Wellington (dpa) – El kakapo es «el loro más grande, gordo y sin capacidad de volar del mundo», escribió alguna vez el zoólogo británico Mark Carwardine.
Hace pocos años el ave estuvo al borde de la extinción, al verse amenazada por ratas, martas, hurones y otros animales que habían sido traídos por los pobladores. Pero actualmente los investigadores ayudan a estos loros verdes a conseguir pareja reproductiva y sus cifras van en aumento.
Previamente en Nueva Zelanda no había mamíferos, por lo que los kakapos no debían prepararse para hacer frente a ese tipo de enemigos: viven en el suelo de los bosques y colocan allí sus huevos, no pueden volar y carecen de estrategias defensivas.
En el punto más bajo de la población de esta especie en la década de 1990 había menos de 50 especímenes. Actualmente ya existe casi el triple de ejemplares, gracias a expertos alemanes y de otros países que le brindan su respaldo al kakapo.
Nueva Zelanda es hogar de diversas aves extrañas debido a su ubicación insular, donde las plantas y los animales pudieron desarrollarse sin ser molestados por el resto del mundo durante largo tiempo.
Entre ellos se encuentran el animal heráldico de Nueva Zelanda, el kiwi, que es incapaz de volar y a menudo anda a tientas por la maleza, casi a ciegas, y el intrépido loro kea, al que le gusta arrancar clavos de los techos o también surfear sobre coches en movimiento.
El kakapo, cuyo nombre se compone de las palabras maoríes «kaka» (loro) y «po» (noche) no es un mero papagayo nocturno. «Son pájaros, pero no se comportan como pájaros.
Cada uno de ellos tiene su personalidad inconfundible», explica el científico Andrew Digby, que trabaja para el Programa de Preservación de los Kakapos del Departamento de Conservación (DOC).
Asimismo el zoólogo Carwardine describe al kakapo como «necesitado de amor como un perro y juguetón como un gatito». Además, puede alcanzar el tamaño y la altura de un balón de fútbol.
Entretanto, en Codfish Island (Whenua Hou) y Anchor Island (Puke Nui), lejos de la costa de la Isla Sur de Nueva Zelanda, viven casi 150 animales.
En las islas distantes se encuentran a resguardo de mamíferos que fueron introducidos en otras zonas de Nueva Zelanda. Estos loros conviven en las islas con científicos, colaboradores de protección de la naturaleza y voluntarios que trabajan incansablemente por ellos.
La perspectiva para los kakapos es buena: casi todas las hembras pusieron huevos, algunas incluso dos veces. De un total de 249 huevos nacieron con vida casi 75 polluelos. Probablemente no todos ellos sobrevivirán. «Esperamos que sean al menos 50. Sesenta sería extraordinario», comenta el científico Digby.
Estas aves también reciben respaldo desde Alemania. El experto en procreación de pájaros Michael Lierz y su equipo de la Universidad de Giessen colaboran en el programa de cuidado de la especie. «El objetivo principal es involucrar a los machos que aún no han tenido descendencia», explica Lierz.
Los científicos juntan muestras de esperma y analizan su calidad. «En la mayoría de los casos el esperma es obtenido mediante la técnica de masajes», puntualiza Lierz. Los investigadores también tienen acceso a los datos genéticos de todos los kakapos vivos, que fueron recolectados en un proyecto recientemente terminado.
A través de estos datos, pueden decidir cuál hembra debe recibir esperma de qué macho. Debido al pequeño «pool» genético esto resulta esencial para la supervivencia de la especie, porque algunos machos no tienen la oportunidad de aparearse y necesitan ayuda.
Tras el apareamiento los investigadores ayudan con inseminación artificial en las hembras. «Las hembras que se aparean con más de un macho son más propensas a poner huevos fertilizados», indica Lierz.
Todos los kakapos llevan transmisores que registran datos sobre su ubicación y comportamiento. Los investigadores también se enteran así cuando dos loros se han apareado, lo que además significa que la hembra está en periodo fértil. Entonces deben elegir a un macho para la inseminación artificial y atraparlo.
En el terreno intransitable de la isla, esto a veces implica horas de caminata. «Si están sobre un árbol y no podemos alcanzarlos, entonces debemos caminar hasta el próximo macho», cuenta Lierz. Los kakapos son expertos trepadores.
En caso que los científicos logren tener una muestra de semen, entonces el equipo de investigadores debe hallar a la hembra correspondiente, que posiblemente también se encuentre escondida en la copa de un árbol.
Para transportar el esperma a través de la isla los científicos utilizan desde este año un drone, el «espermacóptero», como lo han bautizado los científicos.
Y pese a lo exigente que resulta prestar ayuda para el apareamiento de los kakapos, Lierz disfruta muchísimo de su trabajo en Nueva Zelanda con esta especie amenazada. «Cada paso en esta isla es como un paseo por el paraíso», asegura.
Por Jule Scherer (dpa)
Foto: Don Merton/Umweltministerum Neuseeland/dpa