BERLÍN (dpa) – Las manos se humedecen, el corazón se acelera y los ojos centellean. Algunos conductores sienten pánico antes de ponerse al volante. Miedo a equivocarse, a tener o provocar un accidente. En esos casos, además de una tortura, conducir es un riesgo, ya que el miedo puede ser peligroso porque provoca estrés y distrae.
Y el pánico no sólo afecta a principiantes. Una experiencia traumática como un accidente puede provocar inseguridad y miedo. Según un estudio en Alemania, tras un accidente, un 25 por ciento de las personas que sufre graves lesiones tendrá secuelas psicológicas. A menudo, la agorafobia, una enfermedad por la que las personas tienen miedo a determinados lugares, ya sea un ascensor, a plazas grandes o incluso a un túnel o a una autopista.
La manifestación del miedo puede ser variada. «Puede ser un terror a determinadas situaciones, como un trayecto en una ciudad desconocida, pasar por un túnel o a determinadas condiciones climatológicas como la lluvia, la nieve o la oscuridad. Por otra parte también se puede manifestar en una negativa percepción de uno mismo», dice Sven Rademacher, del Consejo de Seguridad Vial Alemán.
En esos casos, las personas creen que no son buenos conductores o que van a crear problemas a otros. También conductores que nunca han tenido una rutina de manejo pueden sufrir miedos e inseguridades.
«Hay que tomar en serio el miedo. Aunque tras un golpe durante un aparcamiento se puede practicar mucho, lo que hay que hacer es quitarse el miedo a hacerlo mal», afirmó Frank Müller, profesor de autoescuela en Berlín y que desde hace 20 años asesora a conductores con miedo.
Junto a un terapeuta nació la idea de hacer cursos especiales y hasta un libro. «El miedo hay que hablarlo con otras personas, no lo puede erradicar uno mismo», recomienda Müller.
En sus sesiones atiende al mes a diez estudiantes que deben hablar sobre sus problemas y sobre sus ideas de que van a provocar una catástrofe como atropellar a un peatón. Sin embargo, lo único que se ha provocado es un arañazo al aparcar. «Esas personas evitan luego por completo subir a un auto», afirma el diplomado en sociología.
«Por ello no son tanto los principiantes los que buscan consejo, sino los conductores de entre 30 y años. Cerca del 90 por ciento son mujeres», revela.
Alexandra Bärike trabaja en una autoescuela que tiene un programa para estudiantes con miedos. La diplomada en psicología y profesora de conducción trabaja con personas que sufren terrores, pánico, mareos o sentimiento de pérdida de control cuando están al volante.
El profesor Müller aconseja a estos conductores temerosos hacer un programa de prácticas contra los nervios. «Durante el trayecto se puede ir hablando en voz alta, incluso cuando va solo. Esto calma la respiración y hace recuperar la razón. Pensar en una experiencia bonita también puede ayudar a relajarse, así como el aire fresco, un zumo de frutas y ejercicios de relajación muscular», dice Müller.
Si es posible, los conductores inseguros no deberían ir solos en el auto. A veces ayuda tener a una persona de confianza que observe el comportamiento, lo comente, estimule y elogie para que el conductor tenga más confianza.
Para Sven Rademacher, la manifestación del miedo es decisiva. «Hay posibilidades de ayuda terapéutica para exponer qué es exactamente lo que genera el miedo. Si el miedo degenera en ataques de pánico, es indispensable recurrir a la ayuda de un profesional». También existe la opción de buscar una autoescuela y con el profesor como profesional al lado practicar las situaciones que generan miedo.
Müller considera importante hablar abiertamente de los problemas. No siempre tiene que acabar en tragedia confundir un pedal y acelerar en lugar de frenar o calar el auto en un semáforo.
Cometer los errores conscientemente para corregirlos ayuda. «Así se dan cuenta de que tampoco es tan grave», dice el profesor, que sólo recomienda un terapeuta en caso de que un ataque de pánico haga borrar de repente todos los conocimientos.
Cuando Müller se percata de que un estudiante se pone muy nervioso al volante, lo anima y habla con él o ella. «En esos casos, conducimos media hora y en la otra media hablamos sobre sus pensamientos. Los estudiantes deben aprender a pensar de forma constructiva y optimista».
Müller no cree que se pueda conseguir vencer completamente el miedo, sino que la meta es controlarlo para poder vivir con él. Y para eso sólo ayuda una cosa: practicar, practicar y practicar.
Por Fabian Hoberg