BERLÍN (dpa) – La noche berlinesa goza de fama mundial, con clubs que se alzan como referentes de la música electrónica a nivel internacional. Sin embargo, parece que su fama empieza a palidecer: Berlín ha dejado de ser «cool», sentenció recientemente la revista estadounidense «Rolling Stone».
Este veredicto llegó después de investigar al legendario club techno Berghain, en el barrio berlinés de Friedrichshain. El antiguo templo «underground», calificado hace unos años como el «mejor club del mundo» en un ranking británico, se ha convertido con el tiempo en una «atracción turística», según la «Rolling Stone». En otras palabras: Berlín se ha convertido en una ciudad normal y aburrida.
Todo un shock para la capital de Alemania, que se vanagloria de ser especial, diferente al resto de metrópolis. «La decadencia de Berghain, desde el punto de vista de la escena cultural y musical, se ha convertido en algo simbólico para toda la ciudad», escriben otros medios estadounidenses. El «New York Times», por su parte, cita a un joven artista de 25 años de Nueva York que al hablar del club opina: «La música me recuerda a Brooklyn».
Berlín, al igual que le pasó a Nueva York se está transformando. La parte de la ciudad al otro lado de la orilla este del río Spree floreció a finales de los 80 como un barrio de artistas. Sin embargo, con el paso de los años se ha aburguesado y en Internet ya se especula con el fin del encanto de la ciudad: «Berlín está acabada. ¿Cuál será la próxima?». Mientras, el diario berlinés «Tagesspiegel» se pregunta: «¿El fin de una moda?».
No es algo nuevo que la «salvaje» Berlín de la década de los 90 ha desaparecido. Los famosos clubs como Tresor, Bunker o E-Werk cerraron sus puertas o se mudaron. Los buenos «Strandbars» (bares con arena de playa) escasean. El KitKatClub, donde dar rienda suelta a tus deseos sexuales bajo un estricto «Dresscode» con disfraces fetichistas, o el público homosexual de Berghain, se han visto desbordados por el conocido popularmente como «público Easyjet»: turistas de todas partes de Europa que buscan una noche de juerga desenfrenada en la que hasta el momento era la ciudad «más cool».
Las calles a lo largo de los populares barrios de Kreuzberg y Friedrichshain se han llenado de bares de todas partes del mundo con carteles en inglés donde se puede leer «Restaurant, Bar, Café, Cocktail» y los conocidos «Spätkaufs» (tiendas 24 horas, normalmente de turcos) ofrecen «100 tipos de cervezas». Los berlineses empiezan a temer un turismo, que hasta hace poco estaba limitado a lugares como el famoso bar «Ballermann» en Mallorca.
«Berlín para los berlineses», «Fuera turistas» son sólo algunos de los carteles que se empiezan a ver, cada vez con más frecuencia, colgados en las ventanas de las casas en las zonas de marcha. Donde antes no había colas, ahora entrar se convierte en casi una misión imposible y donde antes apenas se oía otro idioma que el alemán, el inglés parece haberse convertido en la lengua principal.
Nueva York, París y Londres ya pasaron por ello. Los grandes solares se convierten de repente en edificios de oficinas o en hoteles y los centros de las metrópolis pasan a estar en manos de gente rica, hombres de negocios y turistas. Mientras, los medios de comunicación comienzan a escribir sobre restaurantes de alta gastronomía y los precios de los alquileres suben como la espuma.
Decenas de miles de emigrantes al año, liderados por grupos de viaje organizados, colegios y turistas en busca de fiesta han modificado la noche nocturna de Berlín, que parece abocada a tener el mismo destino, por ejemplo, que Goa (India).
Sin embargo, Ansgar Oberholz, gran conocedor de la escena berlinesa y gerente del Café St Oberholz, conocido punto de encuentro de creativos, blogueros y músicos en Berlín Mitte, no cree que haya razón para el luto. «Es un poco naif pensar que todo va a permanecer así para siempre. Una ciudad debe evolucionar», asegura.
«Berlín lleva transformándose desde hace 20 años y siempre se oye lo mismo: ‘Oh, Dios mío’. Por eso no me preocupa y lo veo todo de manera más positiva», agrega seguro de que a Berlín no le espera el mismo futuro que a Nueva York o Londres. «Siempre habrá espacios vacíos. Lo que me molesta es el estancamiento».
De momento, Berlín, una ciudad con 3,5 millones de habitantes, no debe temer una oleada de turistas. Todo lo contrario: el número de visitantes se mantiene en los 11 millones al año. Y a pesar de la cada vez menos «cool» escena electrónica, la capital alemana sigue teniendo atractivos como la famosa Isla de los Museos y los restos del Muro, que despiertan el interés de miles de personas en todo el mundo.
Por Andreas Rabenstein