(dpa) – El alemán Anselm Nathanael Pahnke recorrió África en bicicleta y logró atravesar así todo el continente. Grabó las impresiones de su viaje con una cámara y hace poco llevó su película «Anderswo. Allein durch Afrika» («En otra parte. Solo por África») a los cines. Una de las cosas más impactantes es que Pahnke generó muy poca basura durante su aventura.
Munido de vajilla para cocinar y botellas recargables, este trotamundos sólo compró en los mercados alimentos que no estuvieran envasados y obtuvo agua únicamente de fuentes públicas y aljibes. Este ejemplo extremo demuestra lo que se puede lograr cuando hay voluntad de compromiso.
Pero, ¿cómo pueden seguir su ejemplo los turistas comunes?
Es difícil rebatirlo: el plástico es práctico. Es ligero, higiénico, no huele mal, es resistente, tolera bien el calor y además es barato. Su presencia no tiene límites: se lo usa en todos los países del mundo.
Sin embargo, muchos turistas se molestan en vacaciones cuando ven bolsas de plástico tiradas en una isla paradisíaca o en un sendero de trekking. Incluso no es nada fácil viajar sin plástico. Y por otro lado, en algunos países no es recomendable tomar el agua que sale del grifo.
El desafío ya comienza a la hora de hacer las maletas. Prácticamente no hay productos cosméticos que no vengan en envases de plástico y que quepan en un bolso de viaje pequeño. De hecho, muchas personas compran pequeños tubos de pasta de dientes o champú para sus viajes para ahorrar espacio. Pero en comparación con la cantidad que traen, al ser más pequeños, generan más basura que los envases originales.
Ahorrar espacio es para muchos turistas más importante que ahorrar plástico. Por eso, los expertos prefieren hablar de reducir. Si se visita un destino por primera vez y no se conocen sus supermercados, probablemente se quiera ser previsor y no pasarse las vacaciones investigando alternativas libres de plástico. Esto ya es bastante difícil de por sí en casa.
Y cuando no es uno el que compra en vacaciones, la influencia que se puede tener en el uso de plástico es aún menor. Es poco lo que se puede hacer si en el hotel reservado sirven mermeladas y mantequilla en pequeños envases de plástico todas las mañanas o todas las bebidas se sirven con sorbete plásticos.
Sin embargo, a veces se pueden lograr algunas pequeñas victorias. «Una vez buceamos en Egipto e hicimos un clean-up de un montón de basura», recuerda la alemana Julia Schnetzer, microbióloga marina del consorcio de investigación marítima Deutsche Meeresforschung. Cuando regresó a la playa, le preguntaron qué estaba haciendo. De esa forma pudo explicarle a un empleado de un restaurante por qué es tan importante limpiar los mares de basura.
Pero si no se quieren pasar las vacaciones limpiando basura ajena o dando explicaciones sobre el medio ambiente, siempre queda la opción de reducir al menos el uso propio de plástico. Lo que está claro es que siempre es mejor tener algo más de equipaje pero usar menos en el lugar. Otro tip es llevarse un vaso térmico para el café y loncheras para comer en la calle o comprar cosas como especias para regalar.
Si se es muy fanático de tomar las bebidas con sorbete, también se puede llevar de viaje uno propio pero de bambú. Lo ideal es renunciar al plástico lo más posible: las botellas recargables pueden ser de vidrio y las loncheras de metal, que son alternativas más sustentables. Otro tip es llevarse la propia afeitadora para no comprar una de plástico.
La eliminación de la basura es otro problema. «Una vez salí de comer de un restaurante y observé como todos los restos iban a parar al río», cuenta Pahnke. Es difícil saber qué hará cada país con la basura. «La mejor sensación me la daba siempre el contenedor público», completa.
El aventurero recomienda convertir la renuncia al plástico en un juego. «A veces uno se termina amargando un poco, pero cuando se logra comprar sin tanto plástico también es divertido», dice.
Por Steven Hille (dpa)
Foto: Andreas Arnold/dpa/dpa-tmn