(dpa) – El espectáculo comienza justo antes de medianoche. Un helicóptero sobrevuela la cubierta de la piscina y un hombre desciende por un cable. Los pilotos de puerto normalmente se embarcan en los barcos al zarpar, pero en Burdeos, en la costa atlántica francesa, hacerlo por aire es a menudo más facil.
El puerto de Burdeos tiene otra peculiaridad: justo delante del muelle en el que atracará el barco hay un puente. Su parte central se puede elevar para que puedan pasar por debajo al menos los cruceros más pequeños, como el «Europa 2» de la empresa Hapag-Lloyd Cruises.
Aunque es a primera hora de la mañana, muchos de los pasajeros están en cubierta para presenciar el espectacular acercamiento al viejo puerto. Este procedimiento se repite en muchos de los puntos en los que se para el crucero desde que sale de la ciudad de Bilbao, en el norte de España, hasta Hamburgo, el destino del viaje en el norte de Alemania.
Mientras que los cruceros más grandes suelen atracar en puertos alejados de los centros de las ciudades, el «Europa 2» a menudo llega hasta la urbe, como en Burdeos.
Los pasajeros solo tienen dos días para visitar la ciudad y conocer las regiones vitícolas de los alrededores. Además, cerca de allí, al sur de la bahía de Arcachón, se encuentra la mayor duna de arena de Europa, que se mueve cinco metros cada año.
El barco lleva bicicletas a bordo que se pueden usar gratis para visitar las ciudades. Aquí en Burdeos la ruta discurre junto a la orilla del río Garona, pasa por las imponentes casas y el palacio de la Bolsa hasta la catedral. Continúa por la calle Sainte-Catherine, el principal centro de compras, hasta el Jardín Público.
Este barco de lujo es demasiado grande para determinados puertos, como el de la isla francesa de Belle-Île-en-Mer. En este caso se traslada a los pasajeros en lanchas hasta la ciudad principal, Le Palais, el municipio pesquero francés por antonomasia con sus vistas de postal.
Merece la pena dar un paseo por la ciudadela, que se alza imponente sobre la localidad. La isla es conocida por sus maravillosos acantilados, que se pueden visitar en bus, a pie o en pequeños vehículos motorizados que se pueden alquilar en el puerto.
Para la siguiente parada hay que retrasar el reloj, y eso que Jersey está más al este. Esta isla frente a la costa francesa no forma parte de Reino Unido pero depende de la Corona Británica. No forma parte de la Unión Europea, tiene su propia moneda y en ella a menudo brilla el sol, en contraste con Gran Bretaña.
El «Europa 2» leva anclas a última hora de la tarde y los pasajeros ven pasar las islas del Canal y la costa francesa mientras cenan. La moda ahora es servir la comida y la bebida de la región por la que está pasando el barco. Esta noche hay ostras para acompañar a la langosta y el caviar. Unos días después, Amberes lleva especialidades belgas y por supuesto cerveza belga al menú.
El «Europa 2» se enorgullece de su cocina en restaurantes como el Tarragon y el Serenissima, en los que se pueden degustar delicias francesas e italianas, respectivamente.
El puerto belga está cubierto de nubes y la temperatura desciende, por lo que se encienden los calefactores del techo y se reparten mantas.
Finalmente en Hamburgo, el puerto de destino, una llovizna típica del norte de Alemania recibe al «Europa 2». No obstante, el recorrido por el río Elba hasta el muelle junto al nuevo edificio de la filarmónica es el final perfecto para el viaje, aunque el piloto abandone el barco a pie en lugar de en helicóptero.
Por Michael Zehender (dpa)
Foto: Hapag-Lloyd Cruises/dpa-tmn