Bremen (dpa) – En la planta de la ciudad alemana de Bremen todo luce como una especie de línea de producción de alta tecnología, en la que los componentes de la parte superior del nuevo cohete europeo Ariane 6, de unos doce metros de altura, pasan por 20 estaciones.
Allí se arman y se montan gigantescos tanques para hidrógeno y oxígeno líquidos. El motor Vinci, de hasta 18 toneladas de empuje, será integrado en la parte superior. Las cajas de control son instaladas; las tuberías, colocadas; y se preparan los componentes de la carcasa exterior para el espacio.
«En esta línea de producción podemos construir doce partes superiores al año», dice el ingeniero de producción Max Reinhardt, responsable de la sala blanca especialmente protegida.
«Por supuesto que estaríamos encantados con eso», sostiene Reinhardt. El centro Ariane 6, inaugurado oficialmente el 29 de octubre, está cerca del aeropuerto de Bremen, en el norte alemán.
Actualmente se producen en promedio cinco a seis unidades al año del modelo antecesor Ariane 5, que realizó más de cien lanzamientos desde 1996. Estos cohetes transportadores son lanzados al espacio desde Kourou, en la Guayana Francesa.
Su sucesor despegará por primera vez en diciembre de 2020 a más tardar. «Ariane 6 es una realidad. Ya tenemos ocho pedidos para misiones», dijo Pierre Godart, el jefe alemán del ArianeGroup europeo. La producción en serie de los primeros 14 cohetes comenzó en mayo. El proceso de producción ha sido completamente digitalizado.
Mientras que los técnicos que arman el Ariane 5 tienen que trabajar con papel de más de 150 archivos llenos de planos y dibujos, los ingenieros del Ariane 6 se mueven con tabletas que describen, visualizan y controlan detalladamente los pasos y procesos de construcción individuales.
Cuando se decidió desarrollar el Ariane 6 en 2015, el lema era: un cohete rápido y más barato que el Ariane 5, según Godart. Y esto por una buena razón, ya que el mercado de lanzadores espaciales es muy competitivo.
El principal rival de Ariane es la empresa estadounidense SpaceX. «Queríamos reducir los costes en un 40 por ciento en comparación con Ariane 5. Y así lo hicimos», enfatiza Godart.
ArianeGroup lidera una red industrial de más de 600 empresas, incluidas 350 pequeñas y medianas empresas, en 13 países europeos. La navegación espacial es extremadamente cara. En el negocio de los lanzadores espaciales nada funciona sin pedidos, es decir, sin clientes.
«Los clientes comerciales son actualmente muy moderados», asegura el científico y experto en satélites Siegfried Voigt, del Centro Aeroespacial de Alemania (DLR).
Hace unos años, se lanzaban al espacio entre 25 y 30 satélites de telecomunicaciones grandes cada año y en la actualidad, sólo entre siete y diez. Sin embargo, la industria espera un crecimiento significativo.
La clave es la «nueva economía espacial»: y se trata de pequeños satélites, pero en grandes cantidades. Cientos o miles de satélites podrían ser lanzados al espacio para garantizar una cobertura mundial total de Internet. «Esto podría abrir por supuesto un mercado gigantesco», destaca Voigt.
Cohetes lanzadores como el Ariane 6 o el Falcon 9 de SpaceX serían adecuados para transportar estos satélites.
Los diseñadores del Ariane 6 elogian su flexibilidad porque el motor de la parte superior se puede volver a encender, es decir, puede lanzar satélites a diferentes alturas en un espacio ingrávido.
En la órbita geoestacionaria (GEO) hay unos 300 satélites a una altitud de unos 36.000 kilómetros, mientras que en la órbita cercana a la Tierra baja (LEO) (200 a 2.000 kilómetros) hay entre 1.000 y 2.000 satélites, según Voigt. Para comparar altitudes, la estación espacial ISS orbita la Tierra a una altitud de unos 400 kilómetros.
El concepto de «nueva economía espacial» significa más negocios, más competencia y, sobre todo, que los costes de los satélites y los lanzadores deben seguir bajando significativamente.
Los constructores de Ariane también quieren discutir más ideas sobre este tema en la reunión que la Agencia Espacial Europea Esa celebrará en noviembre en Sevilla.
En lugar de metal, como hasta ahora, podría utilizarse más la fibra de carbono como material, lo que permitiría ahorrar hasta dos toneladas de peso en la estructura que quedarían disponibles para sumar más carga.
También será tema de debate el proyecto «Prometheus» para un motor reutilizable mediante la tecnología 3D. «Esto casi podría reducir los costos en un factor de diez», dice Godart, de cara al futuro.
Por Helmut Reuter (dpa)