, no existiría LKAB», aclara la empresa en su página web, donde explica los antecedentes de la transformación de la ciudad.
«Sencillamente, no es posible seguir viviendo allí cuando la minería está devorando el suelo desde abajo», explica.
Para que las operaciones puedan continuar, señala la empresa, gran parte de la comunidad tiene que mudarse, no solo en Kiruna, sino también en la pequeña ciudad de Malmberget, unos kilómetros al sur, cerca de Gällivare. Allí se encuentra la segunda mina subterránea más grande del mundo para la extracción de mineral de hierro.
LKAB informó que se hace cargo en su totalidad de los costos del reasentamiento, estimados en miles de millones.
No a todos los residentes de Kiruna les gusta este movimiento masivo. Sin embargo, de acuerdo con el pragmatismo sueco, en gran medida están de acuerdo en que no hay forma de evitarlo.
Marielle Brandebo es consciente de que la zona peatonal por la que pasea actualmente con su hija será cosa del pasado en algunos años. «Esto es bastante único, pero así debe ser», declara.
Katarina Oja señala que las opiniones sobre la mudanza son muy variadas. «Para los que tienen que mudarse es tedioso, para otros es bastante emocionante», dice la mujer de 36 años. «Hay muchas perspectivas diferentes sobre este proceso», asegura.
Una pareja de ancianos que mira el casco antiguo frente al centro comunitario, de donde planea mudarse en unos cuatro años, definitivamente extrañará la ciudad de Kiruna original.
«La gente se ha acostumbrado al antiguo Kiruna. Lo nuevo es demasiado nuevo para nosotros», expresa la mujer, que ya tiene 80 años.
«Al mismo tiempo, es bueno que la gente tenga trabajo», agrega, y luego baja la mirada al suelo. «Mis hijos también trabajan allí bajo tierra».
Su esposo, quien llegó a Kiruna en 1955 para trabajar en la industria minera, lo resume en pocas palabras: «El pozo decide».
Por Steffen Trumpf (dpa)