Madrid, 17 jul (dpa) – Por azares del destino, Gareth Bale se encontró con lo que quería, galones de estrella en el Real Madrid, y ahora le corresponde a él demostrar que es lo que dice ser en lo que será su último tren en su deseo de confirmar que es una superestrella mundial.
Fue el 26 de mayo cuando vivió la noche más singular de su carrera. Para enorme decepción suya, comenzó la final de la Liga de Campeones ante el Liverpool en el banquillo, salió en la media hora final y definió el título continental gracias a un memorable gol de «chilena» y otro tanto más que le valieron el reconocimiento de MVP del partido.
Minutos después, y todavía en el campo, sugirió su adiós al Real Madrid al manifestar: «Obviamente tengo que jugar todas las semanas, siempre lo he querido hacer y necesito más minutos. Si no puedo hacerlo aquí tengo que pensarlo durante el verano, tengo tiempo para pensar relajado y decidir mi futuro».
Pero hubo quien decidió su destino por él y fue Cristiano Ronaldo. El adiós del portugués al Real Madrid sirvió en bandeja no sólo su decisión de continuar, sino la de sus dirigentes, quienes seguramente tenían pensado ya otro equipo para él, y a precio de oro.
Las circunstancias cambiaron poderosamente y Bale arrancó el lunes la pretemporada con el Real Madrid desde el primer día al no participar en el Mundial. Y con galones.
Ahora mismo, él está llamado a ser parte de la solución al problema generado en el equipo blanco con la marcha de Cristiano Ronaldo, el jugador que aseguraba un gol por partido con su demoledora media. Pero sólo será solución si exhibe su mejor nivel.
Atendiendo a su historia, existen muchas dudas. Y la primera tiene que ver con el físico, con su fama de «jugador de cristal». En las cinco temporadas que lleva en el Real Madrid nunca alcanzó los 50 partidos disputados. A cambio, redondeó una asombrosa cifra de 25 lesiones diferentes.
Luego está la cuestión de su carácter, lo más alejado a lo que se puede pensar de un líder. Como era Cristiano Ronaldo. Habla escaso español, se relaciona poco con sus compañeros y fuera del campo sólo le interesa su familia y el golf.
Pero a su favor tiene unas estadísticas que hablan de un jugador concreto con una relación única con el gol. Por ejemplo, y en una temporada tan aparentemente discreta como la anterior, fue capaz de sumar 21 goles y nueve asistencias. Y un tanto como el que logró en la final de la Liga de Campeones no está al alcance de cualquiera.
Es el momento de que Bale demuestre lo que pidió tras aquella final. También lo necesita el Real Madrid, huérfano de goles y a la espera de algún fichaje que revitalice su arsenal ofensivo.
La siguiente tarea corresponde a su entrenador, Julen Lopetegui, quien deberá encontrarle una posición adecuada a sus características. Todavía no se sabe si es extremo, mediapunta o delantero. Eso también deberá definirlo el nuevo técnico blanco.
Lo que es seguro es que a sus 29 años recién cumplidos es un ahora o nunca para Bale. Es su último tren en el Real Madrid y probablemente también en su carrera por confirmar lo que insinuaba hace cinco años, cuando el club blanco pagó más de 100 millones de euros por sus servicios.
Por Alberto Bravo (dpa)