Dresde (dpa) – ¿Qué hace que una orquesta sea inconfundible? Por supuesto que el sonido. Sin embargo, en un mundo donde también la música está globalizada, crece la preocupación de que el sonido de las orquestas, con miembros cada vez más internacionales, acabe siendo el mismo.
De hecho, la nueva generación de músicos ejecuta sus instrumentos en todo el mundo y ya no procede de una sola región o de unas pocas escuelas como en el pasado. Cuando los mejores conjuntos publican una plaza vacante, se presentan solistas de muchos países.
¿Qué hacer entonces para contrarrestar esta peligrosa «consonancia»? Se trata de retornar a las bases, al ADN de una orquesta. El de la Orquesta Estatal de Dresde (Staatskapelle Dresden), por ejemplo, tiene 471 años.
Esta agrupación orquestal alemana con sede en la capital del estado federado de Sajonia, es, por lo tanto, una de las orquestas más antiguas del mundo. El 22 de septiembre de 1548 marcó el nacimiento de su germen, la antigua «Hofkapelle” u orquesta cortesana, cuya creación fue impulsada por el príncipe elector Mauricio de Sajonia (1521-1553) y llevada a cabo por el compositor Johann Walter, quien mantenía una estrecha amistad con el teólogo Martín Lutero.
Martin Walter fue el primer director de esta capilla musical de la corte sajona concebida en un primer momento como coro para los oficios de la iglesia. A Walter le sucedieron muchos directores de renombre, principalmente italianos.
Un vistazo a los archivos de la «Kapelle» de Dresde hace palpitar los corazones de todos los amantes de la música. La lista de directores y compositores que trabajaron en ella parece un compendio de las figuras más destacadas de la historia de la música.
Vivaldi compuso para la orquesta; en ella Bach fue nombrado Compositor de la Corte Real de Sajonia en 1736. Otros directores legendarios que tuvieron el privilegio de dirigir la orquesta fueron los alemanes Heinrich Schütz, Carl-Maria von Weber y Richard Wagner.
La orquesta comenzó a realizar giras muy temprano. Los príncipes electores de Sajonia a menudo se la llevaban consigo a las sesiones de la asamblea imperial, a modo de tarjeta de presentación.
Wagner llamaba a la orquesta el «arpa milagrosa». En el siglo XX, Richard Strauss estuvo muy relacionado con ella como director y compositor, nueve de sus quince óperas fueran estrenadas por el conjunto.
Dotada con tales referencias, la Orquesta Estatal de Dresde está prácticamente rodeada de un mito, y se convierte ahora en objeto de investigación. La Escuela Superior de Música de Dresde, que lleva el nombre del director y compositor Carl Maria von Weber, cuenta ahora con un presupuesto de un millón de euros (aproximadamente 1,11 millones de dólares) asignados por la Unión Europea para llevar a cabo un ambicioso proyecto. El objetivo es realizar un estudio sobre los elementos que contribuyen al peculiar sonido de la centenaria agrupación musical.
Cinco jóvenes científicos de tres países participan en el proyecto, entre ellos una estudiante de doctorado de Italia y un investigador de Polonia. Los estudios no se limitarán a los archivos de la ciudad de Dresde, sino que trascenderán fronteras.
El entonces príncipe elector de Sajonia, Augusto el Fuerte (1670-1733), era, al igual que más tarde su hijo, también rey de Polonia, y por lo tanto la orquesta de Dresde tocaba a menudo en Varsovia.
«Queremos llevar a cabo una investigación sólida del sonido en el sentido histórico», señaló el musicólogo Michael Heinemann, y explicó que el sonido de la Staatskapelle de Dresde es conocido en el mundo entero, y que el famoso director alemán Herbert von Karajan lo comparó incluso con el «esplendor del oro viejo».
«Muchos afirman que este sonido no ha variado a lo largo de los siglos. Pero no sé si esto es posible, ya que la forma de ejecutar y los instrumentos han cambiado mucho», duda el profesor.
El experto señala que el problema radica sobre todo en el hecho de que las grabaciones en forma de discos sólo existen desde hace unos 130 años, pero aclara que, sin embargo, la mayor parte de la historia de la centenaria orquesta puede ser «escuchada».
«Para el período en el que no tenemos grabaciones, disponemos de partituras. Las anotaciones sobre el ritmo, los ornamentos musicales o las articulaciones se pueden leer hasta el punto de que uno sabe cómo se ejecutaba la música en aquel entonces. Es un proceso complejo», asevera Heinemann.
El musicólogo explica que la Staatskapelle siempre ha sido una escuela orquestal que ha cultivado y transmitido conscientemente un ideal de hacer música.
Este ideal de sonido ha sido conservado durante generaciones: «El de la orquesta de Dresde es un sonido muy cálido y singular, especialmente en la interpretación de las obras de Richard Strauss. Algo así no se escucha en otro sitio».
El flautista solista Eckart Haupt relaciona el «sonido» con una función importante de la «Kapelle»: al igual que la Orquesta Filarmónica de Viena, la de Dresde también actúa como orquesta de ópera. «El tener que subordinarse a los cantantes redunda en una cierta flexibilidad en el sonido», dice Haupt.
Según Haupt, la Staatskapelle tiene un legado que administrar: «Debe preservarlo, pero también debe seguir desarrollándolo. No somos guardias de museo». El flautista está convencido de que es necesario permitir nuevas influencias cuando éstas enriquecen a la orquesta.
«Lo que percibimos como sonido especial es básicamente la forma especial de ejecutar los instrumentos». Según el músico, esta peculiaridad se debe, sobre todo, a la larga tradición de la música de cámara.
Eckart Haupt considera que el proyecto de investigación de la Escuela Superior de Música es beneficioso para el futuro: «Si se quiere seguir desarrollando una orquesta, se tienen que conocer sus mecanismos. Así que, pensando en retrospectiva estamos planeando para mañana y pasado mañana».
Axel Köhler, rector de la Escuela Superior de Música de Dresde, es de la misma opinión: «El proyecto de investigación financiado por el Fondo Social Europeo llega hasta las raíces del sonido».
Köhler señala que la Staatskapelle es una marca y seña de identidad, y añade que, en un momento en el que algunas personas están en peligro de perder su raigambre, se trata de un proyecto que sin duda merece la pena emprender.
Por Jörg Schurig (dpa)