Acapulco (México), 1 mar (dpa) – Los cambios anunciados esta semana para reformar la Copa Davis, a falta de su confirmación en agosto, han dividido al mundo del tenis entre los que quieren mantener la tradición y los que aplaudieron un cambio que sentían necesario.
Tenistas en activo, retirados, entrenadores y aficionados han sido muy claros a la hora de rechazar o apoyar la radical propuesta de la Federación Internacional de Tenis (ITF).
Uno de los primeros que salió en defensa del los cambios fue el español Rafael Nadal, dos del mundo. «Creo que sí (son buenos los cambios), cuando una cosa no funciona a la perfección tiene que buscar nuevas soluciones y hace años que esto es así. Es una buena iniciativa que puede funcionar», dijo Nadal en una entrevista con la agencia dpa durante el torneo de Acapulco.
De confirmarse el proyecto, la Copa Davis se comprimirá a partir de 2019 y pasará a jugarse en su etapa decisiva en una única semana al final de cada temporada. Según indicó la ITF, la naciente Copa Mundial de Tenis contará con 18 naciones participantes y se disputará «en una ciudad de renombre mundial» en cada noviembre.
La final de la Copa Mundial de Tenis se jugará durante siete días y reemplazará a la semana tradicional de la final de la Copa Davis. Los participantes serán las 16 naciones que se hayan clasificado para el Grupo Mundial, más la incorporación de otros dos países.
Novak Djokovic, que la ganó con Serbia en 2010, es uno de los principales promotores del cambio de formato, de acuerdo con los medios franceses. Otro de los que ven con buenos ojos la modificación, de acuerdo con la prensa de su país, es el británico Andy Murray.
El capitán del equipo británico en la Davis, Leon Smith, señaló a la BBC que había que tener «una mente abierta» y darse cuenta que «los cambios son necesarios para asegurar la longevidad y el status» del torneo.
Otros tenistas como los argentinos Juan Martín del Potro y Diego Schwartzman divergieron en sus opiniones. «Los cambios que hagan, mientras sean positivos, para los jóvenes y para el futuro, creo que está bueno que sucedan», apuntó Del Potro en Acapulco, donde disputa el Abierto mexicano.
Schwartzman tiene sus dudas. «Si se jugara en un sólo lugar, mucha menos gente de cada país podría ir, sería mucho más local y como un torneo más. En Argentina se disfruta mucho jugar de local y es una entrada económica para el tenis», precisó el «Peque».
Otro de los que inmediatamente se subió a bordo de la idea de reforma fue el estadounidense Andy Roddick, que la ganó en 2007. «Es necesario e inevitable para la supervivencia de la Copa, ¡buenas noticias!», manifestó en redes sociales.
«Nada es gratis, la asistencia al estadio importa algo, pero los acuerdos con las televisiones importan mucho más», agregó. «Sin ganancias no puede existir un negocio, y (la Copa Davis) necesita un mejor modelo de negocios, debe atraer al mejor talento, ojalá esta decisión ayude a cumplir ambos», reflexionó.
Pero los franceses y algunos australianos explotaron ante la idea de un cambio para mejorar el negocio y que las grandes estrellas, que no participan por conflictos de claendario y cansancio, puedan volver a disputarla.
«Es el final de la Copa Davis. Qué tristeza. Vendieron el alma de un torneo histórico», escribió en redes sociales el francés Yannick Noah, tres veces campeón como capitán de Francia.
Nicolas Mahut y Lucas Pouille, 15 del mundo y el francés mejor rankeado, también rechazaron los cambios propuestos. «Acabamos de matar la Copa Davis», aseguró el primero. «Es una sentencia de muerte, quieren hacerlo por el negocio», secundó Pouille.
El australiano Lleyton Hewitt, campeón como jugador en dos ocasiones y finalista en otras dos, evitó escribir en sus redes sociales, pero retuiteó el mensaje de Noah y publicó dos columnas de periodistas australianos que hablan de cómo la Copa Davis «vendió su alma» y que la ITF «tiene sangre en sus manos».
El plan de revolucionar la Copa Davis nace a partir de un millonario acuerdo entre la ITF y el grupo inversor Kosmos, del futbolista español Gerard Piqué. El acuerdo implica una asociación a 25 años por 3.000 millones de dólares.
Por Manuel González Vargas (dpa)