(dpa) – En una fría tarde de enero, Do Duy Vi ilumina con la linterna de su smartphone un puente subterráneo lleno de basura en Hanoi. En la oscuridad surgen mantas viejas, sacos de dormir rotos y colchones en mal estado. Hay olor a suciedad y a orina. Así viven varios niños de la calle en Vietnam, quienes por las noches buscan allí refugio de los peligros nocturnos en la capital.
«Ahora no están, pero seguro regresan a la medianoche», dice Vi. Conoce bien el lugar. Hoy tiene 36 años, pero de niño él también vivió en las calles de la gran ciudad, hasta que un encuentro lo cambió todo.
Hoy en día es el codirector general de la organización que lo salvó en el pasado de vivir en las calles. Se trata de la Blue Dragon Children’s Foundation, fundada por un australiano y que en tanto opera también en otros países.
Sin embargo, noche tras noche, Vi sigue buscando en persona en todos esos lugares de Hanoi que la mayoría de la gente evita. Ofrece amablemente su ayuda a los niños de la calle en rincones oscuros, obras abandonadas y debajo de los puentes.
Los niños que viven en la calle en una ciudad como Hanoi están expuestos a numerosos peligros. De acuerdo con Blue Dragon, los pedófilos suelen aprovecharse de las necesidades de estos niños con hambre y sin dinero. Desde hace algunos años, muchos de ellos son secuestrados y llevados a países vecinos como Camboya, donde se los obliga a involucrarse en actividades delictivas como las estafas online.
Especialmente cerca de la estación de autobuses de My Dinh encuentra Vi a menudo niños que necesitan ayuda con urgencia. «Llegan en autobús desde Lao Cai o Bac Giang, en el norte, con la esperanza de poder ganar algo de dinero en Hanoi», cuenta. Él mismo abandonó alguna vez su provincia natal, Nam Dinh, sobre el delta del río Rojo en Vietnam, unos 90 kilómetros al sureste de Hanoi.
Vi tenía 14 años y sus padres eran muy pobres. En ese entonces consideró que su única posibilidad era buscar trabajo en la capital.
«Hanoi era abrumadora para chicos del campo como yo», cuenta. «Antes de eso había abandonado mi pueblo muy pocas veces y nunca había visto un auto. Por eso, cruzar tan solo una calle en Hanoi ya era todo un desafío», recuerda.
Afirma que al principio disfrutó de la libertad y la aventura. «Pero luego me quedó claro que vivir en la calle no es seguro», añade. Como niño sin techo fue golpeado, le robaron y lo persiguieron. Además, recuerda que la vida en la calle, sin el apoyo de adultos o amigos, era muy solitaria. «Era demasiado. No tenía futuro ni esperanza», dice.
Comenzó a lustrar zapatos para sobrevivir. Hasta el día en que todo cambió para él. En ese entonces se topó con Michael Brosowski, un maestro de Sydney y quien más tarde fundaría la Blue Dragon Children’s Foundation. Eso fue en 2002, cuando Vi era uno de miles de niños de la calle olvidados en la capital. El australiano lo alentó a tomar un curso gratis de inglés que les brindaba los domingos a los niños de menores recursos.
«Me quedó claro de inmediato que quería cambiar su destino», dijo Brosowski a dpa. «Era un líder entre los otros niños y trabajaba duramente por mejorar su situación de vida», añadió. Cuando se creó Blue Dragon en 2004 y se abrió el primer refugio, Vi se mudó de inmediato allí, convirtiéndose en uno de los primeros protegidos de la fundación. Aprendió con constancia y cuando tuvo la edad suficiente encontró empleo en un restaurante.
En 2009 le ofrecieron a Vi un puesto como trabajador social en Blue Dragon. Una de sus tareas era rastrear las calles en busca de niños sin recursos que, al igual que él alguna vez, necesitaban ayuda urgente. Después de 12 años trabajando para la organización, Vi fue nombrado codirector general de la Blue Dragon el año pasado.
Hoy en día, Blue Dragon brinda apoyo a alrededor de 20.000 niños y sus familias en Vietnam. Además, la organización ayuda a salvar niños de las manos de los traficantes de personas que buscan llevarlos a China, Camboya o Myanmar.
Es difícil establecer la cantidad exacta de niños que viven sin un techo sobre sus cabezas en este país del Mekong. El Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales estimó el número en 23.000 en todo Vietnam en 2006, de ellos 1.500 en Hanoi. Hoy en día podrían ser muchos más, sobre todo por la pandemia de coronavirus y sus consecuencias económicas, que sumieron a muchos en la pobreza.
¿Cuál es el mejor camino para ayudar a los chicos? «Los niños que viven en la calle suelen tenerle miedo a los extraños», afirma Vi. «La mayoría de las veces fueron maltratados y abandonados», explica. Por eso mismo, señala que lo más importante es la confianza. «No les hago muchas preguntas, solo intento ser su amigo, ofrecerles ayuda y ver lo que necesitan», cuenta.
Al final de otra larga noche, Vi se encuentra con una madre con dos hijos pequeños. Después de tener problemas con su esposo y padre de sus hijos, huyó a la calle. Él se queda un tiempo con la familia, les ofrece ropa abrigada y conversación, y de esta forma comienza a ganarse lenta y cuidadosamente su confianza.
Por Chris Humphrey y Carola Frentzen (dpa)